Retrospectiva

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Muy temprano por la mañana Alejandro se mantuvo de pie junto a la puerta de la habitación tocando insistentemente y suplicándole para que saliera y pudieran aclarar la situación. Después de un buen rato la chica salió con los ojos irritados y sus párpados ligeramente inflamados de pasar casi toda la noche llorando, lo miró esperando una explicación pero el mercenario, al no saber por dónde comenzar, no supo qué decirle.

— ¿Para qué querías que saliera si no me vas a decir qué fue lo que pasó ayer? —lo cuestionó con la voz entrecortada.

— Es que... —titubeo angustiado— no es algo sencillo de decir.

— Sí, Alejandro, tiene que ser muy difícil explicarme que estás viendo a alguien más.

— ¡No digas eso, por favor! —suplicó— Eso no es cierto.

— ¡¿Entonces?! ¡¿Quién es ella?! —lo cuestionó molesta al borde del llanto.

El mercenario quería explicarle todo pero algo en su interior se lo impedía, el miedo de perderla al contárselo lo tenía entre la espada y la pared pues si no hablaba ella corría el riesgo de perderla y si le confesaba lo que estaba pasando las probabilidades de que se alejara de él eran muy altas. Le dolía demasiado verla llorar y más por ser el causante de su amargura, moría por estrecharla entre sus brazos y pedirle paciencia para poder decirle absolutamente cada detalle pero sabía que lo rechazaría, se sentía tan cobarde y poca cosa por no ser capaz de aclarar sus dudas y no tuvo otra opción que quedarse callado.

— Sabía que no tendrías el valor de decírmelo ­—agregó ella sin poder evitar que las lágrimas se escaparan de sus ojos— Pensaba que eras diferente, Alex, pero me equivoqué, me enamoré de ti y resultaste ser como cualquier hombre de este pueblo. ¿Pero sabes qué? Ahora que lo pienso tú no tienes la culpa de nada, la estúpida fui yo.

— Por favor, no te trates así —la interrumpió él con voz tenue.

— ¡Sí, sí soy una idiota! —exclamó llorando— ¿Y sabes por qué? Porque me sentí con derecho a tener exclusividad y nunca fuimos nada, nunca me pediste que fuera tu novia y yo creí serlo, ¿Pero sabes qué termine siendo? Dejé de ser la mujer que se metía en la cama de un narco para pasar a ser la que despertaba al lado de un mercenario, fui tan tonta al creer que de verdad sentías por mí algo más que ganas, pero eso se acabó hoy.

Él sintió como la sangre se le fue al piso con todo lo que su chica le acababa de decir pero ni aun así tuvo el valor de hablar con la verdad. Mientras la miraba ahí de pie a media sala sabiendo que llegaría muy tarde al trabajo ella entró a su habitación, tomó su bolso y lo llenó con el dinero que Max le había pagado, también se embolsó su visa y con rapidez se aproximó a la puerta principal.

— ¡¿A dónde vas?! —la cuestionó asustado.

— Me voy a mi casa, ya no me necesitarás —contestó ella sin voltear a verlo y abandonó el inmueble.

Al no poder detenerla solo la miró marcharse a pie mientras los escoltas la seguían, con el corazón hecho pedazos abordó su Jeep y se fue al trabajo pues sabía que el show tenía que continuar. Durante la jornada laboral se sintió apagado, sin motivación alguna y sin ganas de hablar con nadie, y así se mantuvo hasta su hora de salida. Al regresar a casa rogaba al cielo para que su mexicana ya estuviera de regreso pero cuando entró y revisó cada esquina vio cómo su plegaria no había surtido ningún efecto, pensó en que quizá debía darle tiempo para tranquilizarse pero al caer la noche supo que no quería estar sin ella un segundo más.

Mientras él ordenaba sus pensamientos ella lloraba en su casa en compañía de Ana, quien al escuchar todo el malentendido no podía creer que ese hombre que se notaba que era capaz de dar la vida por María la hubiera engañado. Intentó convencerla de hablar con él pero estaba tan molesta y tan herida que no accedió, ya no quiso insistirle y mejor la animó a darse un baño mientras ella preparaba la cena y llamaba a su madre avisándole que se quedaría a dormir con su amiga. Aunque la sabrosa comida no le sabía a nada ella intentaba pasar cada bocado para no irse a la cama con el estómago vacío y justo cuando se levantaba de la silla escuchó cómo alguien tocaba a la puerta. Sin ánimos fue a abrir y quien estaba de aquel lado no fue muy agradable para ella.

Una Segunda Oportunidad (Editada y extendida) +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora