Capítulo 1: Esta es mi vida

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*Jessica

Desperté y fui a ducharme, dejé que el agua caliente bajara por todo mi cuerpo, limpiando mis problemas y haciéndolos irse por el desagüe, pero aun así seguía sintiéndome pesada. Salí de la ducha envuelta en una toalla y dirigiéndome al espejo de la pared el cual estaba totalmente empañado por el vapor, pasé mi mano para poder limpiarlo y ver mi reflejo, a veces me odio a mí misma por tener está apariencia, mi cabello es de color rojo, un rojo sangre muy intenso y con detalles amarillos en algunos mechones, pero lo peor son mis ojos, el iris de mis ojos es de color carmesí y las pupilas son amarillas.

Muchos solían decirme que eran rasgos hermosos, pero yo los detestaba, por culpa de este cabello y estos ojos mi vida es una completa mierda, no me gusta mi cabello, pero aun así me tomo la molestia de arreglarlo con un corte, me había cortado el cabello de la misma forma en la que se lo cortan los chicos, y suelo usar ropa más masculina, en muchas ocasiones me han confundido con algún chico, de hecho muchas chicas me han pedido una cita por esta misma confusión, pero en cuanto se enteran de que soy una chica se retractan y hasta me insultan, diciéndome cosas como marimacho o travestí, pero a mí no me importaba porque si alguien llega a decirme eso se va a su casa con un ojo morado y varios dientes menos, todos en la escuela me temen, pero me importa lo mismo que me importa estar viva, nada. De hecho, ni siquiera sé por qué estoy en este mundo. Mi madre es una fanática religiosa, en cada comida dedican como mínimo diez minutos de oración, mis hermanos tienen lavado el cerebro y me tratan igual que ella, aunque no los culpo, realmente es lo único que conocen y viven con ello desde antes de que yo naciera. Nunca conocí a mi padre, ni siquiera conozco su nombre y nadie en esta maldita casa se molestó en decirme cuál era.

Terminé de vestirme, me puse una camisa negra, unos jeans grises y le agregué unas cadenas en los bolsillos, unas zapatillas Adidas negras con detalles blancos y mi chaqueta negra. Empaque todo lo que necesitaría hoy, así como también mis cascos de marca Wireless por si acaso necesitaba matar el tiempo, bajé a desayunar y como siempre no saludé a nadie, después de comer salí directamente hacía la escuela.

A veces me pregunto por qué no simplemente me matan o me dejan bajo algún puente, pero siempre llego a la misma conclusión: La obsesión de mi madre con la religión le impide matarme, además de que tenía mi certificado de nacimiento y los vecinos sabían de mi existencia y si de pronto desaparecía se armaría un revuelo y mi madre y hermanos estarían en medio de todo, esa era la única razón por la que ahora mismo voy a la escuela. Estudio en una escuela pública sin muchas exigencias, era una escuela más del montón, cualquiera podía entrar y salir cuando quisiera, a los maestros no les importaba, y desde luego mientras yo estudio aquí, mi hermano Jordan estudia en una escuela privada con excelentes maestros, y grandes esperanzas para sus graduados, como siempre, ellos siempre se quedan con el oro y yo me quedó con la tierra y el barro. Llegué a mi salón y me senté donde siempre, en la segunda fila, esperaba silencio, que nadie me hablara, que me dejaran sola en mi mundo, pero alguien no sabe respetar mis deseos:

- Bonito cabello – Me dijo una chica que había llegado a mi lado, tomándome por sorpresa, nadie suele dirigirme la palabra, y los que si lo hacen siempre tienen miedo – ¿Es teñido? – Levante la vista solo para encontrarme con una chica extraña, pero hermosa.

Su cabello era de un gris casi blanco y tenía algunos mechones negros, pero sus ojos eran lo que más resaltaba en ella, con el iris de un blanco muy bello y unas pupilas negras, le daba un toque serio y a la vez elegante y sereno, todo acompañado de una piel morena que la hacía muy bella. Tardé un momento en responder:

- Métete en tus asuntos – Dije finalmente, ¡Demonios! Esos ojos son hipnóticos, casi me pierdo en su mirada.

- No seas tan tosca – Me respondió, aunque no parecía ofendida – Me llamo Amelia – Sentencio tendiéndome la mano.

- Jessica – Respondí el apretón, al tocar su mano tuve la sensación de que la conocía de algún lado, pero estoy segura de que recordaría haber visto esos ojos antes.

- No respondiste a mi pregunta – Me volví a verla confundida – ¿Tu cabello es teñido?

- No – Respondí secamente para que me dejara en paz – Siempre ha sido así.

- Ya veo – Me dijo algo pensativa – ¿Y tus ojos? – Preguntó curiosa.

- También nací con ellos – Respondí con ira y fastidio – Y antes de que preguntes, puedo ver perfectamente bien – Dije eso último como aclaración, no era la primera en hacerme esa clase de preguntas.

- Te entiendo, algunas personas me preguntan si estoy ciega – Dijo para sí misma mientras se reía, pero yo no le veía la gracia.

No pudimos seguir hablando, la campana sonó y el salón se llenó en dos instantes, ella se sentó dos filas detrás de mí. Pasaron las tres primeras horas y sonó la campana indicando el comienzo de nuestro descanso, esperaba no volverla a ver en todo el maldito día, me había ganado reputación de solitaria y malota, casi nadie me dirigía la palabra y agradecía eso, no me gustaba hablar con nadie, prefería la soledad. Fui hasta una pequeña colina en el patio de la escuela y me acosté en el césped del patio, poniéndome los cascos y usando la mochila como almohada, preparándome para los cincuenta minutos que duraba el descanso, esperaba pasarlo sola y en completa calma, sola con mi música, pero entonces volvió a aparecer:

- Ahí estás roja.

*****

Bueno aquí otro capítulo de esta historia en proceso, parece que nuestra protagonista tiene una nueva amiga, pero ¿qué esconde esta chica de cabello blanco? Tendrán que esperar para saber la respuesta 😏, nos vemos la próxima semana un abrazo fuerte bye.

Libro 1 | Saga Elementos | Fuego: La Hija del FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora