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—Te he dicho que no te corras, cariño o te voy a castigar— murmuró Hyuk Jae a Hee Chul mientras que le masturbaba a la vez que le lamía el glande sin quitarle la vista de encima.

Hee Chul gemía sin parar y disfrutaba de los toques que Hyuk Jae le estaba dando. Se estremecía mucho ante aquel contacto. Hyuk Jae se subió a su regazo para alinear la erección con la suya y empezar a frotarse con fuerza, para poco después, moverse con lentitud y erotismo.

Por inercia Hee Chul le dio un azote que hizo que Hyuk Jae se presionase con mucha fuerza y apretase las puntas de ambos. Después, agarró su mano y la retiró de su trasero.

—Los azotes los dejamos para otra ocasión, ¿de acuerdo...?

Hyuk Jae no tardó mucho más en tumbar a Hee Chul y entrar de una vez y con fuerza. Hee Chul se aferró como pudo a sus caderas y a su cuello. Los embistes de Hyuk Jae eran secos y certeros, siempre contra su próstata, provocando calambrazos en su cuerpo y gritos incontrolables.

Pronto las manos de Hee Chul empezaron a moverse con fuerza y rapidez por toda su espalda dejando marcas de arañazos. Los talonazos no se quedaron atrás. Al igual que sus temblores comenzaron mucho antes de que lo que ambos esperaban.

—Voy... A tener que castigarte sin correrte en muchas, muchas más ocasiones... Gatito salvaje... —dijo Hyuk Jae mientras se mordía el labio inferior y le miraba de arriba a abajo.

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