Capítulo 8

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Morgan se había despertado un segundo después de que Abel saliera de la habitación. No lograba escuchar con claridad lo que pasaba con los Phoenix, sólo escuchaba los balbuceos de Erin y eso la puso en alerta. Salió de la cama y se envolvió en una bata que encontró colgada al lado de la cama. Se quedó recargada en el marco de la puerta sin saber qué hacer. Su instinto le advertía que no era asunto suyo y que lo mejor era esperar, o quizá debería irse a su nueva habitación. Pero no quería meterse en líos de nuevo con Thea. Así que esperó a que Abel saliera, y así lo hizo. Abel Phoenix apareció frente a ella, pero con la mirada fija en la carta de los D'Nally.
El hombre maldijo internamente por el viaje urgente que debía hacer con su hermano. Ni siquiera había amanecido y ya tenía muchas cosas que hacer. Lo principal era llamar al consejo para ponerse de acuerdo con el viaje y después viajar hasta Nuevo Orleans para hablar con los D'Nally y arreglar los desacuerdos que estaban saliendo a la luz. Estaba tan metido en sus asuntos que no se dio cuenta de que Morgan estaba parada frente a él.

-Creo que lo mejor es irme a mi habitación.- habló, llamando su atención.

Abel asintió, dándole una mirada rápida y después entró a su habitación, cerrando al entrar.
Morgan caminó lentamente hasta la puerta que le había dicho su hermana y se quedó parada un momento, sintiéndose nerviosa. Jamás había tenido un sitio para ella sola, y estár ahora frente a la que se suponía, sería su nueva habitación la estaba poniendo sentimental. Sí, había tenido cierto precio carnal, pero ella no lo veía de esa manera por aquel entonces. Cómo todo joven, sólo veía lo brillante del diamante, y le estaba gustando.

-¿Nueva habitación, eh?- Arlo caminó hacia ella con paso despreocupado.- Debo admitir que si hay algo que jamás te va a faltar con mi hermano, aparte de la felicidad espontánea de un orgasmo, es la comodidad y el poder.

La joven se hizo pequeña en su sitio al escucharlo y se cubrió con la bata. Por un instante sintió qué él la veía completamente. Lo que había dicho era justamente lo que pensaba sobre su actual situación. Se sentía poderosa estando con un Phoenix. Pero la verdad, era que eso lo había descubierto Arlo con el pasar de las mujeres de su hermano. Abel podría ser un poco intenso, y débil ante la belleza femenina, pero era un gran hombre con las mujeres. Las protegía y llenaba de riquezas. Incluso hubo una chica a la cual ayudó con dinero para que terminara sus estudios. La ecuación era simple, ellas se metían con él por el placer y por la ayuda que les brindaba. Y él, lo hacía por diversión. Jamás obligó a ninguna mujer, y era porque no había nadie que se le resistiera.
Arlo sólo veía la situación de lejos, ajeno a todo. Pero esa joven le llamaba la atención por ser la hermana de Thea. Una mujer que él consideraba agradable y fiel a los Phoenix. Casi tanto como Moscú.

-Con él no te va a faltar nada, tranquila.- se acercó hasta estar rozando hombro con hombro.- Claro, hasta el momento que decida que ha sido todo. Pero para ese entonces tendrás joyas que vender, y tal vez un poco más de espina para saber aprovechar las siguientes oportunidades que se te presenten.

Morgan lo veía con los ojos bien abiertos. Se sentía tan cohibida que las piernas le temblaban. Arlo Phoenix si que conoce a su hermano, pensó.

-Que tengas un sueño irrepetible.- le abrió la puerta y la invitó a pasar, con esa sonrisa amable que sólo caracterizaba al menor de los Phoenix.

Morgan lo hizo lentamente y saltó asustada cuando la puerta se cerró detrás de ella.
Caminó por el pequeño pasillo que la condujo hasta la parte principal, donde estaba la cama, un tocador de madera pulida color blanco, y un espejo que era del tamaño de la pared.  Al lado de éste se encontraba una puerta de cristal que la llevaba hasta el baño. Todo le pareció hermoso, pero se lamentó al notar que en la habitación no había balcón. Le encantaba tomar el aire en las noches, antes de dormir y ahora tendría que salír si quería hacerlo
Se desnudó y caminó sólo de puntas hasta el baño. El sueño se había ido completamente, así que se daría un baño y bajaría a buscar a sus hermanas. No sabía bien que hora era, pero supuso que no faltaba mucho para el amanecer.
Se dio un baño corto y salió antes de que el calor del agua la ahogara o le quitara los pedazos de piel. No sabía como funcionaba, y había olvidado preguntarle a Thea.
Sacó uno de sus sencillos vestidos color rosa palo y se colocó un listón en el cabello, sujetándolo en una coleta. Buscó su cajita rosa y se puso su delgada cadena de plata que le había regalado una amiga que vivía cerca de ellos.

《-Siempre te ha gustado, y yo no la utilizo. Es tuya, por tu cumpleaños. Le he añadido la bailarina.》

Morgan sujetó con más fuerza su cadenita y le dio un beso a la pequeña bailarina que colgaba elegantemente sobre su cuello.
Salió de su habitación y se quedó quieta cuando vió a Erin parada frente a las escaleras. Seguía con su pijama y tenía una taza de Té en las manos. Había sufrido otra crisis nerviosa después de su discusión con Arlo, pero nuevamente se estaba recuperando poco a poco. Para Morgan, aquella mujer le causaba dolor de cabeza. Le parecía una mártir que esperaba el momento justo para escribir una carta dramática, después tomar todo los analgésicos que tuviera, y que al parecer suyo, eran demasiados. En la inmadura cabeza de Morgan, le exigía que fuera feliz. Tenía de esposo a Arlo Phoenix, ¡Por Dios! Un hombre amable y tierno, del que Thea siempre trataba de rescatar como "El más humano de todos". Entonces, ¿Por qué sufría?

-Oh. Eres tú.- suspiró Erin al ver a Morgan.- No quiero faltarte al respeto pero... ¿Podrías pedirle a Moscú o a Thea que me envíen otro Té?- sacudió la taza vacía.

-No es problema, señora.- bajó un momento la cabeza y después la elevó para verla.- ¿Quiere del mismo o...?

-No, dile que quiero un Té especial.- le guiñó un ojo, divertida.

Diversión falsa, pensó la joven.

-Enseguida.- volvió a inclinar la cabeza con respeto.

Pero no debió hacerlo.

-No vuelvas a hacer eso nunca más.- las sorprendió Abel.- No recuerdo haber contratado a Morgan en esta casa, así que no entiendo porque le estás pidiendo tu bebida.- se dirigió a Erin, completamente molesto.

-Ella dijo que no era un problema.- se defendió la mujer, sin olvidar su rencor hacia él.-¿Oh no fue así?- miró a Morgan.

-No le doy una paga, así que no tienes derecho sobre ella.- se puso delante de Morgan, de manera protectora.- Pídele a alguna de las trabajadoras, no a ella.

Erin se creció cual animal herido, tratando de demostrar quien manda y los miro a ambos detenidamente. Morgan veía la espalda corpulenta de Abel y las palabras de Arlo volvían a su cabeza. La protegía, una palomita en la lista.

-¿Entonces qué se supone que es?, ¿Qué hace aquí?- le retó furiosa.

A Erin no le interesaba la respuesta, pero le gustaba fastidiar cuando podía. Casi siempre se mantenía en silencio frente a las demás personas, pero frente a los Phoenix, no era más que una mujer retadora y llena de frustraciones, esperando atacarlos.
Pero nunca había podido con Abel, era diferente con él.

-No era problema, señor.- susurró muy bajito Morgan detrás de él. No quería que continuara su pelea de miradas.

Él se puso más tenso y ella decidió callarse.

-Vete a tu habitación y date un maldito baño que se lleve tu amargura por las tuberías, y no vuelvas a pedirle absolutamente nada a Morgan como si trabajara aquí. Te lo advierto.- tomó a Morgan de la mano antes de bajar juntos las escaleras.

Morgan supo en seguida que ya estaba en problemas con Erin Phoenix y sólo podía rezar porque se la llevaran a su viaje y no la dejaran en la casa, al mando de todo.

El Placer De Morír En Tus Brazos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora