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—Señor, el carruaje ha llegado.

Hacia una hora que el silencio reinaba en la habitación y ni siquiera los niños se había movido. Todos esperaban por el carruaje lleno de bordados que los trasladaría a Las Tullerias; destino precisamente elegido por Lisa y controlado por Jung.
Con la familia real en la ciudad podría tenerlos mejor controlados, serían una buena baza para la revolución y aunque no pretendieran hacerles nada, siempre había idealistas de una república estable. ¿Quién no iba a pensar que el señor Jung lo era?

Lisa fue la primera en levantarse, seguida por Jungkook y luego los niños, siendo conducidos por los largos pasillos de Versailles una última vez.
Cinco minutos eternos que parecían no acabar eran demasiado sobrecogedores para Lalisa, la cuál practicamente había madurado ahí, entre esas paredes llenas de cotilleos y rodeada de personas que le hacian la vida mucho más fácil, pero que desgraciadamente había tenido que mandar fuera para que no sufrieran riesgos.
Una vez fuera toda la gente observaba con una fria mirada a la pareja de jóvenes. Lalisa, la reina a cuya cabeza habían puesto precio como recompensa era acusada de traidora por el pueblo.

Tras poder acceder al coche que los esperaba, estos se dirigieron por última vez a Versailles, admirandolo con el esplendor que merecía.
No solo había sido hogar de ambos, sino de sus hijos, de su hija, la cuál ahora descansaba en la iglesia. Todo se volvía de color negro al regresar a ese día.

—¿Piensas en algo? — añadió Jungkook, dirigiendose a ella por primera vez desde que todos se subieron al carruaje.

—Me estoy despidiendo. — murmuró la rubia, admirando por última vez aquel lugar y sus grandes jardines. Esperaba poder regresar muy pronto si bien la revolución se calmaba.

Ambos asintieron a la vez y Lisa se agachó para coger a su niño en brazos, columpiandolo de arriba abajo, haciendole sonreir y por lo mismo haciendolo ella también.
Poco después llegaban a París, tras pasar varias de las calles más agitadas por el rumor del traslado de la familia algunos parecían ya estar reunidos, algunos incluso parecían ansiosos de venganza, pues lo primero que vieron al llegar fue la promesa de colgar con aquella cuerda la cabeza de Lalisa en una farola asegurada en las calles de la capital.
Su cuerpo se debilitó al instante, sintiendose frágil. Eso no era lo que Jungkook le había prometido, y ambos lo sabían.
Cuando llegaron a su nuevo destino tuvo con mucho adelanto asentar todas sus cosas allí, conociendo a los miembros de la cámara de los lores, los cuales no se quedaron mucho tiempo.
Sus ropajea habían sido camiados por unos más simples, y por primera vez en veinte años Lisa no se podía quejar de que le angustiara su corset.
Sin embargo no aguantaba quedarse su angustia, debía compartirla y no podría aguantar a que su marido terminara la reunión.
Se paró frente a la puerta, bajando su cabeza y sin siquiera tardar en pensarselo abrió la puerta interrumpiendo la reunión, haciendo que todos se voltearan a mirarla.
Ya no daba la impresión de que aquella chica de treinta y seis años fuera la reina de Francia, parecía una muchacha asustada, tratando de recuperar lo que nunca había tenido.

—Caballeros, ¿podrían disculparme un momento?

Todos en la sala asintieron y el castaño se levantó de sus silla, saliendo fuera de la sala para acompañar a Lisa a la otra habitación, cerrando la puerta.

—Lisa, estoy en medio de una reunión importante— susurró Jungkook, observandola.

Lisa negó con su cabeza, juntando sus manos en una y se acarició a si misma.

—No servirá de nada, van a matarnos. Van a matarme.

Ambos se callaron por varios minutos.

La tensión era evidente en ambos y el pueblo llevana razón respecto a Lisa, siempre había sido una chica despreocupada por todo, no se paraba a pensar las cosas dos veces y eso la había llevado al abismo, a uno del que no podía salir.

—Nadie va a matarte, Lisa— se acercó hasta ella para agarrar su mano— Lisa—la llamó— Nadie va a matarte, no mientras yo siga aqui.

Lisa levantó la cabeza para negar frente a él.

—Los he oido, a todos, me van a acusar de todo lo que puedan— La rubia se dió la vuelta, negandose a mirarle y él se apoyó en su espalda. — Y a ti también te van a matar.

—Lisa, tranquila...

—¿Qué crees que les harán a nuestros hijos cuando ya nos hayan cortado la cabeza? ¿Qué crees que harán con Eunb? ¿Crees que la dejarán? ¿Que la meterán a monja y le harán repetirse que es huérfana? ¿Que sus padres fueron unos simples vagabundos? ¿Que probablemente la torturarán hasta matarla? — su voz se quebró, deshaciendose del abrazo de su marido y se dió la vuelta para mirarle. — ¿Qué crees que harán con Jungkook y SoonYoung?

El silencio volvió a realzarse, siendo roto por Jungkook tiempo después.

—No lo sé, Lisa, no lo sé...

—Ni siquiera tomarán tu opinión en sagrado juicio de Dios, Jungkook, esa reunión es una farsa. — Lalisa se puso de rodillas en el suelo, llamando la atención de Jungkook, el cuál bajó su cabeza para observarla. Era y siemore había sido verdad que Lalisa era una gran católica, creyente en la fe de Dios.

—Lisa, ¿qué haces? — el castaño se arrodilló como ella, cogiendo sus hombros ligeramente para acercarla hasta él.

—Me prometiste que no me pasaría nada, que nadie me mataría...— sus brazos se unieron en un abrazo, dejando que la rubia enterrara su cabeza en el cuello contrario lentamente.

—No voy a romper mi promesa, Lisa.

—Ya la has roto, Jungkook.

Los últimos susurros de esa noche desencadenaron en un llanto femenino interminable.


+16|| 𝗠𝗔𝗥𝗜𝗘 𝗔𝗡𝗧𝗢𝗜𝗡𝗘𝗧𝗧𝗘 <<마리 앙투아네트>> [LISKOOK] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora