La biblioteca del segundo piso estaba tan grande que Morgan estaba perdida en el quinto pasillo, acostada sobre un inmenso sofá rojo mientras leía un interesante libro sobre algunos animales marinos. De hecho, había cientos de ellos, eso la puso a pensar en quién había estudiado Biología Marina, o quién podría tener tanto interés por el tema.
Había olvidado prácticamente la conversación con su hermana. Después de lo que dijo, simplemente se fue dejando a Thea con la piel pálida y las hierbas casi aplastadas por el puño de la mujer.
Se había encerrado en aquel sitio y no había bajado ni a la hora de la comida. Su estómago aún no se recuperaba de las emociones que estaba sintiendo, así que el hambre se había esfumado desde la mañana y no volvió en el resto del día.
Morgan jamás supo que hora era, pero sus ojos comenzaban a cerrarse cuando el cansancio se apoderaba de ella. Había pasado todo el día en la biblioteca y sabía que ya era hora de salir e ir a su habitación.
Camino fuera del lugar repleto de sabiduría y recorrió todo el pasillo despacio. Se sentía tan cansada y sin ánimo, que no dudó en bajar a buscar a sus hermanas. La joven creía que había quedado mal con ambas y sentía la gran necesidad de ir a verlas y preguntarles si todo estaba bien.-¿Qué haces despierta a esta hora?
Morgan se detuvo en el jardín, a sólo unos metros de las cabañas. Y se giró para ver a Federick, que parecía estar dándo unas rondas por todas la casa. Y si era así, él siempre le daba una vuelta completa a toda la casa. De esquina a esquina, revisando que todo estuviera en orden. De lo contrario, ya se las vería con Abel Phoenix. No era trabajo suyo, por eso lo hacía acompañado de Nestor, el velador y otros cinco guardias. Pero él ya estaba de regreso en las cabañas para descansar. Se sorprendió al ver a Morgan caminando por el jardín, así que se había acercado a saludarla. Esa chica era demasiado hermosa, según los ojos de Federick. Pero sabía que no tenía mucha oportunidad, o al menos no mientras ella continuara compartiendo cama con el señor Phoenix.
-Casi me provoca un infarto.- saltó asustada la joven.- Sólo venía a buscar a mi hermana y...
-¿Thea? Hace un rato se metieron todos a descansar.- ambos miraron en dirección a la cabaña de los Wright y las luces estaban apagadas.
Morgan soltó un resoplido y se dejó caer sobre el pasto. Soltó su cabello del listón y después miró a Federick con un poco de vergüenza. Él la veía atentamente mientras se sentaba a su lado, decidiendo hacerle compañía. Thea le agradaba, era muy amable y siempre se preocupaba por todos los trabajadores, con los hombres solía tener más distancia, pero siempre los reunía a todos en la cocina para darles de comer. Entonces, por consiguiente, Morgan también le agradaba.
-¿Tienes algún problema o...?
-¡Oh, no!- negó la joven.- Sólo que no vi la hora y creí encontrar a mis hermanas despiertas.
Federick asintió, entendiendo la situación. Por alguna razón, quería seguir hablando con ella, pero no creía que fuera buena idea. Lo último que necesitaba era dejar una mala impresión, pero la chica estaba tan metida en sus asuntos, que ni lo miraba.
-¿Sólo tienes un nombre?- preguntó de pronto él, llamando su atención.- Quiero decír, sé que eres Morgan, pero no sé si tienes otro nombre.
-Sólo Morgan.- contestó ella, fruncíendo el ceño por lo tonto de su pregunta.
Silencio.
-No te pareces demasiado a tus hermanas.- lo volvió a intentar el chico, con más ánimo.- Tu cabello tiene unos tonos rojizos, pero sólo se ven cuando estás en el sol.
Morgan elevó las cejas, sorprendída por el nuevo dato que no conocía de su propio cabello. Y aún más sorprendida por el hecho de que fuera Federick quién lo haya descubierto.
Sonrió divertida, tratando de aligerar el ambiente. Había tardado en entender lo que él estaba intentando. Tener una conversación. Así que lo ayudó.-Cuando te conocí, en serio creía que eras un Phoenix.- admitió.- Es que llevabas traje, y tus cadenas... lucías elegante.
Federick soltó una carcajada y se quitó su saco cuando vió que Morgan se estremecía por el frío. Ella aceptó cubrirse y le agradeció.
-Ni de chiste vas a ver a un Phoenix buscar a alguien en las cabañas o en la cocina. Jamás entran a la cocina.- puso los ojos en blanco.- Y tampoco es que lo intenten. Hay más de cincuenta trabajadores en esta casa, así que, si no aparece alguno, habrá alguien más.
-Muy pocos, ¿Eh?- Hizo un gesto exagerado que volvió a sacarle una sonrisa a Federick.- ¿Cuánto tiempo llevas trabajando aquí?
-Unos cinco años, mi padre solía ser su chófer, pero enfermó y ahora yo tomé su lugar.- habló entusiasmado.- Debo admitir que me gusta el empleo, al principio era muy tedioso, pero después mejoró.
Morgan sintió muchas ganas de llenarlo de pregúntas acerca de la familia y así poder entender el por qué de la constante ansiedad de su hermana por mantenerlas lejos de ellos. Oh, bueno, sólo a Kiara.
Pero no pudo, y en realidad, Federick no habría podido contestar a demasiadas de ellas. Habían contratos de por medio que le impedían hacerlo.
Pero aún así, Morgan preguntó lo que más le llamaba la atención.-¿Crees qué son mounstruos?- lo miró atenta
-No, sólo son personas ricas tratando de mantener a flote su cordura y humanidad sin perder su fortuna en el camino.- contestó Federick, sin pensarlo.
Morgan no entendió esa respuesta, pero decidió no preguntar más sobre eso. No quería que Federick la tomara como una entrometida.
Sin darse cuenta, ya estaban bromeando sobre ellos mismos. Contándose cosas personales y anécdotas. Al principio, Morgan estaba algo tensa, pero después cayó en la trampa de la confíanza. Jamás había tenido un amigo hombre, sus padres nunca lo permitieron. Se sintió contenta de saber que podía conocer a más personal de esa casa, aparte de sus hermanas, Moscú y las chicas de la cocina.
Federick estaba encantado con a esa chica, hasta el punto de maldecir al señor Phoenix por la suerte de tenerla en su cama para él solo. Pero era por algo más, que jamás se cohibió pensar. Morgan era de las jóvenes que se merecían más, pensaba emocionado. No sería el primer hombre, pero no tendría problemas con eso. Si sólo se prometían que él sería el último.-Pediría tu mano a Thea, si sólo estuvieras disponíble.- susurró
Morgan soltó una risita y negó divertida. Trataba de no pensar en esas cosas, porqué no quería decaerse. En su cabeza, las palabras de su madre, acerca de las mujeres que dormían con hombres que no eran sus maridos, la destrozaban. No se sentía merecedora de una boda o de un hombre pidiendo su mano siquiera. Por eso no le gustaba imaginarse lo que pasaría después de Abel Phoenix. Sólo quería pensar en el ahora.
Federick supo lo que pasaba por su cabeza y le quitó el listón que jugaba entre sus manos.-No soy así.- murmuró antes de ponerse de píe.- Y sé esperar.- le tendió una mano para ayudarla a levantarse.
Morgan se levantó con cuidado y no hizo por pedirle su listón. Se sacudieron la ropa y después se despidieron con un simple gesto con la mano. Cada uno caminó hacia su lado, pero Federick se detuvo. Volteó a mirarla y se llenó de valor, cómo un balón se infla de aire. Sujetó con más fuerza el listón que desprendía un ligero aroma a vainilla y levantó la voz, con fuerza y determinación.
-Quiero salir contigo, mañana. Si quieres.- detuvo el paso de Morgan.
Lo miró sorprendida y casi al momento sonrió amable. Asintió lentamente y después volvió a repetir el gesto de despedida, ésta vez se alejó sin mirarlo de nuevo.
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El Placer De Morír En Tus Brazos.
RomanceMorgan Wright llegó a la mansión Phoenix creyendo que había llegado al paraíso mismo, sin saber que se convertiría en la obsesión del hombre que jamás creyó poder poseer. Cuyo deseo desmedido los llevará a los bordes del bien y el mal. Él, un hombr...