Capítulo 56

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Thea había escuchado en algún sitio la frase:

"Cuando se trata de la familia, el acto más egoísta es decir NO."

Esa frase se quedó tan grabada dentro de ella hasta el punto de externarlo sobre su hermana menor, Morgan. En cuanto tuvo la oportunidad lo hizo. Dejó caer sobre sus pequeños hombros la responsabilidad de su porvenir. Le mostró una gran rebanada de pastel, lo puso frente a ella en su momento más hambriento y se atrevió a molestarse cuando Morgan lo comió. Thea era responsable de eso.

Abel deseó tenerla en su cama un par de veces, prometiendo riquezas, favores y una protección que no fue capaz de dar. La sumergió en las oscuras aguas donde navegaba, sin ninguna precaución. Y cuando los sentimientos salieron a flote, después de aquella noche en la piscina, cuando cerraron un trato carnal, ya era tarde para ambos. Él subestimó al consejo y a su poder sobre ellos, hasta el punto de permitir que su preciosa joven de ojos café, madre de su hijo, apostara la vida. Tuvo oportunidades de alejarse y brindarle larga vida, pero fue egoísta y volvió por ella. Abel era responsable de eso.

Y Morgan.

¿Era responsable de algo en realidad?

Si era capaz de sumergirse en cada segundo que vivió al pisar por primera vez la mansión Phoenix encontraría muchísimo más de lo que creería.
Todo su cuerpo le advirtió que estaba cometiendo un error, pero escuchar a su subconsciente era un lujo que alguien como ella no podía darse en ese entonces. ¿A dónde hubiera podido ír si no era a esa casa?
Recordaba a la perfección los gestos de cada trabajador cuando Thea los presentaba.
La mirada profunda de Moscú al escanearlas lentamente, con ese brillo tan especial que las conectó casi enseguida.
Se podía percibir el aroma que Federick desprendía la primera vez que sus manos se rozaron tímidamente y aquella sonrisa amable jamás se iría de su mente.
El porte elegante y el rostro angelical de Arlo Phoenix cuando le prometía protección.

Y él.

Morgan podía sentír claramente la mano de Abel sobre la suya, mientras el consejo se negaba a aceptar su relación, a pesar de las exigencias del gran Phoenix. Ese día, Morgan supo que daría cualquier cosa por él.
Estaba agradecida por cada momento a su lado, por más fugaz que hubiera sido. Las risas, los favores, el llanto, los lujos, las peleas, el costoso anillo con una esmeralda que llevaba en el dedo anular, el intento de romance, el poder, las promesas, el clímax, y lo más importante... Elijah Phoenix.

Estaba lista.

Lo que había hecho durante su clímax no fue lo sufícientemente malvado para ser considerada un Demonio. Pero si fue lo sorprendentemente intenso para que un Ángel escapara de ella.
Y aún estando frente a todo el consejo, confirmado por las personas más poderosas que, Morgan Wright quería reírse en sus caras. Podrían llamarla desquiciada, pero no le importaba.
Tomó lo quiso de Abel, incluso sus sentimientos y eso la convirtió en la más fuerte de todos ellos. Porque Abel mandaba.
El arma invisible se había vuelto contra ella después de un tiempo y eso hirió su orgullo a profundidad, pero ya no interesaba.

Estaba lista.

Su muerte estaba a punto de significar    muchísimo más que su vida.
En cuanto la tercera bala entrara a su cuerpo, las cadenas que rodeaban a los Phoenix iban a desaparecer. El consejo se disolvería y jamás volverían a tener poder sobre ellos. Eso incluía a Elijah ahora.
Si Abel no disparaba esa arma, la maldición seguiría hasta el final y eso todos lo sabían. Podrían estár agotados de los años sirviendo de esa manera, pero si el trato que ambos hicieron no era cerrado, el trato del consejo tampoco se llevaría acabo.
Todo llevaría a nada y Morgan no iba a permitir que eso pasara. Quería y deseaba con todas sus fuerzas que los Phoenix se sintieran externamente en deuda con ella.

Todo valió la pena.》se repetía en su interior.

Un intenso remolino de truenos comenzó a formarse en el cielo, llamando la atención de Abel por un momento.
Quitó el seguro del arma y bajó la mirada hacia sus zapatos. El frío se filtró hasta sus huesos y por un minuto se imaginó asesinando a todo los miembros del consejo. Podría huir con Morgan muy lejos de ahí y tener una vida larga y feliz con Elijah. Pero muy dentro de él, sabía que no sería así.

-Mírame.- le pidió Morgan con voz autoritaria.

Cuando sus ojos volvieron a chocar, Abel se sintió más incapaz de hacerlo. No iba a disparar esa arma. No ese día.
Morgan suspiró al ver la intensa pelea que estaba sufriendo en ese momento. Decidió darle un poco de tiempo para darse valor y dio media vuelta, dirigiéndose a Thea.

-No va a hacerlo.- susurró Guiordano detrás de Fusco.- Si no lo hace, lo haré yo.

-Va a hacerlo.- replicó Fusco, sin inmutarse.

Thea cerró los ojos con fuerza al sentir los fríos labios de su pequeña hermana en la frente. Deseaba poder gritar millones de di2scúlpas antes de que su corazón dejara de latír. Pero no era necesario, porque Morgan ya lo sabía todo y le había concedido el perdón, a pesar de que no tenía por qué. Después de todo, sólo eran niñas buscando sobrevivír.

La brisa húmeda logró que las lágrimas de los que lloraban silenciosamente fueran disímuladas y que los truenos furioso silencíaran los sollozos.
Morgan se quedó quieta delante de la enorme piedra y esperó a que Abel se calmara.

-No va a hacerlo.- repitió Guirdano.

Abel tuvo que cerrar los ojos y recordarse a sí mismo él por qué de esa decisión. De lo contrario, no podría hacerlo.

Paz.

Sentía ese desbordante dolor en todo el cuerpo hasta adormecerlo. Maldijo mil veces al consejo y otras mil veces a la misma Morgan por sentenciarlos de esa manera tan cruel. Pero se maldecía aún más al no ser el mismo Phoenix fuerte para hacerlo sín que doliera como el infierno.

Todo ocurrió tan rápido como ese año juntos.

Levantó la mírada y disparó por primera vez.

En el vientre.

Una segunda vez.

En el costado izquierdo.

Morgan ya no pudo mantenerse de pie y su peso la hizo recargarse en la gran roca antes de deslizarse lentamente hasta el suelo. No fue capaz de adaptarse al dolor porque el shock era demasiado. Pudo sentir a Abel antes de siquiera levantar la mirada. Estaba a sólo unos metros, pero ya no era a ella a quién apuntaba.

-¡N-no!- balbuceó Tate antes de que Abel apretara el gatillo.

Thea observó llena de panico y asombro cómo su peor pesadilla caía al suelo, sin una gota de vida. Llevándose las eternas noches de abuso y dolor consigo.
Al igual que el de Casie. Eran libres.

El consejo miró todo con distancia y atención. Sin una pizca de emoción.

Sí Morgan hubiera sido capaz de articular palabra, le habría agradecido. No fue consciente del peso tan grande que Tate le representaba hasta que Abel disparó. Ahora sí estaba más que preparada. Ya no existía peligro para Elijah, porque ya no existía Taté Wright.

《-Yo sólo puedo prometerte mi vida, literalmente. Quiero pasar el resto de mi existencia a tu lado, incluso si nos lo prohíben. Yo soy tuya y sé que tu eres mío. Puedo imaginarme una vida sin tí, pero simplemente no me interesa. Quiero ser tuya en cuerpo, alma y corazón. Te doy mí vida e incluso si debo morir por tí... será un placer morir en tus brazos.》

La bailarina danzó una vez más en la muñeca que sujetaba el arma.

Tercer y último disparo.

Rendición.

El Placer De Morír En Tus Brazos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora