Capítulo 27

186 20 0
                                    

Una suave melodía de Frank Sinatra sonaba de fondo, acompañando toda la casa mientras los Phoenix y sus parejas se arreglaban para la cena. Abel estaba terminando de abrochar sus gemelos mientras Morgan se ponía los zapatos altos. Su vestido era largo y elegante, su color predominante era el negro, pero justo al final tenía un color violeta en degrado. Su cadena de diamantes era corta y delgada, al igual que su esclava de plata. Su cabello estaba acomodado en una media trenza con un bonito adorno de flores doradas. Abel la miraba de reojo y le sonreía mientras se colocaba la gabardina y después, acomodó su esclava improvisada con una bailarina, para que se notara más. La joven le sonrió emocionada y ambos supieron una vez más que estaban hechos el uno para el otro. No les importaba las constantes advertencias de Arlo, recordándoles que el consejo llegaría pronto, para hacerles pagar por su estupidez. Sólo importaban ellos.
Del otro lado, Arlo estaba fumando un cigarrillo mientras observaba como Erín terminaba de ponerse fijador en su gran moño. Su vestido era largo, de un color rojo intenso y con dos cortes a cada lado de sus piernas, dejándolas libres y expuestas. Ese toque tomó desprevenido a su esposo. Erín era joven y hermosa, a pesar de su continua depresión, aquel día lucía maravillosamente revitalizada. Con una nueva esperanza. Todos lucían radiantes. Incluso los trabajadores. En todo el día, se mantuvieron en sus cabañas, descansando para después comenzar a prepararse para el gran evento. Algunas chicas, observaban emocionadas mientras colocaban la enorme carpa en el segundo jardín, e incluso chillaron cuando notaron los adornos que estaban poniendo. El otoño estaba apunto de llegar.

-¿Estás lista?- Abel sujetó a Morgan de la cintura y la acercó a él.- Estás preciosa.

Morgan no pudo evitar sonreír avergonzada y se inclinó para darle un largo beso en los labios. Abel la estrechó en sus fuertes brazos y ella se desmoronó.

-Vamos, ya todos deben estár listos.- le ofreció su mano y la bailarina vibró.

Morgan la aceptó encantada y juntos salieron de la habitación. En las escaleras se encontraron con Arlo y Erín, pero por sorprendente que pareciera, no hubo enfrentamientos, sólo una inclinación amable y todos bajaron juntos. Esa cena era especial para los Phoenix, su padre les había enseñado que no había una mejor manera de agradecer a sus trabajadores por sus servicios, que haciéndoles sentir como en familia. La última cena que tuvieron con su padre en vida, fue un desastre, porque ellos eran muy jóvenes y no supieron comportarse ante una discusión. Después de la partida de Ezra, ellos hicieron un pacto no hablado acerca de hacer esa noche, la más amable posible.
Cuando llegaron a la carpa, la mayoría de los trabajadores ya estaban parados afuera, esperando por ellos. Todos sonrieron y saludaron con respeto. Abel habló un poco, dándo una cálida bienvenida, sin soltar la mano de su mujer. Y después, Arlo cortó un listón dorado, invitándolos a pasar. Cada Phoenix se paró justo en la entrada y saludaron a cada uno, estrechando sus manos. Para Abel era una sensación extraña, pero al mismo tiempo maravillosa. No llegaba a recordar el nombre de sus trabajadores, pero ese detalle que tenían con ellos, era suficiente.

-¡Thea!- exclamó Morgan, contenta de ver a su hermana llegar.- Te ves hermosa.- La miró de arriba a bajo.

Su vestido era corto, de un color Aqua precioso, parecía tener encaje en la parte de arriba y satín en la falda, que tenía unas ondas preciosas. Llevaba los aretes y el collar que Morgan le había regalado, al igual que Troy llevaba su esclava de oro. Ambos lucían como una pareja maravillosa.
Morgan la abrazó y caminó con ella hasta su asiento, que le había reservado un día antes, cuando Abel le peguntó en que parte querría que se sentara su familia.

-Ustedes se sentaran en éstos asientos.- le señaló los dos seguidos a los suyos.- El resto se sentarán del otro lado, tranquilos.

Las mesas eran acomodadas de una manera muy diferente. Se colocaban en zig zag en medio de la carpa, para que de una manera u otra, todos tuvieran su espacio pero sin estar separados. Todos podían verse con todos. Sólo el inicio y el final del zig zag, estaban más largos que el resto, pero eso era porque un Phoenix se sentaba en cada punta. Cada año, el costado de Abel estaba vacío, pero ese año no fue así.

El Placer De Morír En Tus Brazos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora