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El metro volvía a estar tan atestado que no pudieron hablar de camino a Southwark. Y en la abarrotada cafetería del Globe tuvieron que sentarse los dos pegados. Era una sensación extraña. Michael estaba acostumbrado a abraza y besar a Camila en la mejilla, pero aquello era distinto. Era consciente de la suavidad de su piel, de su exquisito olor a jazmín, vainilla y azahar y de la forma de su boca.  Y lo desconcertaba el repentino y fuerte deseo de besarla.

-¿Lolo?

-Lo siento. Apenas te oigo con este ruido- sin poder resistirse, la agarro y la sento en su regazo.

-¡Michael!-protesto ella, pero le rodeó el cuello con el brazo para no caerse.

-Es mejor si me hablas al oido- le dijo el, pegando su boca a su oreja- Así no tendrás que gritar y a mi no me dolerá la espalda por inclinarme hacia ti.

Ella lo golpeó con su mano libre, y Michael pensó que tal vez no hubiera sido buena idea. El aliento de Camila en su oreja le provocó una sensación tan peculiar como inquietante por la espalda.

-Lo siento... En parte- se disculpó el en tono jocoso, como siempre hacia. La solida amistad que mantenía con Camila permitía aquella clase de bromas- Será mejor que busquemos nuestros asientos-propuso cuando ella se acabó el vino.

-Si, vamos- se levantó de su regazo y Michael descubrió, asombrado, que echaba de menos su calor corporal.

La obra fue soberbia. Cuando Benedicto le dijo a Beatriz lo de <mi querida señora Desdén >, Michael miró a Camila y vio que ella también lo miraba. Le agarro la mano y lo complació enormemente que ella no la apartara. Cada vez que Beatriz y Benedicto coincidían en el escenario para librar sus ingeniosos duelos verbales, Michael se sorprendía pensando en el y en Camila.

《Nada quiero en este mundo sino a vos. ¿No es cosa extraña?

Su mano apretó involuntariamente la de Camila. Era absurdo. El no estaba enamorado de ella. Camila era su amiga, nada más. No estaban saliendo juntos. Tenia que recobrar la compostura. Pero por más que lo intentaba no conseguía soltarle la mano.

En el restaurante estuvieron conversando hasta que les sirvieron la comida.

-La próxima vez tendremos que traer también a Dinah-dijo el- Y a mi madre, si se siente capaz.

-¿Cómo esta?

-Ya conoces a mi madre. Nunca admitirá que se siente mal-suspiro- Pero el lupus... Estoy preocupado por ella.

Camila le apretó la mano por encima de la mesa.

-Se pondrá bien, Lo. Dinah me lo ha contado todo. Aún no han encontrado una cura para el lupus, pero pueden mantener controlada la enfermedad con la medicación.

-Tardaran bastante en encontrar el tratamiento adecuado para ayudarla-dijo el con una mueca- He leído mucho sobre el tema. Estaba en Turquía cuando Taylor me llamó y fui inmediatamente a verla, pero no basta con un fin de semana de vez en cuando.  Tengo que pasar más tiempo con mi familia o vivir cerca de ellos. No quiero decir que vaya a irme a vivir con mis padres, pero quiero cumplir con mi parte. No es justo que les deje todo el trabajo a las chicas. Soy el mayor y nuestros padres son mi responsabilidad.

Camila arqueo una ceja.

-Creo que tus padres dirían que la responsabilidad es suya.

-Puede ser-fruncio el ceño- Mi madre se hace la dura, pero se que odia mis largas ausencias y que se asusta cada vez que oye por la televisión que se ha producido una revuelta cerca de donde yo estoy. No necesita ese estrés adicional.

-Lo, no es culpa tuya que tenga lupus.

-¿No? Tiene relación con el estrés.

-Apuesto a que casi todo ese estrés se lo provoca su trabajo. Dinah dice que se siente mucho mejor desde que se redujo la jornada laboral.

-Aun así, no le hace ningún bien preocuparse por mi.

-Entonces le gustará saber lo de tu nuevo trabajo.

-Todavia no he conseguido ese trabajo- le recordó el- Y si deciden que mi perfil no garantiza fidelidad a la empresa...

-Lo, ¿de verdad tienes que casarte para darles una imagen más responsable? ¿No sería suficiente con estar comprometido?

El lo pensó.

-Si, seguramente bastaría con un compromiso.

Un Brote De Esperanza (Camren Gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora