Capítulo 9: El trabajo de un hermano mayor

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Jakotsu se pegó a los estrechos senderos del bosque. Probablemente sería el primero en regresar a la cueva de seguridad. De todos los hermanos, Jakotsu fue el mejor rastreador. Era una especie de habilidad, muy parecida a la que tenía para la lucha con espadas. Había sido entrenado de joven por uno de los samurais del emperador, y sus habilidades se habían desarrollado rápidamente. Tuvo mucha suerte de haber recibido ese entrenamiento, en realidad, porque su madre era costurera. Costurera muy reconocida, sí, pero sigue siendo de clase trabajadora, incluso si ella misma vistió a la Emperatriz de Japón. Sin embargo, en Kioto nunca usó esas habilidades con la espada.

¡Qué diferente había sido su vida antes de conocer a Bankotsu! Se había convertido en un poderoso sirviente de daimyo y, como tal, nunca había tocado una espada después de que su entrenamiento había terminado. ¡Su cara bonita y sus habilidades en la cama del daimyo habían sido lo que lo aseguró en la vida, no su fondo de samurai, sin duda! No fue sino hasta el día en que fue despreciado por ese daimyo, su apuesto Yoshinki, que recuperó sus habilidades con la espada. Después de todo, uno no es abandonado por un daimyo y simplemente se aleja para hablar de eso...

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<<Hiroshi se había emborrachado bastante esa tarde, ese día pasó desesperadamente tratando de olvidar su dolor y se detuvo en una posada fuera de los muros del castillo. Quería que cesara el dolor, pero solo se volvió más opaco con el licor, nunca se detuvo. Había entrado un hombre muy joven con profundos ojos azul oscuro y una trenza que le llegaba hasta el borde del hombro, balbuceando junto con una enorme alabarda en el otro hombro. Y aunque era hermoso para la vista (incluso con los ojos borrachos y desconsolados), Hiroshi pensó que parecía bastante tonto al mismo tiempo.

-¿Le robaste eso a tu papá?- Hiroshi se arrastraba, señalando esa alabarda indignante.

-¿Qué, esto? ¡Es mi Banryu!- El joven respondió con orgullo, acariciando la alabarda con una extraña caricia afectuosa. Hiroshi le dio al joven una larga mirada de arriba abajo. -Banryu, ¿eh? Apuesto a que esa cosa no es lo único que llamas Banryu...- se rió y guiñó un ojo lascivo.

-¡Oh, genial, acabo de regresar a Japón, y la primera persona en darme la bienvenida es un maricón borracho!- El joven resopló. A Hiroshi no le importó, solo dejó escapar una risa ruidosa y resonante e intentó poner su brazo alrededor del hombro del hombre más joven.

-Entonces sabemos que tu miembro tiene un nombre, ¿qué tal tu otra cabeza? ¿Cómo te llamas?- Hiroshi preguntó.

-¡Me llamo Bankotsu!- él respondió con la mayor seriedad. Sin embargo, esta seriedad se perdió por completo en el borracho Hiroshi.

-¡Oooh! ¡Ban-kot-su! ¡Mal-cu-lo!- Hiroshi se rio de nuevo. Su risa era contagiosa; muchos otros, a pesar de sí mismos, comenzaron a unirse. Bankotsu no estaba para nada divertido. Se sonrojó y mostró a Banryu, bajó la gran espada frente a la cara de Hiroshi. Pero en lugar de alarmarse por la proximidad del arma mortal a su cuello, Hiroshi examinó su reflejo en la brillante hoja ancha.

-¡Oh, me veo como una mierda! ¿Por qué no me dijiste que tenía estas bolsas debajo de los ojos, maldita sea? ¡No es de extrañar que mi amante me haya echado!-

-¡Pareces una mierda porque sigues bebiendo esta mierda barata! ¿No puedes pagar algo mejor? ¡Te vestiste como pudiste!- Bankotsu observó.

-¡Tomo mierda barata porque me siento como una mierda barata, Bankie-chan!- Hiroshi lloró.

-¡Hmph!- Bankotsu dijo, luego se soltó del agarre de Hiroshi y se sentó afuera de la posada. Hiroshi no le hizo caso al joven otra vez. Después de todo, estaba a punto de recibir algunas visitas nuevas...

Pequeña HermanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora