Capítulo 30

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Los cansados ojos de Fusco estaban puestos sobre Abel Phoenix, que seguía jugando tranquilamente con sus gemelos, mientras Guiordano, manifestaba su descontento por todo lo que había sucedido con Morgan y Troy. Si era bien cierto que a ningún integrante del Consejo aceptaba a la joven, se veían obligados a seguir con el tema de su condescendencia para con ella a pedido de Abel. No era un secreto que casi todos esperaban que Morgan cometiera un error para arrastrarla frente a Abel antes de lanzarla fuera. Las únicas dos personas que parecían pacificas respecto al tema, eran Fusco y Creta Wally. Pero el resto, parecían buitres esperando por carne.

-Te fuiste por dos meses con esa mujer, Abel. Aún después de que se te ordenó que te alejaras ella.- Ruppert se levantó de su asiento lentamente.- Te burlas de nosotros, gozas nuestra frustración y nuestros temores.

-¿A qué le temes?- Abel lo enfrentó.- ¿A qué una joven hermosa te quite tu fortuna? Estoy cansado de repetir que si Morgan un día decide irse y llevarse con ella millones, serán los míos, no los suyos.

Se acomodó en su silla e inclinó su cuerpo hacia delante, esperando por el siguiente ataque de los ancianos.
Guiordano se levantó de su lugar, dándole a conocer que él era el siguiente.

-Querido Abel, deberías entender a cada uno de nosotros cuando expresamos nuestro temor a una caída inminente en nuestra comunidad a causa de un amor fallido. No ha sido la primera, ni la última vez que alguien fuera de nuestro mundo ha intentado meterse con uno de nosotros, y nada bueno ha salido de eso, si mi memoria no me traiciona.- extendió sus largos brazos, haciendo referencía al padre de todos. Ezra Phoenix.- Deberías tenerle respeto a su memoria y aprender de sus errores.

Abel se levantó furioso y rodeó la enorme mesa, hasta llegar al centro y quedar a la vista de todos. No le gustaba que se mencionara a su padre, mucho menos que lo hicieran para introyéctar miedo sobre él. Su padre se había enamorado de una mujer que no era su madre, una mujer de bajos recursos y además, casada. lo mantuvo oculto por años y eso ocasionó un fuerte lío entre la familia, pero Abel no podía recordarlo exactamente. Sólo recordaba un poco de las largas conversaciones con El Consejo cuando su madre fue asesinada por un hombre lleno de odio, y cuando su padre fue condenado a muerte por su traición. Nadie sabía nada ni sospechaba en lo absoluto sobre la amante, hasta que alguien lo entregó. Abel miró a su hermano por un momento y su pecho vibró por la rabia que volvía a sentir.

-Morgan y yo no teníamos ninguna atadura cuando comenzamos a frecuentarnos, así que no tiene nada que ver con lo sucedido con mis padres. Él cometió un error, pero yo no soy mi padre.- su voz sonó fuerte y segura, como siempre.- Estamos gastando tiempo y esfuerzo en algo a lo que no voy a ceder. No pienso dejar a Morgan a no ser que ella decida hacerlo, lo cual no me sorprendería después de lo que ha pasado.

-Ella no está hecha para ser parte de  nosotros.- La delicada voz de Creta tomó el mando.- No va a soportarlo.

-Lo último que quiero es que los soporte a ustedes. Será mi esposa, no la de ustedes. Dará a luz a mis hijos, no a los suyos y debe amarme a mí, no a ustedes.- enfrentó a la mujer.- Si su necesidad de controlar la vida de alguien es demasiado imperiosa, deberían ir a casa con sus hijos y retirarse ahora mismo.

-¡Es para mantener el control!- Arlo perdió la cordura por un momento.- No seriamos nada si no fuera por El Consejo, nos han ayudado más de lo que alguna vez lo hicieron nuestros propios padres. El mismo Ezra Phoenix lo creó, y lo hizo porque no creía ni en él.

-¡Él lo creó, pero yo quiero terminarlo!- las palabras de Abel resonaron por todo el salón.- Soy el dueño de muchisimas empresas alrededor del mundo, soy jefe de millones de personas y exhalo dinero y poder, pero no puedo estar con quién yo quiera porque un grupo de personas creados a la antigüa piensan que es mejor cometer incesto antes que contraer matrimonio con una plebeya que es más pura de corazón y sentimientos que esos santos a los que les rezan.

El Placer De Morír En Tus Brazos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora