Marco y Uvania Wright jamás planearon tener hijos, se habían casado cuando tenían quínce años y sus padres querían deshacerse de los jóvenes lo más pronto posible. Así que construyeron una casita pequeña y los dejaron a su suerte. Marco trabajaba en construcciones y Uvania fingía hacerse cargo de la casa, porque era un completo desastre. Claramente no era su culpa ser demasiado joven y no tener idea de lo que era mantener un hogar. Cuando Marco volvía del trabajo, Uvania ya estaba durmiendo y se negaba a levantarse sólo para darle de cenar su insípido guisado, causando así, un creciente resentimiento entre los dos. Eran unos jóvenes frustrados esperando morir, cuando llegó a su vida Thea Wright. "No es mía", solía repetir una y otra vez Marco mientras esperaba que su esposa diera a luz con su hermano pequeño fuera de la casa.
Después llegó Morgan, y para cuando nació Kiara, el hermano pequeño Tate Wright se había casado con Casie Vilayes y posteriormente, se mudaron con Marco y su familia en la casa diminuta.
Morgan podía seguir sintiendo el asco en la boca del estómago, como cuando llovía demasiado y toda la casa se humedecía. Tuvo que detener el balanceo de su columpio y después cerró los ojos tratando de calmarse. Al abrirlos de nuevo, Abel estaba frente a ella.-¿Vas a casarte con él?- preguntó sin más.
Morgan frunció el ceño y fingió no entender.
-Sabes perfectamente a lo que me refiero.- miro hacia todos lados y después, a su reloj, con falso interés.
-Sí, me ha pedido matrimonio.- contestó ella, de pronto muy tranquila.- Pero no he contestado.
Abel suspiró pesadamente y se sentó con las piernas cruzadas, sobre el césped delante de ella. Morgan cerró las piernas al instante, causando una sonrisa coqueta entre ellos. Para él, ella estaba maravillosamente hermosa con su vestidito y su listón negro sobre el cabello, llevaba un diamante de los que le había regalado y eso le suavizó el corazón.
-Luces hermosa.- murmuró Abel con una sonrisa sincera.
Morgan levantó su ceja y se mordió el labio inferior. Los recuerdos horribles se fueron, dejando una sensación de felicidad y orgullo. Moscú estaba teníendo razón justo en ese instánte. Él volvía siempre, por ella. Y le gustaba, porque la hacía más poderosa de lo que ya se sentía.
-¿Quieres casarte con él?- le preguntó, después de un momento.
Morgan sabía perfectamente que no quería, pero Abel no lo sabía. Él no la conocía lo suficiente, ni era consciente del poder que ejercía sobre ella como para saber que Morgan no haría nada que lo alejara de él, ni mucho menos. Para Abel, ella era una mujer que querría casarse y tener hijos con su esposo, envejecer juntos y hacer promesas como encontrarse en la otra vida para volver a estar unidos, y él no era para nada así. Por eso, temía perderla.
-Quiero que sepas, cualquiera que sea tu respuesta que...
-¿No le intereso para nada más?- se atrevió a interrumpirlo.- Quiero decir, ¿Sólo le interesa de mí el placer físico?
Abel se sorprendió ante la pregunta, e incluso se sintió molesto por su repentina inseguridad. Si era realista, Morgan no tenía nada de especial al resto de mujeres. Era preciosa, claro y poseía muchísimos encantos, pero no era alguien extraordinaria. Sin embargo, si Abel era realmente honesto consigo mismo, Morgan era aquella persona que estaba frente a él para hacer una familia por fin. Algo que fuera completamente suyo, no dinero, poder, ni ninguna otra cosa material. Abel Phoenix llevaba un par de años esperando, y tratando de convertírse en un hombre digno de una familia, no la mierda que era Arlo y Erín juntos. Él quería algo real y duradero. Pero creía ser demasiado pronto para hablar de algo así con Morgan. Sin embargo, ella estaba frente a él, hacíendole frente y suplicando por una respuesta que los una a ellos, aún tengan que luchar contra otras personas.
-¿Por qué preguntas eso?, va a influir acaso en tu respuesta matrimonial?- se levantó del suelo y se sacudió. Morgan lo imitó.
-Odio que me responda con otra pregunta.- se quejó Morgan.
-Tu también lo haces.- se burló él, estirando la mano y acomodando un mechón de cabello que se había salido de su listón.
-Pues trataré de no hacerlo.- prometió la joven.- Sólo le pido que me responda, es importante para mí.
Abel acarició su rostro cuídadosamente y a pesar de estár en el jardín, se inclinó y le dio un beso suave en los labios. Ella le respondió encantada.
-Si quieres hacerlo no puedo detenerte.- susurró bajito
Morgan se alejó como si Phoenix quemara y caminó unos pasos atrás. Quedando completamente decepcionada. Debía dejar de tener expectativas sobre Abel o de lo contrario, terminaría muy mal.
Phoenix volvió a sentír esa presión en su pecho al darle paso libre para estár con Federick. Intentaba repetirse que se trataba por su bien, ella no sobreviviría al consejo, ni a una vida como un Phoenix, sin embargo, la idea de que si lo hiciera le daba ilusión.-Lamento si interrumpo alguna situación importante.- la voz gruesa de Ernest los tomó por sorpresa.
Abel se puso frente a Morgan e intentó parecer tranquilo, a pesar de estar maldiciendo al Inglés por llegar sin avisar y a Moscú por no haberlo nombrado antes.
Ernest le sonrió amable a la anciana, invitándola a retirarse y Moscú lo hizo en seguida, llamando a Morgan para que fuera con ella.-Oh, pero aún no la conozco.- miró a Morgan.- Un gusto señorita, soy Valentín Ernest, un viejo amigo.
- Morgan Wright.- contestó enseguida ella, hacíendose a un lado para poder verlo.
Abel se puso a su lado de manera protectora sin darse cuenta, y Ernest los miró asombrado. Abel Phoenix jamás había mostrado a una chica ante ellos, y a pesar que no estaban ante el consejo, y que sólo se trataba de una coincidencia, para el Inglés no pasó por desapercibido.
-He venido a verificar si todo estaba bien, me he enterado de lo sucedido con Erín, pero veo que es un mal momento.- se quitó los guantes de cuero y observó a Phoenix con ironía.
-Tonterías.- se acercó a Ernest y le dio un golpe amistoso en el hombro.- Vamos a mi oficina.
-Claro.- exclamó caminando con él.- Y supongo, también me hablarás acerca de la chica, ¿No es así?- volvió rápidamente la vista hacia Morgan, que se había quedado con Moscú detrás.
Abel fingió una risa y negó en seguida.
Sabía que ya estaba hecho y que no podría salir de eso, Ernest los había visto, y ni siquiera Moscú pudo evitar que el hombre los descubriera. No lo había hecho Arlo, Federick, ni la misma Thea. Los había descubierto un miembro del consejo y Abel sabía que ya no había salida.-Después de lo que he visto, será mejor llamar al resto y pedirles que vengan.- se detuvieron y Abel comenzó a sudar.- Venga Phoenix, entremos y vamos a convocar al consejo, al parecer hay un nuevo tema que discutir.
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El Placer De Morír En Tus Brazos.
RomanceMorgan Wright llegó a la mansión Phoenix creyendo que había llegado al paraíso mismo, sin saber que se convertiría en la obsesión del hombre que jamás creyó poder poseer. Cuyo deseo desmedido los llevará a los bordes del bien y el mal. Él, un hombr...