El segundo ajuste

169 29 7
                                    

Para el medio día el asunto de Omar y Abel ya era de dominio público y gracias a las redes sociales había demasiada evidencia de ello circulando por ahí, pero a pesar de toda esa humillación pública estaba agradecido porque todo pudo haber terminado de una peor manera. María no quiso contactarlo pues aún seguía molesta con él por haberse arriesgado de esa manera y sobre todo por haber golpeado al hombre de su vida, aunque no le haya hecho algún daño considerable. Todavía estaba muy afectada por todo lo que ocurrió en tan solo un día y no tenía los ánimos suficientes como para pararse en la cocina y preparar algo para los dos así que optó por la comida rápida y llamó a una pizzería local, cuando su pedido llegó puso la caja sobre la mesa, se quitó los zapatos y tomó un trozo de pizza para después encender la televisión, ver dibujos animados y en posición fetal aferrarse a uno de los cojines intentando reconfortarse mientras comía. De repente Alejandro salió de su habitación, al verla ahí se sentó a su lado sin decir nada y la acompañó tomando una porción para él.

- ¿Cómo te sientes ahora? -le preguntó en voz baja.

- Creo que bien, al menos no lo mataron -dijo resignada- ¿Y tú?

- Bien, solo espero que Max no meta sus narices en esto.

- No le agrada mucho tener contacto con ellos, ¿Verdad?

- Si te digo que odia a esa clase de gente sería muy poco, lo que hay entre el crimen organizado de este país y él es algo muy personal.

La conversación fue interrumpida por el timbre del celular del colombiano, un escalofrío muy desagradable recorrió el cuerpo de ambos al ver que se trataba de quien justamente estaban hablando. Él contestó y el contratista inmediatamente le pidió que lo pusiera en altavoz para que la joven también pudiera escucharlo.

- ¡Hola, María! -vociferó con alegría- ¿Cómo está mi chica favorita?

- Eh... -titubeó extrañada- ¿Quién habla?

- ¿Cómo que quién habla? ¡Soy Max, bombón! ¿Me escuchas fuerte y claro?

- Sí, te escucho.

- Okay. Hace unos días le decía a tu novio que hoy por la noche saldremos a recuperar unas cosas que me pertenecen, pero tengo un pequeño problema; llevaré tres vehículos especiales para la operación y no tengo conductor para uno de ellos, el más importante por cierto, y lo pensé muy bien llegando a la conclusión de que no hay alguien mejor que tú para hacer ese trabajo.

- Tienes a varios de tus hombres bien entrenados a tu disposición, ¿Y me dices que solo yo puedo ayudarte en una operación? -lo cuestionó ella incrédula.

- Debo confesar que en esta visita a tu país viajé ligero de equipaje, además dudo encontrara otra persona con tus pantalones y ese temple de acero que admiro de ti, ¿qué dices, aceptas?

- No sé, Max, no creo que sea buena idea -contestó ella.

- ¡Claro que lo es! -exclamó riendo- ¡Vamos, hazlo por la hermandad de la Beretta!

- ¡¿La qué?!

- ¡Nuestra hermandad! Yo estaba a punto de dispararte con mi Beretta la noche de tu incidente en la ciudad y tú hiciste lo mismo con mi arma hace unos días en tu casa cuando te hice enfurecer, ¿Lo recuerdas? Pues así nació nuestra amistad tan especial. ¿Entonces me ayudarás?

La culpa la invadió tras recordar lo que el norteamericano le había mencionado y sintió que debía hacer algo para remediar su error, miró a Alejandro y lo notó más serio que de costumbre y muy probablemente molesto. Ella respiró profundo y guiada por lo que sentía que debía hacer tomó una decisión.

Una Segunda Oportunidad (Editada y extendida) +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora