25. Promesa

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CASANDRA

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CASANDRA

Noah tenía un don para lastimarme.

Me quedé ahí, estática en el centro de mi habitación intentando entender lo que había dicho porque, incluso sin comprenderlo, me había dolido. ¿Por qué ese reproche?

Tomé una bocanada de aire y apoyé las manos sobre la puerta, empujando para que nadie pudiese irrumpir en ese momento de ruptura que sufría con cada maldito comentario del muchacho de los ojos azules. Estaba a punto de desmoronarme de nuevo, y está vez no tenía a quién recurrir.

Estaba intentando mantenerme en pie, ser fuerte para poder seguir adelante, pero todo eran empujones para volver a tirarme al charco. Y no estaba segura de poder levantarme una segunda vez.

Cerré los ojos y volví a tomar aire. Noah no importaba, no cuando estaba con Marco y me hacía tanto bien.

Afortunadamente, cuando compartes piso con cuatro personas, no puedes estar solo demasiado tiempo y, antes de que pudiera comerme la cabeza con malos pensamientos, tres golpes a la puerta me hicieron apartarme y fingir mi mejor sonrisa; ya era una experta.

Abrí y mi sonrisa se volvió cálida cuando me encontré de frente con unos coloridos iris verdes.

—¿Te pillo ocupada? —cuestionó el rubio mientras se apoyaba en el marco de la puerta y aprovechaba para ojear el interior de la habitación.

—En absoluto —me crucé de brazos para evitar que viese demasiado—. ¿Querías algo?

—Ah, sí. Hemos quedado todo el grupo de la clase para ir a tomar algo y venía a preguntarte si querías venir —alzó las cejas y apretó los labios en una fina línea. Supongo que esperaba una negativa, porque era la única respuesta que había recibido por mi parte. La gente de mi clase quedaba casi todas las semanas, y Eloy siempre me preguntaba. Por lo visto había pasado a ser la desconocida de la clase y, de no ser porque pasaba todo el tiempo junto al rubio, nadie se hubiera percatado de mi existencia.

Iba a negarme, pero era un buen momento para superar a mi padre y olvidarme de Noah un rato, ¿verdad?

—Claro —respondí con cierta inseguridad.

El rubio se atragantó con su propia saliva por la sorpresa.

—Pues... Nos vamos a las diez —dijo con una sonrisa y se apartó de la puerta. Asentí antes de que se alejase canturreando.

Eloy era de esas personas que contagian su felicidad, por eso me agradaba su compañía, sentía que no podía haber un amigo mejor que él.

Mientras me vestía, comencé a replantearme si era una buena idea, al fin y al cabo, no estaba en mi mejor momento cuando acepté la invitación; pero siendo sincera, Marco no llegaría hasta tarde y, estando allí encerrada no haría más que martirizarme. Así que para las ocho y media ya estaba arreglada. Pensé en ponerme unos vaqueros holgados, pero con esa ropa llamaría más la atención que poniéndome unos leggins como el resto de las chicas; no obstante, sí me puse una sudadera lo suficientemente grande como para tapar hasta la mitad de mis muslos. Tampoco me calenté demasiado en arreglarme el cabello, tan solo me lo cepillé y lo dejé caer sobre la capucha.

Perfecta [✔️] [Perfectos #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora