Capítulo 21

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Morgan observaba fijamente a los niños que estaban sentados en la banca del jardín y jugaban ajedrez. Uno era pelinegro, con ojos grandes y piel pálida, el otro, tenía una piel maravillosamente oscurecida que resaltaba sus ojos azules. Ambos se miraban divertidos mientras movían sus piezas con inteligencia. Después, pudo ver como una niña un poco más grande caminaba hacia la biblioteca con tres libros tan inmensos, que apenas podía cargarlos. A Morgan le fascinaron sus ojos rasgados y sin cabello largo hasta la cintura. La siguió con la mirada hasta que cruzó la puerta. El internado del que hablaba Thea no era ni la mitad de lo que era Le Rosey, pero Abel, decidió ingresarla en el sitio donde él había estudiado, al final de cuentas, para él Morgan valía eso y más.

-Biblioteca Le Rosey.- habló en voz alta mientras comenzaba a merodear por el jardín.

Tres jovencitos que caminaban hacia sus dormitorios la miraron sorprendidos y se detuvieron encantados. Morgan llevaba un elegante vestido corto color blanco, que hacía juego con su gran gabardina negra y las únicas botas de tacón que la hacían sentír segura. Su cabello danzaba sobre sus hombros debido al aire y su rostro lucía encantador con sus mejillas sonrosadas y los labios rubí. Las chicas que estaban en el internado no solían lucír así, el colegio era demasiado estricto para eso. Por eso, los tres jovencitos seguían observándola. Hasta que uno, el italiano de cabello esponjado y ojos verdes se animó a acercarse.

-¿Estás pérdida?- su acento italiano la tomó por sorpresa.

Morgan negó sin darle importancia y siguió caminando en círculos, observando aquel inmenso lugar. Theo, el italiano, no se rindió y se puso frente a ella para llamar su atención. Morgan se detuvo y lo miró fijamente, esperando a que hablara.
Éste se sonrojo por la actitud de la joven y le dio una mirada a sus amigos, que sólo se burlaban.

-¿Estás apunto de entrar?- preguntó interesado.

-No, vengo de visita.- contestó Morgan sin mucho ánimo.

-Hoy no es día de visitas.- frunció el ceño confundido.

Morgan soltó un suspiro y elevó sus cejas con ironía. No tenía ningún ánimo de entablar una conversación, pero al parecer él no lo estaba entendiendo. Cuando vió que el italiano estaba apunto de volver a hablar, dio una mirada detrás de él y lo dejó hablando sólo cuando vió a la pequeña correr hacia ella, con los brazos extendidos y una sonrisa inmensa. Morgan se agachó a su altura y la abrazo con una fuerza desesperante.

-¡Morgui!- chilló la niña mientras soltaba unas lágrimas emocionada.- Las he echado mucho de menos, también a Troy. A todos. Estoy muy feliz que estés aquí.

Morgan le llenó la cara de besos y después le pasaba las manos para limpiarle la pequeña marca de labial que le dejaba. Ahí se dio cuenta que su cuerpo estaba temblando de la emoción y que también estaba llorando. Abel se acercaba muy lentamente mientras observaba a las hermanas abrazarse y darse besos. Había tardado un poco en poder sacar a Kiara de su clase de Francés, pero lo había conseguido. Quería darle una sorpresa a Morgan y vaya que lo había logrado, su rostro lleno de emoción al ver el colegio y saber a que iban había sido un poema que él amaría escribir. Sería sólo un momento, pero sabía que para las hermanas Wright sería suficiente. Y eso lo hacía sentir satisfecho.
Kiara guió a su hermana hasta una de las bancas vacías y comenzó a contarle su nueva vida.

-Estoy aprendiendo a tocar el chelo y también estoy nadando y tengo mi propio cuarto y me gusta mucho, tengo amigos y es genial.- daba saltitos emocionada.- El señor Phoenix me ha dicho que puedo enviarte cartas cuando quiera, y ustedes pueden envíarmelas también. Será divertido.
Así practicó mi escritura y mi lectura.

A Morgan se le derritió el corazón de sólo escuchar a su hermanita, se sentía muy liberada al saber que cada esfuerzo había valido la pena. Que alguien más había salido ganando, además de ella.
Kiara la sujetó de la mano y la llevó a hacer un pequeño recorrido por el sitio, claro que no pudieron ver todo, pues Abel le recordó que debían volver a viajar. Claro que eso no desanimó a Kiara, pues no dejó de hablar nunca, no sabía cuando volvería a ver a Morgan y por eso quería mantenerla al tanto de todo, asegurándole siempre que estaba muy feliz y agradecida por haberla enviado ahí. Morgan se sentía muy contenta por eso, pero no podía evitar la tristeza que le causaba estar tan lejos de su hermana, jamás habían estado separadas y eso les estaba costando un poco. Kiara los siguió hasta la entrada del lugar, seguida de una tutora y se puso a llorar cuando llegó el momento de despedirse.

-Dile a Thea que la amo y que la extraño.- la abrazó fuerte.- Te enviaré cartas cada semana, ¿Verdad?- miró a la tutora y la mujer le sonrió asintiendo.

Morgan se quitó la cadena en forma de abejita, otro regalo de Abel y se la dio en la mano, dándole un beso en ella.

-Quiero que la guardes y la cuides, cuando te sientas triste o me extrañes sólo deberás hablarle a la abejita y yo sabré que estás pensando en mí, ¿Ok?- le sonrió.- Yo contestaré tus cartas al igual que Thea, lo prometo.

Kiara le dio un beso al dije y se abrazó por última vez con Morgan. Las dos se sintieron por un momento muy conectadas, como antes.
Abel sólo las miraba desde lejos y se despidió con un gesto de mano cuando Kiara le sonrió y movía la abejita en el aire, emocionada.

-¿Lista?- miró a Morgan.

-Lista.- contestó ella, dándole un abrazo en forma de agradecimiento.




Cuando Morgan pasó sus manos calientes por su abdomen, Abel se encorvó sobre ella, aprisionando su pequeño cuerpo contra el colchón y besando sus carnosos labios lleno de deseo. Con su mano izquierda se sostuvo para no caer sobre ella completamente, mientras que con la derecha sujetó su cabello con fuerza para mantener el control y hacerla hacía abajo para recibirlo. Morgan ya no estaba estrecha como la primera vez, pero ahora era mejor, porqué se había acoplado a él, a su miembro, y eso lo volvía loco.

-¡Ah!- Morgan gimió mientras acariciaba su espalda son la llema de los dedos.- ¡Se siente demasiado...!- no pudo acabar, porque Abel volvió a penetrarla.

Sus caderas comenzaban a arder intensamente, cuando Abel se detuvo un poco, esperando a que se calmara para volver a empezar. Quería tenerla más tiempo.
Morgan le abrazó la cadera con sus piernas permitiéndole más la entrada y sujetaba las sábanas con fuerza. Le gustaba ver sus cuerpos unidos, el sonido que producían y la sensación tan dominante que la hacía perder la razón. Aquella enorme cama estaba siendo testigo de la pasión tan desbordante que había en ellos, él siendo un hombre maduro, y ella una joven que apenas estaba aprendiendo las maravillosas cosas que la vida le estaba mostrando, como el cuerpo desnudo del gran Abel Phoenix.
Cerró los ojos tratando de controlar los gritos que amenazaban con salir de su boca y Abel sonrió victorioso, le gustaba saber que ella lo estaba disfrutando también.

-Eres hermosa.- le dio suaves besos en el cuello, terminando de volverla loca.

Cuando él comenzó a embestir más rápido y más fuerte, Morgan supo que podría dejarse llevar. Por eso, cuando llegaron a lo más alto, soltaron un grito lleno de satisfacción y Abel se dejó caer sobre Morgan, envolvíendo su cintura de manera protectora.
Se miraron unos momentos y después se rieron como si hubieran contado un chiste que sólo ellos supieran. El pudor de Morgan ya estaba siendo consumido casi por completo y eso le gustaba, era una nueva Morgan Wright, una fuerte y poderosa. Abel le acarició una pierna de manera inconsciente y levantó la cabeza, ayudándose con su otra mano.

-¿Qué cosa quieres hacer?- le preguntó sonriendo.- ¿Dormir, salir a cenar, a dar un paseo, o simplemente quedarnos en cama? Te estoy permitiendo elegir lo de esta tarde, porque ya tengo preparado el día de mañana.

-¿Y qué vamos a hacer mañana?- le preguntó mientras lo movía para levantarse de la cama. Quería un vaso de agua.

Abel la miró mientras se ponía la bata y se servía un vaso de agua. Después se acercó al balcón y observó como el sol comenzaba a esconderse.

-Vamos a ir a los museos, a la Ópera y tal vez a algún sitio a cenar, sé que te encantará.- se levantó de la cama e imitó a Morgan, poniéndose una bata.- Aquí hay muchísimos sitios para visitar, tardaremos en hacerlo, pero valdrá la pena, lo prometo.- se aceró y la abrazó por detrás.

-Entonces prefiero quedarme hoy aquí, a descansar. Podemos pedír servicio al cuarto.- se movió en sus brazos y lo abrazó por el estómago.

Abel la envolvió con más fuerza y le dio un suave beso en la punta de la nariz, haciendo que ella sonriera.

-Bienvenida a Sydney.- susurró antes de inclinarse y darle un beso en los labios.

El Placer De Morír En Tus Brazos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora