Cinco días. Habían pasado sólo cinco días y para Morgan había pasado ya mucho tiempo. Los días eran como las gotas de agua que recorrían el cristal muy veloz y era imposible detenerlas. Así pasó cada día, desde la partida de Abel Phoenix.
Federick y Morgan habían salido un par de veces a caminar por la ciudad, a restaurantes que él mismo recomendaba y una vez la llevó a comer helado. Ella jamás lo había probado, así que cuando Federick le pidió un helado de vainilla, tardó bastante tiempo en decidirse a probarlo para después tardar en encontrarle el gusto.
Cuando Thea se enteró por la misma Morgan que estaba teniendo citas "de amigos" con Federick, se enfureció. A pesar de las promesas de la chica, diciendo que sólo eran amigos, Thea no lo aceptaba.《-Federick no es tonto, sabe lo que hace. Lo que no entiendo es por qué está haciendo todo esto. Si el señor Phoenix se entera, se meterán en problemas.》
Morgan había decidido ignorar la advertencia de su hermana y siguió saliendo con su nuevo amigo, Federick. Ambos se agradaban, sólo que de diferentes maneras. A ella, le emocionaba la idea de conocer a alguien por cuenta propia. Mientras que a él, la idea de pasar tiempo con Morgan significaba mucho más. Sabía que a comparación de Abel Phoenix no era nada, pero también sabía que ese hombre no la querría jamás de verdad. Se estaba esforzando en dejar una huella en ella para después. "Federick, el hombre que aceptaría todo de mí". Por eso, en el quinto día, le regaló un dije de una tortuga. Ella le había contado, en forma de secreto, que se había vuelto adicta a la lectura sobre animales marinos y que su favorito era la tortuga.
El rostro de la chica se iluminó al ver la cajita y lo que contenía dentro.-¡No te hubieras molestado!- le dio un corto abrazo y observó la pequeña tortuga.- Es increíble. En serio lo es.
-Lo compré en la mañana que salí a hacer unas compras. Lo vi y supe que debías tenerlo.- le sonrió
Morgan se quitó la cadena y puso la tortuga en lugar de la bailarina, que después guardó en la caja. Con ayuda de Federick volvió a ponerse la cadena y le agradeció una vez más por el detalle.
Estaban merodeando por el jardín de en frente, que estaba sólo a unos metros de la puerta principal, y por la que, sin darse cuenta ninguno de los dos, Arlo Phoenix estaba cruzando. Al ver a los dos, conversando y riendo tan abiertamente lo divirtió. No sólo por lo adorables que se veían, sino por la ansiosa visión de Abel cuando se lo contara. Si es que le apetecía decirle.
Erin lo había puesto sobre aviso. Contándole todo cuando llamó la noche anterior para preguntarle por su salud. La mujer no había guardado ni un sólo detalle y eso le encantó a Arlo. No lo había creído al cien por cien, pero ahora no había duda. Tal vez no estaba pasando nada extraordinario, pero eso no le quitaba lo emocionante a la situación.-¡Vaya, pero que suerte encontrarlos!- Arlo aplaudió con fuerza, para hacerse notar.
Morgan se sentía palidecer y Federick, sólo se enderezó en forma de respeto. Detrás de Arlo venían una pareja de ancianos que sonreían a todos y a todo.
-Señores D'Nally. Ellos son Federick, el conductor de Abel y ella...- le dio una mirada burlona.- Ella es una invitada muy especial.
Entre los tres conocedores de la ironía, se sintió una ligera tensión y Morgan se incomodó de sobremanera. Federick bajó la cabeza en forma de saludo y se puso en disposición para cualquier cosa que los D'Nally necesitaran. Después se dirigió hacia la entrada, dónde el conductor de Arlo estaba esperando al guardia para poder pasar con el auto.
El viaje había sido más corto de lo pensado, porque los D'Nally decidieron que la mejor decisión era volver a la casa de los Phoenix, dónde sería más seguro resolver sus asuntos.-Mi hermano llegará con la señorita Rosie D'Nally en unas horas y creo que debes estar preparada. Sólo se detuvo en Suiza para unos asuntos personales.- le guiñó un ojo a Morgan, con complicidad y ella se sentía morir.
La pareja no dejó de sonreír en ningún momento, hasta que se alejaron en dirección a la casa y la joven los perdió de vista.
Aún con los nervios de punta, y su cara pálida, caminó hasta la cocina y se dejó caer sobre el banquito de la mesa. No era consciente de la mirada inquisitiva de Thea. Sólo podía darse golpes mentales por la incómoda situación de hace un momento. No se había detenido a pensar en Abel Phoenix para nada. Y no sólo por el cierto temor que le guardaba, sino porque no quería que su hermana ganara en su propia cabeza y dejarse envolver en las imágenes de Abel Phoenix furioso. Pero al parecer así sería.-Te lo advertí.- susurró Thea, sin expresión alguna.
Morgan cerró los ojos con fuerza y se esforzó demasiado para apartar las diferentes ideas que cruzaban por su cabeza. Desde pedirle perdón a Abel en cuanto cruzara la puerta hasta salir huyendo. Ninguna parecía coherente. Se levantó y se acercó a la nevera para sacar los ingredientes que necesitaba para preparar la cena.
-Yo cocinaré esta noche. Sólo para nosotras.- murmuró sin mirar a Thea.
-¿Sabes cocinar?- preguntó sorprendida la mayor.
-Aprendí viendo.- contestó en seguida.- Haré pasta y rollos de carne.
Thea aceptó la oferta y terminó de limpiar la zona de la cocina para dejarle libre a Morgan. Moscú le había dicho que Arlo y los D'Nally no tenían apetito, pero que después de las ocho les llevaran Té a los invitados a sus habitaciones. Por lo que, tenían su tarde libre prácticamente. O al menos las chicas de la cocina si la tenían, puesto que Thea se había comprometido a servir el té.
A Thea le sorprendió ver a su hermana cocinar, sin ayuda alguna. Se movía por toda la cocina con naturalidad. Sabía que su hermana se estaba fugando para no pensar en nada, pero le parecía bien. Un momento a la vez.
Sólo tardó una hora en cocinar y servir dos rollos de carne para cada una y una porción de pasta con queso. Thea fue en busca de Kiara y la llevó a la cocina para cenar.
Todas quedaron encantadas con la comida y la devoraron. Morgan tenía un muy buen sazón, heredado de su madre y hermana mayor, definitivamente. Troy se unió unos minutos después y Morgan se encargó de servirle un poco de su preparación. El hombre quedó encantado, como todos.
La plática después de la comida fue lo que más duró. Kiara no dejaba de hablar y contar las historias que Moscú le narraba mientras comían una merienda, que al parecer eran muchas. Y luego, Troy contó sobre lo orgulloso que estaba al haber ayudado a traer al mundo a un potrillo, fuerte y sano. La conversación sólo se vió interrumpida cuando Moscú entró para despedirse e írse a su cabaña. Después Troy se llevó a la más pequeña para que pudiera ver a los anímales y jugara con ellos, sólo así se cansaría y podría dormír. Thea y Morgan, por su lado, limpiaron todo y guardaron el resto de comida. Hablaban de cosas sin importancia, evitando hablar sobre lo realmente importante.-Llevaré el té, no tardo.- acomodó las dos tazas de porcelana en la charola y dos cucharitas.
Morgan asintió y después siguió limpiando la barra de la cocina con la esponja. La joven estaba demasiado nerviosa, era como si pudiera sentir a Phoenix incluso antes de verlo. Había logrado evitar pensar en todo eso, hasta aquel momento. Pero fue justo a tiempo. Porque Abel Phoenix estaba en la puerta de la cocina, recargado en el marco, viéndola fijamente y ella no tenía ni idea.
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El Placer De Morír En Tus Brazos.
RomanceMorgan Wright llegó a la mansión Phoenix creyendo que había llegado al paraíso mismo, sin saber que se convertiría en la obsesión del hombre que jamás creyó poder poseer. Cuyo deseo desmedido los llevará a los bordes del bien y el mal. Él, un hombr...