El tiempo era un sabio conocedor de que todo llegaba. Puntual. Porque si algo se tenía seguro en la vida, era que el tiempo no perdonaba y jamás lo haría. Tu podrías quedarte estancado, pero él jamás lo haría. Para algunas personas no es lo más justo y para otras, es justo lo necesario. El vivo ejemplo de eso, eran Abel Phoenix y Morgan Wright. Él, seguía en movimiento porque debía, no por el hecho de que era una bendición poder hacerlo. Se había sumergido en sus empresas, en los empleados que lo rodeaban durante toda la tarde y hablaban sin parar, en las peleas con su hermano, en los enfrentamientos con los Wright y en sus pequeños viajes para no caer a ese vacío cruel de la soledad. Había salido de ahí y no quería volver. Quería mantenerse fuerte para cuando Morgan volviera, porque no lo haría sola. Mientras ella, sólo dedicaba tiempo a observar la maravillosa agua cristalina que se movía majestuosamente delante de ella y acariciaba su hinchado vientre. Su madre le había hablado acerca de la importancia de conectar con la vida que llevaba dentro y esa conversación se había quedado tan grabada dentro de ella, que la recordaría por siempre.
-¿Por qué estás aquí afuera?- se había acercado detrás de Morgan mientras ella seguía sentada en las escaleras principales de la casa, admirando el mar.- Ya es tarde y deberías ir a descansar.
-Me gusta escuchar cuando las olas rompen al llegar a la arena.- cerró los ojos, poniendo atención al maravilloso sonido.
Uvania se sentó a su lado y miró a su hija con cierta aprensión. No había sido capaz en toda su vida de reconocer lo mucho que adoraba a sus hijas, a cada una de ellas. Pero eso no era de sorprender, porque alguien que no fue amado, no sabe amarse y mucho menos amar a alguien más. Uvania conocía a sus hijas, pero sólo cuando fueron pequeñas, porque la nueva versión de ellas, era algo muy desconocido por la mujer que las invitó al mundo. De Thea, sabía que seguía en su etapa de duelo y que desgraciadamente la estaba consumiendo. De Kiara sólo había recibido una carta y una fotografía que Thea se había dignado a darle, pero de Morgan, de ella desconocía el por qué de sus acciones y eso la hacía sentirse más unida a ella de lo que quisiera.
-Deberías entrar, el tratamiento no te va a funcionar de nada si no te cuidas.- Morgan la miró de reojo.
-Tu también deberías entrar, la temperatura está bajando y eso puede afectar al bebé.- le respondió.
-No te importé toda mi vida y ahora que llevó a un bebé millonario en mi vientre si te interesa, ¿Cierto?- no pudo guardar el tono de reproche.
Uvania sonrió con tristeza y negó.
-Mis padres me casaron cuando apenas sabía hervir agua y tuve a Thea cuando era una niña. No entendía absolutamente nada sobre cuidar bebés, así que lo hice a mi manera.- recordó con melancolía.- Una mujer no crece sabiendo ser madre y un bebé no nace comprendiendo eso.
Morgan miró a su madre y se sorprendió al escucharla por primera vez acerca de sí misma o sobre su maternidad. Así que puso atención.
-Tomas las pocas herramientas que encuentras y las utilizas, aún no siendo las correctas. Pero eso sólo lo sabrás cuando veas a ese bebé a los ojos.- señaló el cielo.- Rezarás en ese instante para suplicar por su vida y por la tuya, para hacer lo mejor posible e incluso vas a prometer no ser como tu madre, pero no debes cometer ese error.
-¿Por qué no?, sí no seré como tú.- sus ojos se volvieron de reproche.
-Porque es una manera de condenarte. Escupes hacia el cielo y te caerá en la cara.- se limitó a responder.- Yo puedo decir que dí todo de mí para ser una buena madre y tu puedes culparme por no haberlo intentado como según tu, debía. Después de todo, es cuestión de perspectiva, mi amor.- le acarició el rostro por primera vez.
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El Placer De Morír En Tus Brazos.
RomanceMorgan Wright llegó a la mansión Phoenix creyendo que había llegado al paraíso mismo, sin saber que se convertiría en la obsesión del hombre que jamás creyó poder poseer. Cuyo deseo desmedido los llevará a los bordes del bien y el mal. Él, un hombr...