—¿Entonces qué tienes planeado hacer? —cuestionó Hyuk Jae sintiendo la presión en sus muñecas, si duraba más tiempo sentiría un dolor desagradable.
Miró a Hee Chul quién estaba vestido con un precioso juego de lencería blanca y medias que adornaban sus muslos carnosos. Las bragas se ajustaban a su delicioso culo, el encaje hacia un juego con su pálida piel. Para Hyuk Jae era una tortura estar atado en frente.
Hee Chul movía sus caderas mientras caminaba por la extensa sala de estar hasta que llegó hasta donde su víctima estaba. Hyuk Jae miraba hipnotizado el vaivén de las caderas de Hee Chul. Sus ojos seguían el balanceo con el mismo ritmo que el las movía.
—Has sido muy, muy mal papi por castigarme por solo correrme...
Hee Chul habló suave al sentarse sobre el regazo del hombre con toda la confianza del mundo. Colocó las manos sobre sus mejillas para alzarla y que así pudiese mirarle. Al hacerlo, observó la impotencia de bañar sus ojos. Le encantaba tener el poder.
—Torturaré a papi sin que él pueda tocarme o hacer algo para impedirlo —canturreó con voz inocente que hizo que la erección de Hyuk Jae se volviese más dura.
Hee Chul al notarlo empezó a mover sus caderas lentamente sobre su entrepierna, haciendo fricción entre su trasero y la dura erección, provocando suspiros y gemidos que llenaban la sala.
Hyuk Jae comenzó a gruñir, deseaba alzar su pelvis e introducirse en él para hacerle gritar por todo lo que le estaba haciendo. Sin embargo, lo único que recibió fue sonrisa suave con las mejillas rojas por la estimulación.
—Y esto... Es solo el principio...