Un cliente desagradable

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De ser hermanos del alma los dos jóvenes pasaron a tratarse como desconocidos, incluso en el trabajo hacían todo lo posible por no dirigirse la palabra usando a los demás empleados como mensajeros quienes veían la situación como algo infantil, pero al llegar el sábado el ambiente en la barbería se suavizó un poco pues ese día solo laboraban medio turno y sabían que no tendrían que soportar las rabietas de esos dos niños por ocho horas. Cuando las manecillas del reloj apuntaron hacia las dos de la tarde todos los empleados respiraban con más tranquilidad y ese día más que cualquier otro terminaron su trabajo con mucha satisfacción, rápido abandonaron el local dejando solos a los amigos y sus diferencias; aun así María ayudó a Omar a dejar limpio el lugar y listo para el próximo día laboral como siempre lo hacía, pero cuando se disponían a bajar las cortinas que protegían el establecimiento tres camionetas bastante sospechosas llegaron al estacionamiento de manera súbita. De ellas bajaron cinco sujetos en total; no hizo falta presentación alguna puesto que reconocieron a tres de ellos de inmediato.

— Es muy temprano para cerrar, ¿No creen? —vociferó Max mirando el reloj sobre su muñeca.

— Los sábados trabajamos cinco horas nada más —respondió el propietario— si gusta regresar el lunes con gusto lo atenderemos.

— No, no quiero esperar hasta el lunes —agregó el contratista— necesito ese servicio ahora mismo y tengo suficiente dinero para pagarlo.

— No es por el dinero, señor —rio nerviosamente el joven—es el tiempo.

La chica miraba cómo el norteamericano empezaba a molestarse y sabía que su amigo no tenía ni la menor idea de cómo manejar la situación, lo único que quedaba era esperar que ese encuentro no terminara en tragedia. La actitud del hombre de ojos azules junto con la presencia de los otros cuatro la estaban incomodando hasta que notó que Alejandro no le quitaba los ojos de encima y, aunque su mirada no tenía malicia, eso provocó que los nervios la invadieran.

— Solo hay dos maneras de hacer las cosas; por las buenas o por las malas —dijo el hombre autoritariamente— y si no quieres saber cuál es mi método favorito para conseguir lo que yo quiera vuelve a subir la cortina metálica, entra a tu negocio y atiéndeme lo mejor que puedas.

El chico estaba empezando a enojarse pero sabía que no podría hacer nada al respecto pues eran cinco contra uno y además la mayoría estaban armados, giró su cabeza para ver a su amiga y ambos subieron la cortina, abrieron la puerta y regresaron a la barbería tal y como Max les había ordenado. Detrás de ellos entraron los cinco sujetos; los dos escoltas se posaron frente a la puerta, Alejandro se sentó en una silla a esperar mientras que el contratista se acomodaba en el sillón de peluquería y Eddie se paraba al fondo justo donde la chica miraba lo que sucedía. Omar comenzó a preparar su equipo en silencio y todos lo observaban con atención.

— Hola —susurró el joven mercenario a María viéndola de reojo— me llamo Eddie, soy amigo de esos dos. A veces es un maldito pero tranquila, no temas, sólo has lo que él te pida y así podremos irnos pronto.

Ella lo miró y al ver que el desconocido a su lado le sonreía no hizo gesto alguno, mientras que los demás prestaban atención a los preparativos de su amigo aprovechó la distracción del colombiano para observarlo entre tanto escuchaba de fondo las indicaciones que Max le daba al barbero. Esa gorra verde olivo le impedía verlo con totalidad pero se podía apreciar la mayoría sus facciones rudas; su rostro cuadrado y su mandíbula prominente hacían que sus delgados labios se vieran aún más pequeños, la nariz gruesa y grande evidenciaban cómo suspiraba de hartazgo con cada frase estúpida que salía de la boca de su amigo y su barba corta pero descuidada reflejaba la poca atención que hacía poco ponía en su persona. Sus ojos verde aceituna tenían una expresión cansada y tranquila pero eran bonitos en verdad, en medio de sus cejas medianamente pobladas se notaban las arrugas ocasionadas por fruncir el ceño la mayoría del tiempo y había algo que ella no lograba entender aun y que no cuadraba mucho entre sí; su piel y sus rasgos no parecían nada latinos pero hablaba su español demasiado bien como para ser norteamericano. Cuando todo parecía ir bien unas palabras del contratista la obligaron a abandonar su minuciosa observación.

Una Segunda Oportunidad (Editada y extendida) +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora