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La mañana había pasado tortuosamente larga, el bulto en sus pantalones no hacía nada más que endurecerse cada vez que miraba a su nuevo empleado que iba de acá para allá. Los sutiles movimientos en sus caderas le incitaban a pecar, a explorar con sus manos esos muslos preciosos que se veían tan apetecibles dentro de aquellos pantalones que se los apretaban tanto.

Deseaba con mucha intensidad pasar su lengua por sus muslos internos y tenerle contra el escritorio rogando solo por su miembro. Hyuk Jae se relamió los labios sumido en la lujuria en el momento en el que Hee Chul le entregó unos documentos acompañados de una dulce sonrisa. Esa sonrisa solo le incitaba a devorar los sonrosados y tal vez inocentes labios.

Hee Chul era su propio sentimiento de locura andante.

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