Capítulo 55

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El sol y las nubes estaban en constante cambio mientras el aire frío corría libremente. Por momentos parecía ser el día más soleado, pero enseguida las nubes lo cubrían, pintando todo de grís y haciéndolo lucir más deprimente de lo que ya era para esas personas.
Morgan se cubrió con una sudadera vieja que Tate encontró en el auto y cuando se la llevó a la nariz, supo a quién pertenecía.

-¿El auto era de los que estaban al fondo, cierto?- se animó a preguntarle.

-No podía arriesgarme a traer uno de los autos nuevos.- contestó, fingiendo preocupación.

Morgan sonrió con cierta ironía cuando el rostro de Federick apareció de golpe. Esa sudadera era suya, podía reconocer su aroma donde fuera.  Suspiró antes de volver a sentarse sobre la roca. Estaba esperando, no tenía intención de ir a ningún sitio. Quería hacerlo. El miedo se estaba esfumado y en su lugar dejaba una sensación de excitación. Su muerte tendría más valor que su vida y eso era el más grande clímax.
Había hecho exactamente lo que quiso. Tal vez al comienzo tuvo dudas y su frágil moralidad estaba intentando detenerla, pero fue inútil. Abel Phoenix se convirtió en esa puerta que estaba esperando de manera inconsciente para salir de esa vida miserable. Pudo negarse desde un comienzo, dar media vuelta e irse, pero no fue así. Se quedó, aceptó y después creó su propio juego con Phoenix. Ahora debía haerse cargo de sus decisiones.

-Es esa pequeña casa.- señaló Creta desde el asiento trasero y todos miraron con atención.

Las cinco camionetas negras que desfilaban una detrás de otra, llamaron la atención de todas las personas que vivían a los alrededores. Murmuraban curiosos mientras intentaban mirar para conocer los rostros de los que iban dentro. Los Phoenix estaban al fínal de la línea. Abel estaba recargado sobre la ventana y con la mirada perdida mientras Arlo dormía profundamente a su lado, con la mano vendada y la frente llena de sudor. Los analgésicos comenzaban a ponerlo mal, pero eran necesarios para que el dolor fuera soportable.
Ninguno de ellos había vuelto a cruzar palabra después de los sucedido, y tampoco era importante.

-¡Morgan!- Thea corrió hasta su hermana cuando vió la carabana.- ¡Por favor, entra!- le suplicó.

Pero ella no se movió.

-¡Por favor!- lloró más fuerte al darse cuenta de que Morgan no iba a huir.- Morgan...

Tate y Marco salieron de la casa lentamente, disfrutando el momento y sintiéndose unos verdaderos victoriosos. Casie corrió hacia las hermanas, pero ya era tarde. Los guardias sujetaron a los tres con violencia e hicieron que se arrodillaran, poniendo un pañuelo dentro de sus bocas para evitar gritos. Tate intentó decír que pertenecía a su lado, pero los hombres ya tenían ordenes. Con Thea fue más complicado, se negaba a soltar a su hermana, a pesar de que Morgan  no hacía la menor fuerza para retenerla a su lado.

-¡Por favor!- gritaba desesperada, antes de que la silenciaran como al resto.

Creta Wally fue la primera en aparecer frente a Morgan, que caminó hasta la mitad del terreno. Los ojos de la anciana estaban decaídos y mostraban muchísima pena por ella. Casi enseguida los D'Nally bajaron de la misma camioneta, tomados de la mano y sin siquiera inmutarse por la situación. Jahír Fusco, Anthonie Guiordano y Valentín Ernest se hicieron presentes poco después, pero no fue suficiente para hacer temblar a Morgan. No hasta que los Phoenix bajaron de la última camioneta.
Su pecho crujió dolorosamente cuando sus ojos fueron captados por el profundo gris de los de Abel. Deseaba con todo su corazón correr hacia él y pedirle disculpas por condenarlos a eso. Ya estaba harta de formalidades y si iba a morir, al menos lo haría después de volver a sentir los fuertes brazos de Abel e impregnarse de su maravilloso aroma. Lo dudó un momento, pero cuando vió la tristeza que sus ojos profesaban, no pudo evitarlo y huyó a su lugar seguro.

-Lo siento. Lo siento tanto.- sollozó en cuanto Phoenix la acercó más a su cuerpo.- Perdón.

Abel suspiró pesadamente y sintió esa maravillosa emoción cuando Morgan lo abrazó más fuerte por el estómago y escondió el rostro en su pecho. Parecía una niña pequeña que se disculpaba por haber hecho una travesura. Tardó un poco en reaccionar pero le devolvió el abrazo con más intensidad. No importaban las mentiras, las dudas, los malos tratos, las presiones o los intereses. Siempre habían sido ellos dos contra el mundo. Y siempre lo serían.

-Te amo. Lo hago, te juro que lo hago.- lo miró a los ojos e intentó mostrar su sinceridad para que Abel lo sintiera.- Será un placer morir en tus brazos.

Abel negó y cerró los ojos, incapaz de confesar lo que ella desconocía.

-Yo también te amo.- sujetó su rostro entre sus grandes manos y la besó, en forma de despedida.

Cuando ya no les quedó más aire, se separaron despacio, pero sin soltarse un centímetro. Ambos sentían la necesidad de tocarse hasta que ya no pudieran hacerlo.
La boca de Fusco comenzó a tener cierta amargura al verlos. Una vez más debía asegurarse de que un plazo llegara, que un trato de cumpliera. Aunque de nuevo tuviera que ver a la muerte llevarse a un ser querido sin piedad. Una parte de él en verdad quería parar todo, pero no tenía derecho. El consejo ya había hablado, ya había votado y sólo se habían reunido una última vez para ver el desenlace del último trato sellado. Uno de ellos debía morir. Después de eso, los Phoenix serían completamente libres.

-Me temo que no hay un plazo que no se cumpla.- comenzó a hablar Ernest con su acento Inglés.- Todos los presentes éramos conscientes de lo que una traición tuya significaría y ahora estamos reunidos para poder terminar con esto y volver a casa.

Morgan se separó un poco de Abel para tranquilizar los temblores de su cuerpo y que él no los notara. Pero Abel volvió a ponerse delante de ella, en manera protectora.

-Debes saber que Abel ha pedido un cambio de rol a lo que el trato respecta, siendo así, el mismo Abel Phoenix quien reciba la condena y no tú.- Fusco sacó un arma dorada de su bolsillo interno del traje.

Abel pudo sentir la misma presión en el pecho que Morgan cuando Fusco dio a conocer la petición. Pero antes de poder decir algo, Guiordano ya había dado a conocer el resultado.

-Pero por votación, la respuesta ha sido...- Morgan comenzó a sentirse mareada.- ... no.

Thea balbuceó con desesperación, suplicando piedad por su pequeña hermana.

-Tú petición no ha sido válida, por lo que Morgan sigue siendo la condenada.- Samadhi habló en tono más conciliador.

Abel miró fijamente a Fusco mientras éste se acercaba para ponerle en la mano el arma dorada. Intentaba descifrar en sus ojos sí realmente había luchado ante el consejo por su petición o simplemente había dejado que el resto la desechara sin más cuando él no podía defenderla. Pero aunque no lo supo nunca, Fusco fue el único que había votado un "Sí" a su petición.

-Lo lamento.- le dio un pequeño golpe en el hombro antes alejarse sin más.

El Placer De Morír En Tus Brazos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora