24. Podría enamorarme de ti

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NOAH

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NOAH

Arrepentimiento.

Esa era la palabra exacta para definir lo que sentía en aquel momento.

Me arrepentía por lo que le había hecho a Casandra, y me arrepentía por lo que me había hecho a mí mismo, por no haber acabado la última carrera. Ahora yo tenía la soga al cuello y ¿para qué? Para que lo eligiese a él.

¿Había sido culpa mía? Intenté estar bien con ella, me preocupé de su salud y dejé que se desahogase conmigo. ¿Qué había hecho mal?

Esa pregunta fue lo único que vino a mi mente cuando vi cómo Casandra dormía acostada en el sofá y con la cabeza acomodada sobre el regazo de Marco, mientras que este le acariciaba el cabello con dedicación. La miraba con idolatría y, entonces comprendí que se había enamorado de la muchacha.

Con todas las mujeres que hay en el mundo, y tenía que enamorarse precisamente de ella, ¿por qué? ¿Qué la hacía especial? ¿Sus traumas?

Di media vuelta y me encaminé malhumorado a la cocina. La puerta de la habitación de Casandra estaba abierta, y no pude evitar ver de reojo que el espejo seguía tapado. De vuelta a la cocina me pregunté si le había contado a Marco lo mismo que me había confesado a mí, o si a él tan solo lo tenía para que le diese besos y le hiciera de apoyo.

No fue hasta que me senté en una de las banquetas, que me di cuenta de que Lucky venía tras de mí meneando la cola. No voy a mentir, ese perro se había ganado mi cariño; era el único que me acompañaba durante el desayuno.

—¿Qué pasa, chico? Casandra no te hace caso por qué está demasiado ocupada con Marco, ¿verdad? —palmeé mi regazo y el perro apoyó sus patas delanteras sobre mis rodillas. Soltó un ladrido e intentó, inútilmente, lamerme la cara—. Ya te he dicho que besos no —repliqué acariciándole la cabeza.

Mis malos hábitos empezaban desde temprano. Prendí un cigarro y, cuando el animal arrimó su hocico para olfatear, le solté el humo en la cara; este empezó a saltar.

—No te confíes, chico, o saldrás mal parado —murmuré mientras el perro restregaba su lomo contra mi pierna en busca de algo de cariño.

Precisamente le estaba acariciando la cabeza cuando Casandra entró en la cocina.

Apenas habíamos cruzado un mísero saludo desde lo ocurrido en casa de Clara, y ya habían pasado tres días. La entendía, y por eso mismo ni siquiera había intentado entablar una conversación con ella; me limité a observarla con detenimiento e intentar descifrar lo que pasaba por su mente.

Le había dicho que era una decepción, y eso sin duda había sido un golpe bajo a su autoestima. Cuando tuve la lucidez suficiente como para arrepentirme, me odié por lo que había dicho, y porque había disfrutado al hacerle daño.

No le deseaba ningún mal, pero estaba resentido y, cuando bebía demasiado, el verdadero Noah salía a la luz.

—¿Dónde está mi niño? —dijo con voz melosa haciendo que el perro corriese hacia ella y, una vez más, me dejó con las manos vacías.

Perfecta [✔️] [Perfectos #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora