El desliz de Alejandro

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Después de recibir esa llamada tan extraña Alejandro se dirigió de regreso a casa, al llegar encontró a María llorando a raíz de lo que Max le había hecho e hizo todo para tranquilizarla y lograr que le pudiera contar con exactitud lo que acababa de ocurrir. Cuando ella pudo hablar con calma y claridad le relató todo lo que vivió en aquel lugar desconocido, como era de esperarse el mercenario se molestó bastante pues la sed de venganza de su mejor amigo estaba llegando demasiado lejos afectando a personas inocentes y decidió que era hora de aclararle ciertos límites. Por la noche la chica apenas si pudo dormir pues no le era sencillo sacar de su mente ese episodio tan estresante en su vida y eso solo aumentaba el enojo de su esposo. A la mañana siguiente los dos se prepararon muy temprano para recibir al contratista y cuando este llegó no lo dejó siquiera avanzar por el jardín pues salió a enfrentarlo en la banqueta de la calle, el único que pudo avanzar más allá fue Eddie que se posó en el arco de la puerta junto a María sin poder escuchar lo que los dos amigos se dirían. El norteamericano le extendió la mano al colombiano pero al no responderle el saludo la situación se tensó aún más.

— ¿Quieres explicarme qué carajos fue lo de ayer? —lo cuestionó Alejandro tratando de mantener el control sobre sí mismo.

— Yo sólo trataba de hacer negocios con ella, ahora que te vayas quedará una vacante en la empresa y ella es buena para ocupar el puesto —contestó con aparente naturalidad pero los movimientos que hacía con las manos reflejaban nerviosismo.

— ¡Pero ella es una chica común! —respondió molesto sin alzar mucho la voz— El hecho de que haya aceptado ayudarte en un par de ocasiones no quiere decir que quiera ser un mercenario.

— ¡Pues lo aparenta a la perfección! —argumentó— No puedes culparme por querer reclutar a alguien que evidentemente haría cualquier cosa por dinero, como lo hace un mercenario.

— Ella aceptó ayudarnos para conseguir su visa, jamás lo hizo para trabajar contigo y me parece demasiado cruel que juegues con su mente y su pasado para salirte con la tuya.

— Mira, Alejandro —dijo riendo— te recuerdo que lo de ustedes es una farsa y el hecho de que ahora te acuestes con ella no cambia esa realidad.

— Si me estoy acostando con ella o no eso no es de tu interés —le contestó con firmeza.

— Tranquilízate, ¿Sí? No es mi culpa que su padre haya muerto y que su madre la haya dejado aquí a su suerte por irse con un sujeto a los Estados Unidos, y que ella tenga tan poca dignidad como para hacer cualquier cosa con tal de conseguir su visa y largarse a buscar a alguien que obviamente no la quiere. ¿Sabes? Me preocupa que te estés tomando tan enserio esto del supuesto matrimonio.

— Sí, Max, sé muy bien que eso no es tu culpa, lo que pasa es que estas lucrando con el dolor de ella para el beneficio de tus intereses. Y si me lo estoy tomando en serio es porque es serio para mí.

— Espera un segundo —respondió desconcertado— ¡¿A qué te refieres con eso?!

— Me refiero a que María y yo tenemos algo real —le dijo sin titubear— Me quiere y la quiero, y no voy a permitir que alguien le haga daño ni me quite todo lo que estoy logrando con ella. Si tengo que ponerme en tu contra para poder conservar mi tranquilidad y a mi mujer solo dímelo.

El contratista se quedó sorprendido tras la declaración de su mejor amigo, no podía creer que esa chica que quería reclutar para su equipo se hubiera ganado la confianza del mejor hombre que pasó por su empresa donde había reglas claras e inquebrantables, entre las más importantes figuraba una que ya se podía aplicar con María y que dice así; Respeta la sangre de tus hermanos de armas así como lo harías con la propia, de tal manera que no seas capaz de dañarles y des tu vida con audacia y decisión cuando el peligro los aceche. Sabía muy bien que si había alguien sobre la tierra con su misma capacidad de venganza ese era Alejandro y por supuesto no le convenía hacerse de un enemigo a su altura.

— Yo... —titubeó impactado— Yo no sabía eso, te juro que si lo hubiese sabido no... No hubiera ocurrido lo de ayer. Yo creí que era algo temporal... O que estabas aprovechando el momento. ¡Mierda! —exclamó golpeando el cofre de su camioneta.

Mientras el norteamericano intentaba digerir lo que había escuchado, desde el interior de la casa María y Eddie los espiaban por la ventana de la sala sacando conclusiones e intentando descifrar lo que los mejores amigos se decían.

— ¡Uy! Esto se pondrá feo —dijo él con cierta preocupación al ver la reacción de Max y sin quitarle la vista de encima.

— ¿Y qué esperabas? Tu amigo me secuestro —agregó sin dejar de observar a los dos mercenarios de afuera.

— Entonces corriste —dedujo con naturalidad.

— ¡¿Qué?! —lo cuestionó sorprendida— ¡¿Tú sabías de esto?!

— ¡Por supuesto! Pero no quise tomar parte en ello, odio los raptos y esas cosas.

— ¡Pudiste habérmelo dicho! —exclamó indignada.

— ¡Claro que no! —respondió riendo— ¿Piensas que soy tan imbécil como para traicionar a alguno de esos dos? Prefiero ser neutral, me gusta que mi cabeza permanezca pegada a mi cuello.

A media conversación notaron que los dos hombres se dirigían juntos a la enterada de la casa y los dos jóvenes se alejaron de la ventana con rapidez dispersándose por la sala intentando disimular que los estaban vigilando desde hacía rato. Cuando entraron Max avanzó hasta donde estaba la chica sin poder verla a la cara y comenzó a hablarle.

— María, yo.... Eh... —titubeó nervioso y finalmente suspiró para poder continuar— lamento mucho lo que pasó ayer, en mi empresa existe un acuerdo para las familias del equipo y mi deber es respetarlo. Tienes mi palabra de que otra situación similar no se volverá a repetir y estoy dispuesto a ayudarte y cuidarte si algún día es necesario.

— Espera, espera —agregó Eddie sorprendido— ¡¿Cómo es que el acuerdo sobre las familias aplica con ella?! ¡¿De qué me perdí?!

— Cierra la boca y vámonos —masculló con cierto enfado hacia el joven.

Los dos sujetos abandonaron el lugar a toda prisa y la chica aún no podía creer que el contratista se hubiera disculpado con ella de esa manera pero su marido le contó sobre el acuerdo y al fin entendió todo. Para estar con su amada ayudándole a superar todo el estrés del día anterior decidió llamar a su trabajo y reportarse enfermo e incapacitado para presentarse ese día, luego se ofreció para preparar la comida y pasaron la mayor parte del día viendo las películas favoritas de cada uno. Al anochecer ella se dispuso a preparar una cena ligera mientras el colombiano dormía en uno de los sillones, cuando todo estaba servido en la mesa la mujer se acercó a él para intentar despertarlo.

— Alex, ya está lista la cena —le susurró dulcemente después de besar su mejilla.

— Sí, sí —balbuceó apenas abrió los ojos— ya voy, Catalina.

— ¡¿Qué, cómo me dijiste?! —exclamó ella molesta.

El mercenario se frotó el rostro y se incorporó sobre el sillón, cuando tuvo una visión más clara enfocó a la mujer frente a él y se dio cuenta de que se había equivocado de nombre.

— No, mi amor, no fue mi intención...

Una fuerte bofetada le impidió terminar la oración, aún sin despertar por completo vio cómo su esposa sumamente enfadada se fue a su habitación y la cerró de un portazo mientras su cerebro intentaba procesar el grave error que acababa de cometer.

Una Segunda Oportunidad (Editada y extendida) +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora