15. Desafiando a Noah

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CASANDRA

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CASANDRA

No quise encerrarme en mi habitación aquella noche porque el día había estado lo suficientemente animado como para no poder soportar el bajón de la oscuridad. Quería mantener el buen ánimo, pero las pesadillas no me lo permitirían.

¿Cómo iba yo a saber que aparecería Noah a las dos de la mañana para entretenerme?

Después de que desapareciese me quede allí, esperando. ¿A qué? ¿A qué volviese? Como sea, no lo hizo. Me dejó allí, anhelante tras haberme besado de nuevo y, aunque estaba confusa, aquello me gustó lo suficiente como para no pensar en las consecuencias.

¿A qué diablos estabas jugando, Noah?

No llegué a pisar mi habitación aquella noche, de hecho, me quedé dormida en el sofá, y ahí fue donde desperté el sábado por la mañana.

—Te ves muy graciosa cuando duermes —dijo alguien antes de darme un toque en la nariz. Abrí los ojos y me esforcé en enfocar a Marco, acto seguido me tapé la cara con los brazos.

—Joder... —mascullé. Aquello era incómodo. ¿Me estaba viendo dormir?—. ¿Qué hora es?

—Es sábado —respondió divertido—. Puedes dormir cuanto quieras.

Adormilada me di la vuelta y escondí la cara entre los cojines.

No volví a coger el sueño, pero estuve dormitando hasta que llegó Ian dando gritos como de costumbre.

—¿Has dormido aquí? —preguntó sentándose en el bordillo junto a mis pies—. Si tu cama es incómoda, podrías haberte venido a la mía.

Y con ese comentario me echó.

—Buenos días, Ian —mascullé levantándome y alejándome con pasos vacilantes. Me froté los párpados y cambié mi rumbo hacia la cocina. Necesitaba café, solo eso.

—Ya era hora —dijo el italiano animado mientras me daba un ligero pellizco en el costado. Se estaba tomando demasiadas libertades, pero la culpa era mía por no pararle los pies. No era un mal chico, su intención era buena; aunque un tanto perversa, todo hay que decirlo. Yo era consciente de mi problema y de cómo hacía un drama por nada, así que me lo callé; no quería volver a ser el centro de atención.

Me di la vuelta para salir de la cocina y ahorrarme cualquier otro comentario, pero la suerte nunca ha estado de mi parte, y fue por eso que me estampé contra alguien: Noah.

Había pensado en evitarle para ahorrarme los momentos incómodos, sin embargo, me había topado de frente con él.

Le miré ojiplática sin saber qué decir. Podía sentir cómo mis mejillas empezaban a calentarse al igual que una resistencia; y no lo hice de forma voluntaria cuando me fijé en sus labios. Los mismos labios que me habían besado la noche anterior.

—¿Te ha comido la lengua el gato?

Levanté la vista desde su arrogante sonrisa hasta sus cejas, las cuales mantenía alzadas con prepotencia.

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