Encuentro cercano

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Los días transcurrieron con aparente normalidad en el pueblo, a excepción de un pequeño detalle; la gente ya había notado la presencia de los mercenarios y los criminales comenzaban a sospechar de esos sujetos extranjeros con un significativo número de hombres escoltándolos a bordo de vehículos con blindaje. Pero esos delincuentes no eran los únicos en el lugar que pensaban en los nuevos inquilinos, la joven mexicana sentía que su cabeza estaba a punto de estallar de tanto darle vueltas la situación y no era para menos pues se sentía entre la espada y la pared al no saber si elegir su libertad o esa visa que anhelaba desde hace buen tiempo y que estaba consciente que no podría conseguir por sí misma. Pensar en todas las veces que había intentado obtenerla sin éxito y que ahora un sujeto de otro país le estaba poniendo en charola de plata la tenían sumergida en un cúmulo de emociones que le dificultaban dormir, obviamente trasnochar varios días seguidos hacían que no desempeñara sus tareas de forma adecuada como por ejemplo llegar temprano al trabajo.

Quince minutos de retraso y ya tenía más de cinco llamadas perdidas y un montón de mensajes de su amigo haciendo presión para que se apresurara, ella sólo respiró profundo, tomó las llaves de su casa, se colgó su mochila y salió de casa. Como era de esperarse no tuvo el tiempo suficiente para desayunar y tuvo que cambiar su ruta de siempre para poder llegar a un negocio y comprar un licuado, lo bebía mientras caminaba y contestaba un mensaje a Omar avisándole que ya estaba cerca de la barbería, siguió avanzando por la banqueta sin prestar atención a su alrededor hasta que escuchó una voz un poco familiar.

— Con ese gran descuido y ambas manos ocupadas eres un objetivo muy fácil para cualquier persona con malas intenciones —dijo una voz gutural y ronca cerca de ella.

María se estremeció bruscamente tras escucharlo y se quedó quieta al ver que frente a ella un hombre alto y fornido, de tez clara y acento peculiar se acercaba lentamente con las manos en el aire y un cigarrillo entre los labios. La gorra que el sujeto portaba le impedía reconocerlo en su totalidad pero esos ojos verdes le refrescaron la memoria con rapidez.

— No me tengas miedo, María, no estoy armado y no pienso hacerte daño —agregó Alejandro bajando sus manos lentamente.

— Tú eres...

— ¡Tu próximo novio! —vociferó alguien a corta distancia.

La chica se percató de que el mercenario se puso ambas manos sobre la cintura, estiró su cuello y desvió su mirada con hartazgo, ella giró su cabeza para ver la casa frente a la que se había detenido y notó que en la entrada estaba un tipo sin camisa mostrando sus vastos tatuajes y su cuerpo bien trabajado, con un cigarrillo en la mano y apoyándose en el marco de la puerta. No hacía falta que el hombre se quitara sus gafas de sol para reconocerlo, esa sonrisa burlona que esbozaba jamás se le iba a olvidar.

— No había notado que pasas por aquí para ir a tu trabajo —le dijo Max— ¿O será que esta vez cambiaste tu trayecto para venir a saludar a mi amigo y darle la noticia de que aceptarás la propuesta?

— Déjala en paz —le contestó el mercenario al ver que la joven no sabía qué decirle.

— No estoy haciendo nada malo, al contrario —agregó el contratista.

La mexicana no sabía qué hacer pues su mayor problema ya no era llegar tarde a la barbería, miró al colombiano quien se dio cuenta del temor en su rostro y luego volvió a posar su mirada sobre el norteamericano. Vio cómo se llevaba una de las manos al bolsillo de su pantalón de cargo color arena y de su interior sacaba lo que parecía una libreta pequeña, pero cuando la puso a la altura de su rostro logró ver con claridad que se trataba de una visa.

— Yo sé que la quieres —agregó Max con voz seductora y moviendo su dedo índice invitándola a entrar a la casa con él— vamos, acompáñame y conversemos un rato tú y yo.

Una Segunda Oportunidad (Editada y extendida) +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora