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Probablemente seria sentenciado esa misma mañana.

Eso fue lo que pensó Jungkook cuando los primeros rayos del sol iluminaron tras la pequeña ventana de la habitación los ojos del castaño.
Ese día Dios decidiría su futuro.
Llevaba dos semanas encerrado sin ningún tipo de contacto con la gente y había comenzado a contar los días que pasaban y desde la última vez que había podido coger la mano de Lisa.
Nunca pensó que sería para siempre cuando la apartaron de su lado, cuando su mano se deslizó sobre la suya y el último contacto visual fue realizado, ni siquiera pudiendo decirle que la quería.

La puerta se abrió de repente cuando menos se lo esperaba y dos de los que le habían mantenido cautivo se acercaron hasta él, dandole la vuelta a una silla y pidiendole de la manera más amable posible que se sentara ahi.
Sin decir ni una palabra comenzaron a cortarle el pelo de una manera rápida y dejando a la vista su cuello, si no hubiera sido que era el peinado típico de la época, no hubiera sospechado que quizás habría llegado su final.
Lo cogieron por los hombros sin preguntar, levantandolo y comenzaron a caminar rápidamente escaleras abajo, sosteniendolo, pero Jungkook solamente quería que le dejaran ver a Lisa aunque fuera una última vez.

—¿A dónde me llevais? —preguntó de una manera desinteresada.

Los dos siguieron caminando.

—A los tribunales, sereis judgado en media hora. — anunciaron, y Jungkook sintió su cueroo estremecerse.

—¿Así es como se trata a vuestro rey? — preguntó con sarcasmo, algo sorprendido.

—Dejó de ser nuestro rey cuando trató de huir del país en cuanto saltaron problemas. — uno de ellos fue el más rápido en contestar.

Todo se quedó en silencio y cada vez el trayecto hasta el judgado se hizo lo más pesado para Jungkook. Pero una vez allí sus nervios salieron a flor de piel, no tenía por qué dar explicaciones de nada, él solo respondía ante la autoridad, y esa autoridad era Dios, no una panda de revolucionarios.
Lo único que quería él era que Lisa estuviera bien.

— Majestad, vayamos al grano. Se le acusa de alta traición a la nación y manipulación de presupuestos, con lo cuál es evidente que no puede objetar, mas yo mismo añadiré otra acusación. — Jungkook no había abierto la boca desde que se había sentado, quieto y silencioso escuchó la acusación que el juez quería inculparle. — Todos en esta sala sabemos que aliarse con el enemigo es una muestra de flaqueo, de derrota ante el enemigo, por no hablar de su mujer, enemiga austriaca que nunca será reconocida como reina después de traicionar a la corona.

Jungkook levantó su cabeza por fin, no, no hablaría, eso iba a dejarselo a Dios, él solo objetaría mentalmentr sobre lo que tenían que decir sobre Lalisa.

—¿Tiene su majestad algo que objetar a las acusaciones que se le implica?

Cerró su boca, haciendo saber que no diría ni una palabra, si ese era el destino que Dios quería para él entonces que así fuera.

—¿No hablareis?

—Solo Dios responde por mi y yo por él, no debo dar explicaciones a un simple juez del infierno mientras que el verdadero juez escucha mis oraciones.

Su cuerpo se relajó justo después, dando a entender que no diría ni una sola palabra, haciendo que el veredicto se  preparara más que pronto.

—La republica del estado francés acusa pues a nuestro rey Jungkook XVII de fraude, traición a la corona y manipulación de presupuestos del estado, finalizando con una unión junto a el enemigo. — su voz fue clara y precisa— El estado acusa a nuestro rey y por tanto como sentencia el tribunal lo condena a muerte por decapitación.

Las voces comenzaron a surgir y Jungkooo levantó rápidamente la cabeza. ¿Quienes creian que eran para condenar a su rey? ¿Cómo podía ser eso posible? ¿A caso las clases habín cambiado?
¿Qué pasaría con su país? ¿Y su mujer y sus hijos? ¿Desterrados a Austria? ¿O simplemente condenados a la misma suerte? ¿Llegaría algún día su hijo a ser rey bajo una república?

Las preguntas comenzaron a surgir en la mente del castaño cuando lo levantaron para llevarselo, no era posible creer que el estado fuese a desatar lo que parecía una revolución.

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Al final te iras como nunca creí que lo harias.

Es probable que mi vestido se haya tornado negro con la tristeza de mis lágrimas como el lago que un día visitamos.

No puedo parar de pensar en ti a cada segundo que sé que pronto dejarás de pensar en mi, porque me dejarás sola en este mundo de tristeza, soledad y ferocidad.

Tengo miedo a la oscuridad como tu lo tienes de esa afilada pala.

Por eso llevo sin levantarme de la silla desde que reciví la carta que me notificaba que correrías un destino indigno de un rey, esposo y padre. Uno que siempre se ha preocupado por mí, que me ha cuidado y que me ha dado una familia.

Una lágrima se desliza por mi mejilla según cierro los ojos y siento como ni rostro envejece a cada hora que pasa, haciendome mayor, pensando en que nunca volveré a verte y que no pude decirte que te amo.
Pero para eso una pluma y unos trozos de papel se me han sido proporcionados y trato de encontrar las palabras para despedirme de ti, siendo yo misma y recordandote que estarás esperandome en el cielo, probablemente junto a nuestros queridos hijos ya fallecidos, pero de lo que estoy segura es que ambos nos volveremos a encontrar tarde o temprano, y como solo es cuestión de tiempo me escondo en la oscuridad que me ciega de dolor y te escribo una carta que probablemente nunca llegues a leer.

Siempre seré tuya, siendo la única persona que ha podido amarte, y a pesar de haber sido objeto de burlas y haber sido cabeza de turco para muchos de los rumores de que tal vez podrías estar con otra mujer, yo sabía de entre todas las personas que eso no era verdad, porque el tiempo que "pasabas con ellas" siempre lo pasabas conmigo, por eso creo que tal vez no lleguemos a encontrarnos al final del todo, porque a pesar de haberte amado, también he gustado de otra persona y sé que Dios me lo hará pagar.

+16|| 𝗠𝗔𝗥𝗜𝗘 𝗔𝗡𝗧𝗢𝗜𝗡𝗘𝗧𝗧𝗘 <<마리 앙투아네트>> [LISKOOK] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora