23. Mala persona

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CASANDRA

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CASANDRA

Una vez más, había entrado en el ridículo juego de Noah; o lo que es peor, había aceptado ser su juguete.

Noah era infantil, caprichoso, reservado, maleducado, celoso, demasiado creído, inaguantable y un completo capullo; pero también era divertido, astuto, ingenioso, discreto, extrovertido, seductor, muy atractivo y, en ocasiones, su compañía llegaba a resultar agradable.

Nunca pensé que fuera una mala persona, tampoco me imaginé que pudiera estar metido en tantos problemas.

—Es bonita, ¿verdad? —preguntó la rubia tras hacernos una visita guiada por la casa. Me daba rabia que ella tuviera tanto, cuando yo apenas había tenido nada. ¿Qué tenía ella para merecer más que yo? ¿Qué la hacía ser mejor?

—Tal y cómo la recordaba —respondió Noah sonriente.

—Bien, bueno, ¿y qué hay que hacer? —apremié. Cuanto antes acabásemos, antes podría largarme de ahí.

—Ay chica, pero que aburrida eres —rio la rubia mientras se colgaba del brazo de Noah.

Repartimos las tareas y me tocó salir al jardín a rastrillar las hojas; el inconveniente era que el rastrillo y el recogedor estaban en el cobertizo, que quedaba lejísimos. Aquella propiedad era inmensa.

Le di un beso a Marco y, tras rechazar su ayuda, fui al maldito cobertizo. Estaba oscuro y tuve que rebuscar entre los armarios hasta dar con el rastrillo, pero el maldito recogedor no aparecía. Demoré mucho buscando y, tras un rato largo, salí de allí sin él.

No me esforcé en levantar el rastrillo, simplemente lo llevé arrastrando por el suelo. No es novedad que yo fuese una persona excesivamente torpe y, aunque ahora resulte difícil reprimir la risa al contarlo, en ese momento quise llorar. Me perdí por el jardín. Muy gracioso, ¿verdad? Pues la cosa mejoró cuando, tras quince minutos dando vueltas, lancé el rastrillo al suelo malhumorada y escuché un gruñido. Actué como en las películas de terror cuando se oye un crujido; alcé la cabeza y volví el rostro hasta ver a dos perros enormes que gruñían. Eran dos Rottweiler y estaban muy enfados. Pensé en que solo eran perros, no iban a atacarme sin motivo; pero sus gruñidos hicieron que me acobardase. Tragué grueso y, tras dilucidar un segundo, salí corriendo, dándole a los caninos un motivo para perseguirme.

No era capaz de volver la vista atrás para asegurarme de que los perros me pisaban los talones; sus gruñidos los delataban. Así que tan solo corrí sin tener ni la menor idea de hacia dónde me dirigía. Pasé miedo, estaba aterrada, y de tanto correr, me faltaba el aire. Fue una de estas situaciones que imaginas irreales y, lo cierto es que nunca me hubiera imaginado que pudiese correr tanto. A pesar de que yo había salido corriendo con ventaja, los perros estaban a punto de alcanzarme.

Entonces vi a Noah y sentí alivio, al menos no iba a morir. Él estaba allí, arreglando a saber Dios qué de la fachada, hasta que chillé su nombre y se volvió hacia mí.

Perfecta [✔️] [Perfectos #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora