Capítulo 54

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Esa mañana sería la última.

Sienna Rivers estaba en su jacuzzi, con veladoras negras rodeando todo el sitio y unas hierbas hirviendo en el agua, junto con ella. Las cortinas estaban cerradas para no permitír ningún rayo de luz en la habitación y darle la paz que necesitaba.

-Soy tuya y mi Don te pertenece.- susurraba como una mantra, una y otra vez.

A pesar de que el agua era insoportable para cualquier persona, Sienna comenzó a sumergirse en ella, lentamente. Citando otra frase.

-Soy tuya y mi dolor te pertenece...

Cuando su rostro estuvo dentro del agua y el oxigeno le fue arrebatado, lo sintió.

Dolor.

Sienna llevaba años conectada a los Phoenix y por eso le fue rápido sentirlos.

Dolor.

Morgan apreció en sus visiones, cada detalle fue una apuñalada a su pecho.

Dolor.

Podía perfilar con Arlo.

Dolor.

Pero no podía sentir a Abel.

Dolor.

Cuando notó la intensidad del sufrimiento de esa familia, se vió obligada a salir de su momento, llena de panico.

-Ha sucedido.- sollozó, atormentada.- Ya ha sucedido.

Abel sujetó a Elijah con sumo cuidado entre sus brazos, moviendo despacio su cuerpo para no despertarlo. Se acomodó en la silla mecedora y eso lo ayudó con los movimientos tranquilizadores.
Había pasado la peor de las noches y no fue capaz de siquiera cerrar los ojos por cinco minutos seguidos. Estaba agotado de todas las formas y ya sólo podía suplicar por paz. No sabía exactamente lo que estaba por suceder, pero no podía sentirse más ansioso porque todo eso acabara pronto y alguno de ellos volviera a casa para sujetar a Elijah en brazos y seguir adelante con todo. Deseaba con cada parte de su ser que esa persona fuera Morgan y no él.

《-Está contigo sólo porque no conoce nada más y por el poder, pero eso tú ya lo sabes.》

Las palabras de Fusco jamás se habían ido de su cabeza, pero no le molestaba recordar de lo que ya era conocedor. El amor era la más antigua conveniencia del mundo. Abel si era consciente de ese sentimiento tan intenso que proyectaba en su hijo, porque eso era diferente. Era puro. Y con Morgan, sabía que jamás sintió nada igual con otras mujeres y estaba bien con eso. Porque el amor no era más que una feliz conveniencia.
Deseaba que Morgan fuera la que volviera esa misma tarde con Elijah, más fuerte y poderosa que nunca. Que su muerte haya significado el renacimiento para ella y que regresara mejor de lo que ya era. Sólo podía pensar en eso mientras veía a su hijo. Sangre de su sangre.

-Me hubiera gustado mostrarte el mundo al lado de tu madre, pero los finales felices son para los débiles.- susurró, sintiendo una profunda tristeza.- Daría la vida por tí y si tuviera la oportunidad de vivir una vez más, volvería a darla. Siempre.

Levantó un poco más al bebé y le dio un beso en la cabeza, cerrando los ojos y dejando fluir cada lágrima de despedida.

Pero no era la única despedida que sucedía en esos momentos.

Sólo debían mirar más lejos para poder ver a Morgan hacerse pequeña sobre esa gran roca que parecía una plancha. Tendrías que poner atención para ver como se doblaba las manos entre ese pantalón de chándal y como su mirada se perdía en las hectáreas de terrenos vacíos que estaban delante. Ella no recordaba que su antigua casa estuviera tan alejada de las últimas viviendas, pero
Sorprendentemente, por primera vez, se sintió a gusto ahí. Si era sincera consigo misma, no todos los recuedos en aquel agujero eran terribles. Las escondidas entre los sembradíos eran de lo más divertido, a pesar de la irritación por las hierbas y los químicos. Las atrapadas con las niñas de los alrededores cuando iban al arroyo. Y las visitas a la paletería, después de pasar el día  jugando con los niños del centro. No todo era malo. Quizás esa casa representaba todo lo que Morgan ya detestaba, pero al final de cuentas era su hogar. El sitio al que realmente pertenecía, aunque aceptarlo fuera el homicidio de su orgullo y su egocentrismo.

El Placer De Morír En Tus Brazos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora