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La tenue luz de la habitación incrementaba la satisfacción de lo desconocido que era todo aquello para Hyuk Jae y para Hee Chul. El incienso también ayudaba bastante a caldear el ambiente.

Hee Chul respiró hondo y, una vez más, se miró en el espejo. Estaba vestido con una lencería de encaje negro que hacía que su blanca piel resaltase mucho más. Abrió la puerta despacio cuando sintió que ya era el momento.

Los ojos de su pareja de aquella noche, miraron con hambre su cuerpo semidesnudo y se levantó rápidamente para tener una visión más cercana. No solo quería verle, también quería tocarle.

A medida que se acercaba, la lencería iba cayendo prenda por prenda, mostrando con lentitud todo lo que Hyuk Jae quería ver y tener. Después de revelar su completa desnudez, tal vez era eso por lo que Hee Chul se sentía tan nervioso, caminaron lentamente hasta llegar a la cama.

—¿Hay algo en especial que quieras que haga...? —preguntó Hyuk Jae mientras le acariciaba el cuerpo.

—Solo... Dale mucha atención a mi culo... Hay tantos que solo lo usan para sólo prepararlo sin jugar con él... —decía Hee Chul entre suspiros.

—No entiendo por qué... Tienes un culo precioso, muy redondito y blandito...

Hyuk Jae terminó tumbando a Hee Chul en la cama, puso un cojín debajo de su tripa para alzar su culo. Sus manos dejaban caricias mientras que estaba mordiendo con suavidad y lamiendo sus nalgas. Al mismo tiempo que quería marcarlo sentía que no podía hacer eso. Era tan suave y tan delicado que sentía que lo rompería al ejercer un poco más de fuerza.

—Me encanta... —murmuró Hyuk Jae mientras suspiraba por los sonidos de él.

Hee Chul fue sintiendo cada vez más la excitación y sus caderas empezaron a moverse solas y frotándose contra las, ahora calientes, sábanas. Sus gemidos también empezaron a ser más altos cuando sintió el frío lubricante rozarle la entrada.

Dos extraños en una habitación de lujo de un hotel no era una idea descabellada después de todo. Las citas a ciegas sin duda eran lo mejor.

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