29. Apuesta segura

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CASANDRA

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CASANDRA

Los humanos somos los únicos seres capaces de tropezarnos veinte veces con la misma piedra. Dicen que de los errores se aprende, pero nosotros incluso buscamos la piedra para tropezar una vez más.

Mi piedra era Noah.

—Ey, Cassie, mira esto.

Me acerqué al rubio y alcé la ceja. Estábamos en un centro comercial y, por alguna extraña razón, me había llamado para que fuese al pasillo de las radios. Estaba por preguntar, cuando habló y no quise arruinar el momento.

—Hola, Alexa —dijo con voz juguetona. Al no recibir respuesta alguna, frunció el ceño y preguntó—: ¿Alexa? Debe estar apagada...

—Es una radio —carcajeé. ¿Cómo no se había dado cuenta? Había un cartel enorme en el que ponía «radios» justo encima de las estanterías.

Eloy abrió la boca y suspiró, justo un segundo después, escuché las risas de Ian a mi espalda.

Habíamos salido a comprar algunas cosas que faltaban en el piso y a buscar unos altavoces nuevos, porque los del apartamento habían sido víctima de uno de los violentos juegos de Ian y Eloy. Esa misma mañana, el rubio fue a darle una patada al muchacho de las gafas y, no sé cómo, se enganchó con los cables y tiró todo el equipo de sonido. Pensamos que a Noah le daría un ataque al ver aquello, pero le dio absolutamente igual, ni se inmutó; parecía estar de cuerpo presente y mente ausente, completamente distraído.

—Creo que estos están bien —gritó el italiano desde el pasillo paralelo. Mis risas y las de Ian cesaron. Eloy tenía el rostro colorado por el bochorno, y aquello me hizo ahogar una última risa.

Marco me abrazó en cuanto me tuvo lo suficientemente cerca; desde la carrera estaba muy meloso conmigo y aquello hizo que me sintiese peor. Pensé que si besaba a Noah, el italiano y yo estaríamos en igualdad de condiciones y que no podría guardarle rencor; pero ahora sentía remordimientos. Lo cierto era que había disfrutado de aquel beso, que Noah era esa cosa prohibida que quieres por el simple hecho de que sabes que no la puedes tener.

—Princesa, tengo que irme —dijo plantando un beso en mi frente. Eran pequeñas muestras de afecto que lograban hacerme sentir querida, pero que carecían de valor si las usaba para alivianar una mala noticia.

—¿Qué?

—Me han llamado para algo urgente y me tengo que ir, pero te prometo que mañana voy a pasar todo el día contigo, ¿vale? —apeló. Yo no podía decir nada, lo último que quería era ser una persona controladora y hacer sentir mal a Marco. Asentí y nos despedimos con un suave beso en los labios. Después le dijo algo a los chicos y, tras despedirse una última vez haciendo un gesto con la mano, se fue.

Suspiré y forcé una sonrisa antes de volverme hacia los chicos. Para no variar, Ian me estaba mirando mal, me había cogido asco y yo ni siquiera sabía el porqué. Lo cierto es que tampoco me importaba demasiado, era evidente que él estaba de parte de Noah y que no habría forma humana de contentarle. Nunca lo vi como un mal chico, de hecho, era un buen amigo para el desgraciado de los ojos azules, y aquello no era algo reprochable.

Perfecta [✔️] [Perfectos #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora