El ajuste de Alejandro

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Alejandro sabía que tener a Emiliano en sus manos no sería tarea fácil, y estaba tan centrado en su cacería que cuando menos lo pensó pasaron cinco meses desde que abandonó México. Su noción del tiempo la mayoría de las veces se basaba en lo mucho que extrañaba a María, no importaba lo ocupado que estuviera o las noches que pasara sin dormir para no perder ni un movimiento a Emiliano, el mercenario no dejaba de pensar en su esposa. Cinco largos meses sin verla, sin oler su cabello, sin sentir la suavidad de sus manos recorriendo su tosca piel, sin probar su deliciosa comida, cinco meses sin un beso de su amada. No le preocupaba que le pasara algo pues sabía que Max y Eddie estarían al tanto de ella, tampoco le inquietaba que estuviera sola pues a esas alturas era muy probable que Ana ya le estuviera brindando su apoyo incondicional, el problema era la cruel manera en que se despidió de ella, si es que le podía llamar despedida a la injusta frialdad con la que actuó.

Pero si quería reparar el daño lo más rápido posible tenía que seguir centrado en Galeana. Ya tenían bastante información sobre los lugares que frecuentaba; sus casas de seguridad, sus contactos más fuertes, la escuela de sus hijas, el salón de belleza que su esposa visitaba, sabían cada paso que daban Emiliano y su gente pero él ya no era un simple trabajador del cártel crimina pues, había pasado de ser un asalariado más a ser la mano derecha y jefe de sicarios del líder. Todo eso complicaba un poco las cosas, tenía demasiada gente cuidándolo y los hombres de Max a pesar de ser muy buenos en su trabajo tenían que actuar con mucha precaución ya que en número los delincuentes los superaban. Aquel día, en un motel barato de Cali, Alejandro y el equipo del contratista planeaban acercarse al asesino aprovechando que asistía a una fiesta privada en un hotel de lujo, todo estaba calculado para llevar a cabo la misión por la noche.

Al llegarse el momento los mercenarios junto con el colombiano se trasladaron a un sitio cercano al hotel, las cosas iban saliendo muy bien pues habían logrado burlar la seguridad del lugar y se estaban abriendo paso sin muchas complicaciones hasta donde se encontraba aquel delincuente. El mercenario tenía en su mente el objetivo bastante claro; llegar hasta el asesino de su familia, sacarlo de ahí, hacerlo que pague por lo que le hizo y así poder volver a casa con su esposa.

Todo era tan cercano, el salón de fiesta donde se encontraba Emiliano celebrando estaba a unos cuantos pasillos de ellos pero al querer dar la vuelta en uno de ellos varios hombres los recibieron a disparos. Todos retrocedieron para poder cubrirse y así repeler el ataque, pero los sicarios eran bastante buenos y el enfrentamiento se prolongó más de lo esperado, una gran parte de los mercenarios se quedó en el frente defendiendo mientras que otro grupo reducido junto a Alejandro decidieron subir por el ducto de la ventilación y acceder al salón.

Cuando pudieron acceder todo era un caos absoluto; civiles en el piso, otros tantos corriendo, el lugar hecho un desastre y los hombres de Max ingresando por la puerta disparando a discreción en contra de los sicarios de Galeana. De pronto el mercenario notó que un hombre robusto acompañado de otros tres armados abandonaba el salón por la salida de emergencia, inmediatamente reconoció a su objetivo y él solo lo siguió.

Al ir tras él bajando las escaleras los sicarios se dieron cuenta y tres de ellos se detuvieron para enfrentarse al hombre solitario mientras uno más custodiaba al narco para poder sacarlo del lugar. Hizo frente al ataque y después de un rato abatió a los tres hombres, corrió desesperadamente por las escaleras intentando alcanzar al sujeto; su adrenalina estaba al máximo y sentía tan cerca su venganza, su sangre se calentaba para prepararse a lo que venía pero al abrir la puerta un vehículo grande acababa de arrancar del estacionamiento y se alejaba del lugar a gran velocidad, Emiliano Galeana había escapado.

Inmediatamente el equipo de Max localizó a Alejandro y lo recogieron en la parte de atrás del hotel, salieron de ahí inmediatamente pues elementos de seguridad del gobierno estaban arribando en busca de culpables para mostrar algo a los medios. Las camionetas de los mercenarios ya estaban lejos del hotel y saldrían de la ciudad para no ser emboscados por los sicarios, el colombiano iba en uno de los vehículos cargando con la impotencia de ver su plan frustrado y con un pensamiento dando vueltas en su cabeza y que cada vez se hacía más recurrente.

— Quizá sea el momento de dejar a ese hijo de puta en paz y volver a casa con María —pensaba sin cesar.

Una Segunda Oportunidad (Editada y extendida) +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora