Para cuando el sol estaba a punto de esconderse, las dos jóvenes estaban en la lavandería en un intento por ayudar a su hermana mayor en sus tareas.
Thea había revisado la poca ropa que las niñas tenían y después de verificar que estuviera limpia, comenzó a hacer sus cosas. El señor Arlo y la señora Erin habían salido a vísitar a la familia de la señora, mientras que el gran señor Phoenix había recibido a un socio en su estudio y aún no habían salido. Así que ese día podría ser denominado como "Tranquilo".
Thea pasaba la ropa de un sitio a otro, con ayuda de Morgan. Jabón, suavizante y después a tenderla sobre una cuerda. Kiara solamente ayudaba a pasar de vez en cuando unas pequeñas pinzas para sostener la ropa.-He escuchado sobre un internado en Europa. Solamente las mejores familias podrían pagarlo, pero con algunas becas, y con el dinero que gano podría pasar.- Thea llamó la atención de Morgan.- No quiero que Kiara se quede aquí. Es muy joven para trabajar en un sitio así. Rodeada de hombres que solamente aspiran a tener una mujer sumisa y a mujeres que sólo esperan ser la siguiente en la lista del señor Phoenix.
Morgan parpadeó, sorprendida por la crudeza de su hermana y lo directa que había sido respecto a Kiara. De pronto se sintió cohibida y aterrada, completamente insegura. Morgan creía que el empleo de su hermana era algo agradable y tranquilo, pero ella lo hacía parecer algo aterrador. La verdad era que Thea lo había pintado lo más tanquilo posible. La familia Phoenix era algo siniestro y muy tedioso. El mayor, Abel Phoenix era serio y respetuoso, pero Thea también podía ser testigo de su crueldad y su libido insaciable. Cada chica de esa casa había terminado en su cama, menos ella. Al parecer el respeto del señor Phoenix si llegaba hasta los hombres casados y sus parejas. Luego estaba Arlo Phoenix, quien su mejor aliado era el sarcasmo y su excitante buen humor. Su esposa, por el contrario, era más reservada. De hecho, nadie de la casa podía hablar de Erin Bhyen de Phoenix como si la conocieran muy bien. Era un fantasma en esa inmensa mansión, no hablaba casi nada y jamás se le veía con regularidad. Sólo quedaban tres Phoenix, y eran suficientes para causar desastres.
-No lo sé, Kiara parece felíz aquí.- Ambas miraron a Kiara, que estaba separando las pinzas de cinco en cinco.- ¿Por qué quieres alejarla?
Morgan se sintió muy herida. Al parecer para ella, sus padres no eran los únicos que buscaban deshacerse de ellas.
-Yo trabajaré por las dos, haré que mi trabajo valga la comida que consumamos. No tienes porque enviarla fuera del país.- la voz de Morgan fue adquiriendo potencia.
Thea se dio cuenta de lo que su hermana había entendido y se sintió muy avergonzada. Antes de poder explicarse, Morgan salió de la habitación con el rostro rojo y las manos cerradas en puños. ¿Cómo podía ser tan tonta?
-Le darán la mejor educación.- habló fuerte, detrás de Morgan.
La joven se detuvo en las escaleras que llevaban a las cabañitas y se limpió las lágrimas con una mano. Se sentía tan decepcionada. No entendía nada, eso era lo sabía en realidad. Así que decidió escuchar. Thea por su parte, trató de sacar su lado más paciente y bajó los pocos escalones que le faltaban para llegar a su hermana. No iba a retirar su decisión, pero trataría que su hermana lo comprendiera, y tal vez, hasta podría ayudarla.
-Tu no tienes que trabajar, ayudar en lo nuestro tal vez. Pero de la familia Phoenix yo me encargaré. No te quiero cerca de ellos, menos de los trabajadores.- comenzó a explicar.- Kiara puede tener la mejor educación y despúes podrá apoyarnos a nosotras. No es que quiera que se vaya, sólo quiero una mejor vida para ella.
Morgan comenzaba a sentír muchísima curiosidad por la familia Phoenix, de quiénes al parecer su hermana tenía muy mala referencia.
-Esta casa es como una ciudad pequeña. Se rigen por sus propias leyes y sus creencias. No lo entenderías, pero sólo quiero que sepas lo importante que son ambas para mi, y si yo sigo aquí es por el dinero y Troy. Él no puede irse.- susurró lo último con mucho pesar.
Las palabras de Thea hicíeron que el miedo de Morgan se elevara hasta su garganta. ¿Qué demonios significa eso?, pensó. Morgan jamás había conocido personas con dinero, por lo tanto no sabía como se supone que deben comportarse. ¿Las personas de dinero pueden crear su propio mundo dónde sean ellos los que manden?, volvió a preguntarse.
-Ve a casa, yo terminaré sola.- le pasó la mano por el cabello.
Ambas se miraron, tratando de bajar la tensión.
Morgan se dio la vuelta y bajo el resto de la escalera sin siquiera levantar la mirada. Mientras tanto, Thea volvió al cuarto de lavado y descubrió muy agradecida que Kiara ni siquiera haya notado su desaparición.
La joven siguió caminando a pasos cortos hasta la casita de su hermana. Sólo a dos cabañas de la suya, se detuvo. Un hombre tocaba la puerta. Morgan lo miró confundida, ¿Quién era ese hombre que tocaba la puerta de su hermana? Troy, definitivamente no era. Usaba un pantalón negro, camisa blanca y tirantes. Muy elegante. Se puso aún más nerviosa cuando se dio cuenta de su enorme reloj. Era un Phoenix. Las palabras de su hermana se volvieron una ola inmensa que se dejaba ir con todo sobre ella.
Federick Young volvió a tocar la puerta con desesperación. Se supone que Moscú debía darle la lista de necesidades de compra, pero la anciana lo envió en busca de Wright, pues ella debía hacerla esa semana. Miró su reloj, regalo del señor Arlo y puso los ojos en blanco. 《Sólo soy el puto chófer》, pensó furioso. El joven de ojos grises lo analizó un momento y después se dirigió al cuarto de lavado. A sólo unos pasos, se encontró con la extraña niña de ojos grandes y asustados. Federick se sorprendió al principio, pero después recordó las palabras de Moscú. 《Las hermanas Wright, reunidas después de años...》
Trató de recordar los nombres que Thea había dicho alguna vez.-Kiara, ¿Verdad?- preguntó, no muy seguro.
Morgan, pensó aterrada ella.
Federick se esforzó por recordar el otro nombre. Morgan sintió una extraña sensación de diversión y se avergonzó por disfrutar su rostro de confusión. Bajó la cabeza un poco y se quitó el cabello de los hombros. Ese hombre no la hacía sentír para nada terror.
Federick se distrajo por un momento, cuando la vio sonreír de lado.-Morgan. Me llamo Morgan.- se apiadó de él.
Morgan Wright. Completó él, en su mente. Ella llevaba un sencillo vestido blanco, con un poco de vuelo en la parte baja y una cinta azul rodeando su cuello delgado. Era muy hermosa.
Morgan se puso roja cuando notó su mirada. 《¿A esto se refería Thea?》Pensaba con mucha incomodidad. Morgan no sentía que aquel hombre fuera como su hermana los describía. Abrió los ojos sorprendida cuando se dio cuenta que no se había presentado de manera educada con el señor Phoenix. Se acercó a él y le extendió la mano.-¡Federick!
Aquel grito los puso en guardia a ambos. Morgan tensó su mano y la bajó en seguida.
Un hombre alto, de traje perfectamente limpio, cabello negro y unos ojos grises apareció en el balcón trasero de la casa. Justo arriba de la puerta por donde ellas entraban a la cocina.Otro Phoenix.
Uno peor.-Detesto salir a buscar a quienes se supone deben estar en su lugar de trabajo, así que si esto vuelve a pasar te vas.- los ojos de ese inmenso hombre se volvieron más intensos.
Federick estaba apunto de explotar, de lo tenso que estaba. Asintió lentamente y sin siquiera mirar a Morgan, se dirigió a la parte delantera de la casa. Ella vio como él chico desaparecía y entendió que se había equivocado. Él no era un Phoenix. Levantó la mirada y sus ojos chocaron con los de aquel demonio. Los ojos de él la miraron de arriba a bajo, causando una sensación asfixiante en ella. Y después se alejó del balcón, sin más. Dejándola aún más aterrada y con ganas de salir corriendo a buscar a sus malnacidos padres.
Ese, pensó, es sin duda un maldito Phoenix.Un Phoenix de los que su hermana le había advertido.
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El Placer De Morír En Tus Brazos.
RomantikMorgan Wright llegó a la mansión Phoenix creyendo que había llegado al paraíso mismo, sin saber que se convertiría en la obsesión del hombre que jamás creyó poder poseer. Cuyo deseo desmedido los llevará a los bordes del bien y el mal. Él, un hombr...