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—No me está entendiendo, reclamo ver a mi marido ahora mismo.

—Lo siento, alteza, pero ahora mismo es imposible.

Lalisa se puso recta, observando al chico delante de ella, casi sin expresión en el rostro y sin mantener un contacto visual con ella.
Un general pasó a pie justo a su lado y Lalisa giró su cabeza disimuladamente para observarlo. Casi ni se había dado cuenta de su presencia.
Su muñeca fue agarrada por el rubio, acercandola a él.

—Su majestad me ha pedido que le comunique que esté tranquila, alteza, que todo acabará cuando la oscuridad llegue a París.

"Todo acabará cuando la oscuridad llegue a París"

La mano de Lisa se relajó y el chico se inclinó, mostrando el debido respeto y Lisa asintió, confusa por unos instantes mientras que pensaba. ¿A qué quería referirse con eso? ¿A caso Jungkook cumpliría su promesa? ¿La protegeria?

Si era así, pronto todo acabaría y podría llorar a Dios junto a donde el alma de su madre perecía.

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—Permitame ayudarle, majestad.

Jungkook se alejó del carruaje escondido en la parte inferior del palacio de Las Tullerias y pasó su mano por su frente, observando el único baúl siendo cargado en este.

No iba a ser fácil, pero iba a hacerlo por Lisa. Por su mujer y sus hijos, los cuales no se merecian ver a sus padres sufrir  y ellos tampoco. Cuando Eunbi se le aparecía en la mente siempre divisaba a una niña pequeña, la cuál era feliz y necesitaba que la quisieran mientras que  a Jungkook lo veía como a un niño listo y decidido, pero todavía era demasiado pequeño.

—Majestad, ¿os encontrais bien?

—Sí, no os preocupeis, iré a llamar a mi esposa, si me disculpais. — segundos después sus talones giraron hacia la otra dirección y comenzó a caminat tratando de no mostrar sospechas hacia la habitación matrimonial, pero Lisa no se encontraba allí asique probó en la de sus hijos.

Tras picar varias veces, Lisa abrió la puerta y este entró, cerrando después y procurando entrar en la habitación para que nadie pudiera oirles.

—Jungkook, pensé que estabas en una reunión importante... — sus ojos volaron a la pequeña de rizos, la cuál observana un cuento en sus manos y sonreía, escondiendose debajo de la manta en cuanto vió a su padre, sin embargo Jungkook corrió a las piernas de Lisa para tratar de esconderse mientras miraba al castaño.

—Lisa, necesito que te prepares, yo me encargaré de los niños. — explicó, cogió por los brazos al pequeño y se separó de Lisa para dejarle intimidad, desvistiendo al niño primero.

—¿A donde piensas ir, Jungkook?

—No vamos, Lisa, esta misma noche.

Lisa sin embargo, por muchas ganas de irse que tuviera, sabía que Jungkook tenía miedo de lo que les pudiera pasar. No habría previsto esto en años  y puede ur hubiera muerto sin pensar en ello. Tenía la culpabilidad de su familia en los hombros y el pueblo había estallado. Las Tullerías solo era una parada para vigilarles. ¿Pero quién estaba detrás de todo?
Hacia dos semanas había salido en la prensa un nuevo inventor, Monsieur Guillotine. Solo con leer el artículo se le habían puesto los pelos de punta y pudo comprobar por si mismo lo que ese artilúgio podía hacer. Desde que ese artículo había sido puesto en manos de Robespierre el miedo y las ejecuciones habían comenzado por parte del pueblo, y eso no le gustaba nada.

Su pueblo caía y con él la misma monarquía.

— Jungkook, Eunb está lista y yo también lo estoy.

El chico abrochó los botones de la camisa del niño y lo cogió en brazos, dandose la vuelta para observar a Lisa.
Su traje era de lo más simple posible, siendo uno de los que las damas usaban para limpiat las chimeneas del hogar y Jungkook optaba por la misma vestimenta. Los niños postaban unas ropas algo más abrigadas pero seguras.

—Bien, yo iré con Jungkook y tú irás con Eunb, si alguien te pregunta le dices que salís al jardin a dar un paseo, no hables con nadie, no mires a nadie y haz el mínimo ruido posible. — las órdenes las pensaban los dos en su cabeza, pero solo él las decía, Jungkook estaba seguro de que saldría bien, llegarían a Austria y podrían refugiarse de la tempestad.
—Y Lisa — la rubia giró su cabeza, observandolo unos instantes. Su corazón latía a más de mil por hora, no era capaz de asimilar lo que iba a pasar, pero tampoco podría ver lo que les esperaba. Nadie sabía nada.
Por eso ambos compartieron sus miedos unos momentos antes de seguir hablando, ambos aferrando a los niños a sus pechos y suspirando una vez más.
Sus pesadillas estaban presente en sus días, pero en sus noches la oscuridad opacaba toda seña de luz, una a la que no podían acceder.— nos vemos en el carruaje.

+16|| 𝗠𝗔𝗥𝗜𝗘 𝗔𝗡𝗧𝗢𝗜𝗡𝗘𝗧𝗧𝗘 <<마리 앙투아네트>> [LISKOOK] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora