Abel estaba recostado al lado de Morgan de manera protectora mientras la joven dormía profundamente. Él sólo la observaba y eso le ayudaba con su dolor de cabeza, porque Morgan era lo único realmente importante que le quedaba en el mundo y no era que en realidad hubiera tenído demasiadas personas en su vida. A su alrededor sí, pero jamás se le permitió envolverse con alguien más que con socios y gente de su nivel. Personas artificiales, según lo pensaba él. Por eso, cuando encontró a Morgan cayó como una gota de agua en un parabrisas. Pero no se arrepentía, mucho menos con la nueva vida que ella llevaba en el vientre y que a pesar de las dudas que pudieran existir, para él todo era claridad.
-Descansa bien, yo voy a protegerlos.- le susurró a la pequeña vida que estaba dentro de la mujer que adoraba.
Cubrió más a Morgan y acarició su vientre, intentando darle un pequeño masaje para que pudiera descansar mejor.
Sus ojos no se quitaron de Morgan hasta que ya no pudo soportar el sueño casi al amanecer y se permitió cerrar los ojos lentamente, recordando entre sueños el mejor viaje de su vida.Morgan estaba recostada en la cama, justo a su lado, mientras jugueteaba con su cadena, distraída y él leía un libro acerca de la caída del muro de Berlín. A Morgan le pareció aburrida la portada, por lo que no se había animado a pedirle que lo leyera en voz alta como solía hacerlo. Un error de su parte, pues el libro estaba muy interesante. O al menos así lo mostraba Abel, que deboraba las letras rápidamente y guardaba toda la información importante en su cabeza después de analizarla. Él era un amante de la lectura, pero más que nada de los idiomas. Por eso sabía más de seis; Hebreo, Ruso, Alemán, Coreano, Inglés, Español, e Italiano, entre otros. Abel jamás había tenido necesidad de contratar un traductor y se sentía orgulloso de eso, incluso más que de todo el dinero que logró hacer en sus negocios.
Morgan intentó quedarse dormida, pero él se lo impidió. El atardecer lucía hermoso y Abel quería que Morgan lo disfrutara.-Ve a nadar.- le sugirió sin apartar la vista del libro.- Sí no quieres bajar a las piscinas, entra a la nuestra.
Morgan hizo un ronroneo de poca energía y Abel soltó una carcajada divertido. Bajó el libro un momento y después la miró.
-¿Es en serio?- elevó su ceja con burla.- Estás a unos metros, Morgan.- señaló la puerta de cristal, pero Morgan volvió a ronronear.
-Prefiero quedarme aquí contigo.- se acercó a su gran cuerpo y a pesar de que a Abel le encantaría volver a tenerla, quería que ella se alejara un momento para poder decidir bien el anillo que le daría.
Abel la abrazó con su brazo izquierdo y con el derecho elevó el libro para seguír leyendo, en voz alta.
Morgan era muy inteligente y solía tener interés en ese tipo de temas, no tenía ganas de escucharlo, así que se levantó de la cama y se despidió de Abel rápidamente mientras tomaba sus cosas para bajar a caminar un momento por la playa.-¡Con cuidado!- le pidió, antes de que Morgan abandonara la habitación.
No se inmutó por su seguridad, o no en realidad, porqué Saint sería el primero en seguirla cuando ella saliera de la suit y con él, estaría a salvo.
Se levantó de la cama y se vistió rápidamente, para salir a reunirse con Caleb, otro empleado.-Señor Phoenix.- inclinó el hombre su cabeza en señal de respeto.
-¿Son Todos?- miró la lista inmensa de fotografías que habían sobre la mesa.- Lo necesitaré antes de que nos vayamos, en muy importante.
-Sí, señor.- asintió Caleb, serio.
Abel miró cada imagen con mucho detenimiento hasta el punto de parecer absurdo, pero él quería el anillo correcto. Fue descartando sortija por sortija hasta quedarse con diez opciones, pero esa pequeña lista lo había puesto en mayor aprietos de lo que había estado antes. Bebió su segunda copa de vino y justo cuando estaba apunto de rendirse, se dio cuenta que ninguno le gustaba en realidad, porque no veía a Morgan portando ninguno de esos. Pidió papel y lápiz cuando una idea le cruzó la cabeza.
Comenzó a dibujar con mucho cuidado y lentitud sobre el papel, externando su imaginación. Al terminar la quinta copa, la sortija perfecta ya estaba hecha.
ESTÁS LEYENDO
El Placer De Morír En Tus Brazos.
RomanceMorgan Wright llegó a la mansión Phoenix creyendo que había llegado al paraíso mismo, sin saber que se convertiría en la obsesión del hombre que jamás creyó poder poseer. Cuyo deseo desmedido los llevará a los bordes del bien y el mal. Él, un hombr...