Capítulo 22

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El sol estaba a todo su esplendor, brillando sobre la mansión Phoenix de manera imponente. Toda la mansión estaba en completo silencio, incluso la casa grande se encontraba lleno de paz. Erín estaba profundamente dormida, siempre lo estaba. Sólo comía, dormía e intentaba molestar a Arlo hasta sacarle la cordura. Sabía que las ordenes que le había hecho a Thea habían cruzado la línea, pero no le importaba. Disfrutaba ver al pequeño Phoenix con la mirada perdida y los puños cerrados mientras intentaba contactar a Abel, fracasando completamente. Erín sentía una imperiosa necesidad de destruir su vida como una cuota que se había convencido, los Phoenix le debían.
Mientras tanto, Arlo estaba fumando un cigarrillo y tomando un delicioso whisky en el jardín principal, observando como los Pastor Alemán corrían de un sitio a otro, cazando a un conejo que se había infiltrado a la parte delantera. Ya estaba ebrio, pero seguía bebiendo como si no fuera así. Después de semanas intentando contactar a su hermano, se había dado por vencido y había decidido dejarlo sólo en su estúpidas decisiones. Habló con Federick, y así como confirmó que él y Morgan habían tenido relaciones, también confirmó que Thea se había encargado de evitar un embarazo. Ya era demasiado para él, por eso había dejado esa situación. Esperando a Abel, esperando por su juicio.
Pero no era el único esperando, porque Thea estaba en la misma posición. A pesar de que su enojo con Morgan había pasado, la triste sensación de su pecho seguía presente. Esperaba a que su hermana volviera, para poder hablar con ella y solucionar sus diferencias. Sus hermanas eran la única familia que le quedaba, y quería mantenerlo así.

-¡Venga, Thea!- Jhonny le lanzó la pelota y ella logró sujetarla a unos centímetro de su rostro.

Todos gritaron divertido y ella le devolvió la pelota con la misma fuerza, maldiciendo al granjero que seguía riendo, incluso cuando el tiro de Thea le dio en el estómago.

-¡Eso te ganas cuando atacas a mi esposa!- el grito orgulloso de Troy, la hizo sonreír.

Como cada domingo, estaban jugando un partido de basquetball, mientras Hannah y otras chicas preparaban unos emparedados para comer todos juntos. Eran demasiados empleados en esa casa, la mayoría si se unían a los descansos de los domingos, el resto salía a visitar a sus familiares o simplemente a dar un paseo. Pero a Thea y a Troy les gustaba más quedarse en casa a convivir con los demás trabajadores. Se sentían muy bien estando con todos, sobre todo porque no solían verse entre semana, la casa tenía sus propias secciones. Los trabajadores del huerto no solían verse con los trabajadores de la casa, y así sucesivamente. Así que los domingos eran especiales.

-¡Ajá!- Thea saltó sobre la espalda de Charlie, uno de los encargados de limpiar las piscinas cuando metió canasta.

Troy extendió sus brazos para chocar sus manos con ella y después con Charlie. Thea volvió a tocar el piso y se adueñó del balón, era muy buena para los deportes, y le encantaban. Todos gritaban y reían divertidos, disfrutando el momento y la compañía. Algunos ya estaban comiendo y otros jugaban pequeños juegos de mesa. Los árboles tiraban algunas hojas sobre ellos, pero no les molestaba.
Moscú se acercó silenciosamente a ellos, admirando con ternura la felicidad que irradiaban todos, incluso el equipo que estaba perdiendo desvergonzadamente. Saludó amable a cada uno, hasta llegar a Thea, que estaba tomando agua.  Al verla se sorprendió un poco, pero no le tomó importancia.

-Que bueno que te animaste a venir.- Thea le ofreció agua, pero Moscú se negó.- Pudimos ir por ti en alguno de esos carritos con los que Charlie pasea por los jardines. No es bueno que camines tanto.

-Oh, no es problema.- la sujetó de los hombros y la alejó un poco del resto.- Me han enviado a búscarte, tienes algunas visitas y el señor Arlo los ha recibido.

-¿Visitas?- la miró sin comprender.- Yo no...

-Han venido los cuatro, Thea.- la interrumpió la anciana con la voz teñida de tristeza.

El corazón de Thea se detuvo por un instante, tal vez no literalmente, pero si lo sintió de esa manera. De pronto, el calor de sus mejillas se esfumó, dejando un horrible color amarillento que la hizo lucir enferma. Troy se acercó a ella y la sujetó de la cintura, parecía que iba a caer en cualquier momento.

-No.- se soltó de Troy y dio unos pasos hacia atrás.- No, no, no.

Sin dar más explicaciones salió corriendo hacia la entrada principal. Sus pies eran prácticamente invisibles ante la velocidad con la que corría y jamás se detuvo, ni siquiera cuando el estómago comenzó a dolerle y su garganta le dio un zarpazo, advirtiendo que se estaba llevando al borde y debía parar. Escuchó los gritos de Troy, suplicando que se detuviera, pero ella no lo hizo.

-No, no.- susurró aterrada cuando visualizó la casa.

Dejó de correr cuando estaba cruzando el camino de arbustos que la llevaban hasta el jardín principal. Y se detuvo completamente al ver que no se trataba de un mal sueño, ellos estaban ahí.
Al primero que reconoció fue a Tate, con su único traje negro que ya lucía desgastado y remendado del brazo derecho del saco. Pero eso no importaba tanto, era atractivo y tenía una mente brillante así que eso les daba menos oportunidad a las personas de juzgar su atuendo. Tenía esa mirada de cazador y movía los labios con una seguridad, que sólo él portaba. Muy diferente a Casie, su esposa, que no levantaba la mirada y jugueteaba con su falda larga que la hacía parecer una vieja amargada. Su cabello negro le caía sobre la cara y eso hizo que a Thea le diera un pequeño ataque de nervios. Y justo a su lado, estaban la pareja más nauseabunda del mundo entero, según palabras de la misma Thea. A pesar de llevar su única ropa decente, seguían pareciendo unos mendigos. Él llevaba un traje mal hecho, mucho peor que el de Tate, además que su obeso cuerpo no le ayudaba en nada. Seguía conservando su barba larga y maltratada. Y ella, llevaba un vestido sin forma color rosa chillante, que la hacían lucir como un cerdo, por el juego con su rostro sonrosado a causa del calor y la inmensidad de su cuerpo. Thea sentía que se moría de la vergüenza cuando vió como hablaban con Arlo Phoenix. Él no estaba en su mejor sentido, pero si entendía lo que estaba sucediendo y cuando los escuchó, tratando de entrar y maldiciendo a las hermanas Wright por ser unas malas hijas y abandonarlos a su suerte, supo que ya estaban de su lado. Les permitió entrar y escuchó atentamente sus demandas. Cada palabra llena de falsedades, le llenaron el pecho de una vibra diferente, eran como una nueva oportunidad. Ellos eran lo que Abel necesitaba ver para hacer a un lado a Morgan y por fin centrarse en lo importante. Seguir haciendo dinero y mantener el poder.  Por eso, a pesar de lo desagradables que le pareció cada uno de ellos, sonrió tan amablemente como siempre supo fingir ser. Incluso mantuvo una conversación cordial con Tate, que parecía ser el único inteligente de los cuatro.

-Sólo estamos aquí para ver a nuestras hijas y pedirles apoyo, cosa que no nos han dado desde que las enviamos a trabajar. Nos han abandonado y nos han echado de nuestra casa, tuvimos que hipotecarla y ahora somos dueños de nada.- se lamentó Uvania, haciendo más dramática la situación.

Thea se acercó más al escuchar a su madre y no pudo evitar mirar a cada uno de ellos con rencor, cuando todos la miraron.

-¡Ahí estás!- Marco la señaló furioso.

Thea se detuvo a unos cuantos pasos y miró a Arlo, disculpándose por la visita de esas personas.

-Thea, ellos juran ser su familia, ¿Eso es cierto?- le preguntó, rodeando sus hombros con su brazo.

-No.- contestó ella, mirando fijamente a su padre.- No estoy interesada en ellos señor, y en serio lamento la molestia...

-¡Ninguna molestia!- aplaudió al aire.- Por favor Thea, entiendo un poco de sus diferencias, pero no debes tratar mal a tus padres. Dales la cabaña que está en la esquina de tu línea y hazlos sentir cómodos, después podrían hablar.

-¿C-cómo?- Thea sintió la acidez de su garganta al escucharlo, pero aún más cuando Tate le dio una mirada llena de burla. Ellos habían ganado ese pequeño round sin siquiera darle oportunidad de jugar.

-Vamos Thea, me has escuchado.- Arlo se tropezó con su propio pie y tuvo que sostenerse de ella para no caer.- Atiende a tus padres y hablaremos más tarde.- comenzó a alejarse.

-Señor, eso no es necesario, ellos van a irse...- Arlo hizo un gesto negativo y siguió caminando hacia la casa.

Thea se paralizó un momento, pero después volvió la vista y trato de mantenerse fuerte para enfrentar a lo que se suponía, era su familia.

El Placer De Morír En Tus Brazos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora