85.

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—Te compré a ti, puedo comprar lo que sea. 

Nirvana sintió que las lágrimas se amontonaban en sus ojos. Él no había dicho eso ¿Verdad? Él no la estaba humillando de esa manera ¿Verdad? No pudo parar las lágrimas que se desbordaron por sus mejillas. Ella estrelló las llaves, —vete al diablo, Justin, le dijo con furia y salió del estudio. 

—Cielo... Espera… dijo caminando detrás de ella.

Ni siquiera tenía para dónde ir, él le había comprado el apartamento, todo había sido él, todo le pertenecía, incluso la había comprado a ella. Él tenía razón. ¿Qué no podía comprar? Maldito imbécil, tenía tanta rabia pero debajo de todo ese odio que estaba sintiendo por él en ese momento sentía dolor, algo en el pecho que la oprimía y le impedía respirar. Se acostó en la cama y puso una almohada encima de su cabeza sofocando un grito. ¡Joder! Era patética en todos los sentidos. 

—Amor, lo siento…. Dijo Justin entrando a la habitación.

Silencio.

—No fue eso lo que quise decir… tienes que perdonarme.

—Vete de aquí, respondió sollozando. 

—Esta también es mi habitación.

— ¡Perfecto! Exclamó nirvana saltando de la cama, —Pues como todo es tuyo, entonces me iré a las calles, digo… Si no las compras, añadió sarcásticamente. 

Justin la tomó bruscamente por el brazo, —Espera… Lo siento.

—Sí, muy bien, ahora déjame ir.

— ¿A dónde irás? Le preguntó preocupado. —Tu tarjeta de crédito y todas tus cosas están en la cama.

— ¿Mi tarjeta de crédito? Dirás tu tarjeta, tu dinero. No te preocupes que cuando encuentre algún lugar donde estar te enviaré esta ropa también, porque todo es tuyo. 

Justin tenía ojos triste, —Pues entonces tendrás que volver porque tú también eres mía. Solo mía. 

Nirvana se zafó de su agarre y se dispuso a salir de la habitación, no sabía que le dolía más si el hecho de que la estaba humillando o que a última hora se convertía en un completo idiota. Sintió como Justin la jalaba y se tiraba en la cama encima de ella. — ¡Joder! ¡Bájate! Gritó pero él la mantenía sujeta. 

—Lo siento, nena. 

Y en ese momento por más que frunció el ceño no pudo detener las lágrimas, vergonzosamente rompió a llorar, —aléjate de mí, dijo con la voz en un hilo. Pero Justin no lo hizo, al contrario la apretó más debajo de él. —Me estás haciendo daño, dijo llorando. —Vete, por favor. 

Él maldijo y la dejó libre. —No quiero que te vayas.

Silencio.

—No me ignores, por favor, le rogó Justin.

¡Qué ironía! Pensó con rabia, se limpió las lágrimas, lo único que quería en esos momentos era estar sola. — ¿No tienes que irte? Le preguntó. —Tienes trabajo que hacer ¿No? 

Y justamente en ese momento como ella fuera pájaro de mal agüero, el teléfono de justin empezó a sonar, maldijo y contestó, nirvana aprovechó ese momento y salió al balcón, necesitaba respirar, concentrarse en otra cosa, quería caminar por el jardín pero no quería llamar la atención de todos, se sentó en el piso y se puso a mirar a un punto en específico. 

Luego de unos minutos escuchó pisadas que se acercaban a ella, gimió con frustración. —Nirvana, tengo que irme. Dijo justin arrodillándose a su nivel, —No quiero que llores más, dijo limpiando con sus pulgares las lágrimas que caían por sus mejillas. Ella se alejó de su contacto. —Prométeme que no te irás de aquí. ¿Sí? 

Silencio.

—Por favor, rogó él. Y al notar que ella no respondía se le acercó, le dio un rápido beso en la mejilla y se fue. 

Nirvana rompió a llorar como una niña. Algo dentro de ella se había roto en muchos pedazos. El resto del día lo pasó en la cama, se rehusaba a usar dinero para tomar un taxi e ir a “su supuesta casa”, ya que todo le pertenecía a él, no a ella. Se sentía como un objeto sin valor, como si fuese algo en vez de alguien. Justamente cuando pensaba que había exorcizado parte de sus demonios, él la devolvía a sus inseguridades. 

Fue a la cama temprano. Se asombró cuando sintió que justin entraba a la habitación, él siempre iba tarde, era extraño que a las 7 ya estuviera ahí. —Te traje algo, dijo levantando una bolsa color roja. —Es lasaña.

Silencio.

— ¿No quieres? Preguntó sentándose en la cama y poniendo una de sus manos en su pierna. 

—No.

— ¿Qué cenaste? Le preguntó.

—Nada.

— ¿Y por qué no cenaste?

—No tengo hambre.

— ¿No te gustaría…?

—Solo déjame en paz, respondió interrumpiendo su pregunta.

Amor Destructivo. Disponible en Físico & PDF (Links in bio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora