Cuando ella me amaba...

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Cuando despertó y se levantó del piso por sí sola ya se sentía mejor pero Alejandro no estaba por ningún lado, salió a buscarlo y la calle estaba totalmente desierta pues ni siquiera los mercenarios de Max y él se habían quedado. Pensó en que quizá no había estado inconsciente por mucho tiempo ya que la madrugada parecía estar estática, al intentar regresar al interior de la casa sintió haberse estampado con alguien a sus espaldas y creyó que seguramente se trataba de su esposo pero al girarse y ver la cara del individuo se percató de que era el hombre al que le había disparado hace unas horas. Al ver que su rostro y su área abdominal estaban totalmente desfigurados producto de las balas intentó correr pero sus piernas no respondieron y para su desgracia no portaba ningún arma consigo, súbitamente el hombre sacó una pistola de quién sabe dónde y apuntó hacia la cabeza de la joven haciendo que el sonido de varias detonaciones seguidas le provocara una fuerte jaqueca y nublándole la vista por completo.

Alejandro dio un salto del sillón donde dormía cuando fue sorprendido por un grito de su esposa y se acercó con rapidez al sofá de enfrente donde ella estaba recostada, al ver que estaba teniendo una pesadilla y no lograba despertar la tomó por ambos brazos y comenzó a sacudirla para ayudarla a reaccionar.

— ¡María! —la llamaba desesperado— ¡Despierta, todo es un sueño!

Cuando al fin regresó a la realidad lo miró fijamente sin poder contener el llanto, él la abrazó y estuvo con ella hasta que pudo limpiar sus ojos y calmarse, teniendo un poco de paz notó que ya no tenía puesta la camisa táctica ni las botas y con mucha precaución se levantó para dirigirse al baño sola. Estando ahí cerró la puerta y se vio en el espejo; su rostro era un verdadero desastre, su mirada reflejaba el terror que había vivido hacía unas horas y sus ojeras pronunciadas evidenciaban la mala noche que había tenido, se detuvo en su playera interior al notar que tenía unas gotas de sangre y al regresar a su cara sentía que no conocía a la mujer en el espejo. Terminó sus necesidades y al lavarse la cara sintió sus brazos adoloridos, finalmente enjuagó su boca con agua fría y regresó a las sala con lentitud para sentarse junto al colombiano que la veía preocupado.

— ¿Qué hora es? —preguntó con voz tenue.

— Casi las doce —contestó él— ¿Necesitas que te traiga algo?

Ella solo negó con la cabeza y mantuvo la mirada perdida sobre la alfombra a sus pies, después de un rato en silencio levantó la mirada hacia la mesa de centro y vio el paquete que el contratista le había dado y que ella en medio de un ataque de pánico no quiso tomar. Él se percató de que el dinero tenía toda su atención y luego de tomar aire decidió hablar con ella de forma clara y directa.

— ¿Ahora sabes por qué quiero alejarme de la vida que llevaba? —la cuestionó angustiado— ¿Ahora entiendes que no vale la pena arriesgar tu vida aunque Max te ofrezca millones de pesos? Tu cara me recuerda a la mía la primera vez que maté a alguien por órdenes de él, ¿Pero sabes qué es lo peor? Que entre más personas matas más permanece ese semblante de frialdad en tu rostro hasta que se queda contigo todo el tiempo. Tu cuerpo y tu mente se acostumbran a estar tan cerca de la muerte que ya no te importa nada y esa pesadilla que acabas de tener es solo el principio de muchas igual de fuertes o peores.

— Soñé al señor que maté —dijo con voz entrecortada.

— Yo lo sé muy bien —agregó— y créeme que cada vida que arranques la vas a soñar. Tú no eres como Max y él te está manipulando para que te convenzas de que es así, no le permitas que controle tu vida porque a final de cuentas eso hará, como lo hizo conmigo y como lo hace con Eddie. ¡Sé más inteligente que nosotros, María! —exclamó desesperado— ¡Esa vida no es para ti y si te pasa algo no sé qué voy a hacer!

Una Segunda Oportunidad (Editada y extendida) +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora