Capítulo 40

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Thea sujetó con fuerza su canasta de ropa limpia y se aseguró de haber guardado todo lo que había utilizado antes de comenzar a bajar las escaleras con mucho cuidado, lo último que necesitaba era caer y lastimarse. La vida de esa mujer no podía volverse más miserable de lo que ya era. Había descuidado absolutamente todo de si misma, el color negro se convirtió en su aliado y las sonrisas espontáneas en un lujo que no muy seguido se podía tener. Thea Wright había sido consumida por la tristeza y el rencor, así que estaba destruida.
Caminó lentamente hacia las cabañas, perdida en sus pensamientos como siempre y no escuchó a Tate cuando la llamó desde la puerta de su cabaña.

-¡Maldición!- el hombre la sujetó con fuerza del brazo y la detuvo.

-¡No me toques!- Thea gritó aterrada y dejó caer su canasta.- Te he advertido que no me toques, lo detesto.

Tate le dio un empujón divertido y la miró de arriba a bajo, poniéndola más nerviosa.

-Tranquila, Thea. Sólo te quería preguntar por Casie. Voy a salir un par de horas con el señor Arlo y debo pedirle que haga unas cosas.- le dio una mirada a su cabaña.- Se suponía que Morgan la iba a despertar pero creo que ninguna de las dos está ahí.

Thea recogió su ropa del piso sin ponerle atención y siguió con su camino, ignorando las maldiciones que Tate le lanzaba.
El hombre volvió a la entrada de la cabaña y volvió a tocar, pero nadie contestó. El hombre estaba perdiendo la paciencia.

-Tate, el señor Phoenix te está esperando.- Uvania Wright apareció detrás de él, caminando despacio y respirando agitada.- Marco me ha enviado a llamarte. El auto está listo.

Tate lanzó el último golpe a la puerta y le dio un empujón a Uvania cuando pasó a su lado, furioso.

-Creo que se ha ido.- Morgan se separó de la puerta de madera con cuidado y suspiró aliviada cuando ya no se escuchó nada más.

Volvió al baño con Casie y se puso nerviosa cuando la mujer se levantó poco a poco del piso lleno de sangre y se acercó a ella para que no cayera.

-Vamos a limpiarte y después vas a recostarte.- le quitó un mechón de cabello que le caía en el rostro sudado.- Entra a la regadera y yo limpiaré la sangre...

-Puedo hacerlo, yo puedo hacerlo.- susurró agotada.- No debes estar haciendo fuerza.

-No voy a cargar cosas pesadas, sólo voy a limpiar. Tu entra a la ducha, ahora.- le ordenó.

Casie se quitó la ropa con cuidado y con ayuda de Morgan comenzó a darse un baño. Cuando Morgan se aseguró que la mujer no caería, se dispuso a limpiar todo el rastro de sangre. Usó toallas limpias y papel, no sabría como quitar las manchas, pero Casie debía asegurarse de esa parte. Ambas intentaron ser lo más rápidas en lo que hacían y en menos de veinte minutos Casie ya estaba recostada en su cama, agotada y temblorosa, pero mucho más tranquila. Para la sorpresa de la mujer, la ayuda de Morgan no se sintió extraña o incómoda. Estaba muy agradecida con la que se suponía, era su sobrina.

-No eres lo que ellos dicen. Tienes un gran corazón.- habló bajito, pero llamando su atención.

Morgan le sirvió un vaso de agua y frunció el ceño cuando la escuchó.
¿Ella no era lo que "Ellos" decían?

-¿Ah sí?- le acercó el vaso y Casie bebió.- ¿Entonces se habla mucho acerca de mí?- le preguntó insegura.

Casie negó al darse cuenta de su imprudencia, pero ya era tarde. Morgan ya lo estaba procesando y no le quedaba más que explicarle.

-Son cosas sin sentido, no debes darle importancia.- volvió a beber.- No eres lo que las personas hablan de tí y...

-¿Thea está incluida?- la interrumpió, comenzando a sentirse incómoda.

El Placer De Morír En Tus Brazos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora