La despedida

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- ¿Te sientes bien? Estás pálida -le dijo Alejandro mientras se acercaba con la intención de tocarle la frente.

- Ni siquiera se te ocurra tocarme -respondió molesta- ¿Me vas a decir por qué Max te va a conseguir equipo y te enviará hombres a Colombia?

Miró hacia el piso y se tapó la boca con una mano, comenzó a caminar en la habitación sin saber por dónde empezar a contarle a su esposa la situación pues no tenía planeado que se enterara tan rápido y menos de esa manera. Mientras ella, muy enojada, lo seguía con la mirada esperando una respuesta sensata.

- Supongo que escuchaste todo lo que dijo Max -respondió intentando tranquilizarla- necesito que te sientes y lo hablemos con calma, mi amor.

- ¡Por supuesto que lo escuché todo! -vociferó molesta- ¡¿En verdad te irás a buscar a ese hombre?! ¡¿Estás seguro de que no es una maldita broma de ustedes dos?!

- ¡¿Crees que jugaría con eso?! -le respondió con cierto enojo- ¡Llevo años tratando de encontrarlo y ahora que sé dónde está iré por él y haré que se acuerde de mí y de mi familia!

- ¡Escúchate, Alejandro, suenas igual que Max! -lo reprendió con severidad- ¡Me prometiste que todo esto se acabaría!

- ¡Quiero vengar a mi familia, María! -exclamó- Estoy seguro de que si tuvieras la oportunidad harías lo mismo por tu padre

- ¡Pero ahora yo soy tu familia! -gritó la joven haciendo eco en la casa y su voz empezó a cortarse - ¡Y no, no lo haría! ¡¿Sabes por qué?! ¡Porque te prometí no ceder a las propuestas de Max, y ahora tú estás rompiendo tu promesa!

Alejandro sintió que las palabras de María le atravesaban el corazón como si de balas se tratara pues ella tenía razón; ahora eran una familia y él había roto esa promesa que se hicieron aquel día en el hospital. No obstante el mercenario tenía muy claro que Emiliano Galeana era el causante de todos y cada uno de sus males y tenía que pagar por ello, y sabía perfectamente que si dejaba escapar la oportunidad que había esperado por mucho tiempo jamás podría vivir tranquilo. La miró con determinación y se acercó a ella.

- María, ponte en mi lugar, por favor. La imagen de mis hijos en los féretros y la de Catalina colgando de una viga vuelven a mi miente día y noche, me atormenta a cada instante y en cada pesadilla. Sé que ellos no volverán a la vida después de que mate a Emiliano pero yo me voy a asegurar de que ese hijo de puta me pague todas las que me debe, y escúchame bien; estoy dispuesto a pasar por encima de cualquiera que desee impedirlo, así que sal de esta habitación lo más rápido que puedas y déjame en paz.

La chica veía en el semblante de Alejandro el mismo odio que vio en Max aquel día que mató a Roberto, se retiró a la otra habitación no sin antes propinarle una bofetada en un intento desesperado por hacerlo recapacitar. Entró a la otra recámara con el corazón en mil pedazos pero estaba decidida a no darse por vencida ni dejarlo ir tan fácilmente, aún tenía un par de días para convencerlo de quedarse y haría hasta lo imposible por lograrlo. Esa noche ninguno salió a la cocina a tomar los alimentos y la pasaron en habitaciones separadas; él no durmió a causa de la adrenalina al saber que por fin iría por la cabeza de Galeana y ella por la tristeza que eso le producía. María logro dormir un poco en la madrugada pero el sonido de una puerta la hizo despertar y salir a la sala; era su esposo con una maleta listo para marcharse.

- ¡¿Qué pasa?! -lo cuestionó confundida- ¡¿No te irías mañana?!

- Llamó Max, me dijo que tomara el vuelo ahora mismo y él tendrá todo listo en poco tiempo -respondió con seriedad.

- Entonces... -titubeó mientras lo veía con tristeza- Te irás ya.

Los ojos de la chica comenzaban a llenarse de lágrimas y el nudo en la garganta le impedía gritar, al verla tan afectada el mercenario no pudo ignorarla; dejó la maleta en el piso y se acercó a ella, tomó su rostro entre sus manos y le dio un largo y apasionado beso, luego la miró fijamente a los ojos y no pudo evitar que sus lágrimas rodaran.

- Volveré y te juro que todo acabará, podremos ser esa familia que tú y yo merecemos pero antes tengo que hacer esto no sólo por mí, también por ti. Ese hombre es capaz de muchas cosas y no quiero poner en riesgo a nadie.

Molesta desvió sus ojos y é le dio un último beso, tomó su maleta, las llaves del Jeep y se dirigió a la puerta mientras ella lo veía partir sin poder hacer nada para detenerlo. En un último y desesperado intento por que el colombiano se quedara la joven limpió las lágrimas de su cara y le lanzó una advertencia que esperaba lo hiciera entrar en razón.

- Si tú tomas ese vuelo yo me iré con Max y aceptaré su propuesta -amenazó con firmeza.

Alejandro se detuvo antes de cerrar la puerta y tras unos segundos volteó a verla para responderle con una frialdad inusual en él

-Volveré pronto, te amo.

Abordó la camioneta y se fue sin voltear a verla, ella quedó destrozada sosteniéndose del arco de la puerta mientras lloraba amargamente, pero en su interior aún tenía la esperanza de que en el camino pensara mejor las cosas, se arrepintiera y regresara a su lado. Salió el sol y la chica seguía en la ventana esperando a su hombre pero no aparecía, se negaba a creer que la persona que le había dado tanto la abandonara de un día para otro de una manera tan cruel. Decidió tomar un baño caliente para tranquilizarse y abrigarse bien pues ese día hacia bastante frío, no tenía ánimos de desayunar y siguió en la sala con la mirada fija en la ventana y poniéndose de pie cada vez que un auto pasaba por la calle esperando que fuese su esposo. Alrededor del medio día estaba en la barra de la cocina revisando sus redes sociales cuando escuchó que un auto se estacionó frente a la casa, inmediatamente reconoció el sonido del Jeep y con toda la felicidad del mundo acompañada de una sonrisa corrió a la puerta esperando encontrar al colombiano arrepentido de su decisión, pero grande fue su decepción al abrirla y ver que Max bajaba del vehículo y Eddie junto a otros mercenarios lo seguían en una de las Suburban, el contratista se acercó a ella en silencio y cabizbajo.

- ¿Dónde está Alex, Max? -lo cuestionó desesperada- ¡¿Dónde está?!

- Cariño...- -tomó aire y prosiguió- Alejandro tomó el vuelo a Colombia hace unas horas, lo lamento mucho.

- ¡¿Por qué Max?! ¡¿Por qué no lo detuviste?! -exclamó al borde del llanto.

- Nada podía detenerlo, es algo que ha estado esperando y que no pospondrá más.

- ¡Pero tú no entiendes! -le gritó llorando- ¡Yo lo amo!

La mujer se empezó a alterar y golpeaba a Max con mucha fuerza y enojo, lloraba y gritaba mientras lo hacía y el contratista sólo atinó a abrazarla y tratar de calmarla. De pronto sintió que la respiración de María era débil y su cuerpo comenzó a perder fuerza, la chica se estaba desmayando.

- ¡¿No has comido nada en todo el día, cierto?! ¡Estas demasiado pálida! -le dijo el norteamericano bastante preocupado.

Cuando se desvaneció Max la cargó en sus brazos e inmediatamente la subió al Jeep para llevarla al hospital, le prometió a su mejor amigo que cuidaría de ella desde el momento en el que él abandonara el país y no estaba dispuesto a decepcionarlo.

Una Segunda Oportunidad (Editada y extendida) +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora