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Cerró la puerta con un poco de fuerza. Mientras soltaba un suspiro también cerró los ojos. Había sido un día horrible para él. Dejó que las llaves, simplemente se cayesen a la mesa que había al lado de la entrada.

—Cariño, ¿estás bien? —preguntó Hee Chul caminando hasta la puerta de entrada.

Para la sorpresa de él, medida que se acercaba a la entrada la melodía de su canción favorita se mezclaba con el silencio de hacia escasos segundos. Al llegar a la puerta fue cuando el sonido se hizo más alto, lo que hizo sonreír.

Sus ojos se llenaron de deseo al ver a semejante ángel cubierto por una fina bata de seda color rojo, de espaldas a él. Sus caderas se movían lentamente y al ritmo de esa melodía sensual. En su mano había solo una copa de vino tinto, que casi la dejó caer cuando vio a Hee Chul aparecer.

Hyuk Jae giró solo la cabeza para que pudiese ver su rostro bajo la tenue luz del lugar. Sonrió una vez más y empezó a hablar con una suave y melosa voz.

—Te estaba esperando...

Con un leve movimiento de cabeza le indicó que se sentase en la silla, que no había notado que estaba por tener sus ojos solo clavados en él.

Hee Chul siguió su orden como si su voz se tratase de una droga y se sentó en el centro del lugar. La copa tocó sus labios, bebió un único y pequeño trago. Hyuk Jae rebobinó la canción a la vez que hacía un delicado giro sobre sus pies que hizo que todo en él despertase.

Cada paso que Hyuk Jae daba hacía él era sutil y seguía el compás de aquella sensual melodía. Sus largas piernas se podían ver debido a la apertura de la bata, esto le provocó una sonrisa pícara y, como su pudiese leerle la mente, dejó que la fina tela se cayese a la alfombra.

Una lencería del mismo color del vino moldeaba su cuerpo a la perfección. Sus manos comenzaron a recorrer todo su cuerpo, con una lentitud que le tenía hipnotizado.

Al estar frente a él pensó que finalmente podría besar ya sus labios, mojados y brillantes por el vino tinto, pero le rodeó el cuerpo y con sus manos ahora acariciaba el cuerpo de Hee Chul, bajando lentamente hasta su torso.

Estando detrás de él se deshizo su corbata, de su chaqueta y finalmente abriendo los primeros tres botones de su camisa blanca, metiendo sus pequeñas manos durante unos escasos segundos en el pecho de él. Esto aumentó notablemente el calor que ya sentía.

—Solo relájate... Y déjame que te lleve al cielo...

Susurró Hyuk Jae contra el oído de Hee Chul mientras empezaba a frotar las caderas contra su erección al ritmo de la canción.

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