Capítulo 34

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-No puedo explicarlo bien, pero sé que ellos tienen muchos enemigos, no son la comunidad pura que juran ser.- Federick suspiró, agotado.- Pattel hace cosas malas, sólo que no he logrado saber de qué se trata. Pero vamos a írnos, con o sín Erín.

Morgan acarició su vientre lentamente, mientras los pequeños fragmentos de su conversación con Federick se deshacía en el viento.

-Erín no querrá irse, siendo la amante de Pattel siente que es intocable.- Morgan le había pasado un trapo húmedo por la frente.

-Será decisión de ella, sólo le advertiré que lo piense bien. Después de todo, sabemos que el patriarca no sólo ha estado con ella.- la miró fijamente.

-Nunca dormí con él y lo sabes.- bajó la cabeza avergonzada.

Cuando sus pies tocaron el agua fría, su mente se despejó completamente.

El calor había ascendido mucho, por lo que los niños se habían metido a nadar al río, junto con algunos otros hermanos. Ese tipo de clima les fascinaba a ellos, pero a Morgan la sofocaba. Sobre todo con el embarazo, que ya estaba un poco adelantado, y a pesar de sentirse afortunada porque su vientre apenas era visíble, la sensación era igual de desagradable como si no pudiera verse los pies. Se abrió los botones de la camisa y dejó que el aíre fresco que producía la sombra de los árboles le abrazara el frente. Cerró los ojos, disfrutando el momento, esos pequeños instantes dónde se permitía extrañarlo.

Abel Phoenix.

El sólo recuerdo le trazaba una hérida de un extremo a otro, a la altura del pecho. Extrañaba demasiado a ese hombre, su olor, sus ojos, su sonrisa, su cuerpo, sus manos, su voz. Y algo que ella jamás se atrevería a aceptar, extrañaba a la Morgan que él había creado. Deseaba demasiado volver con él, tal vez con la misma fuerza que deseaba ver a Thea, o saber de Kiara. Tal vez con la misma fuerza que deseaba saber lo que su familia estaba haciendo. ¿Estarán llenando la cabeza de los Phoenix en su contra?, ¿Serán conscientes del peso que tiene El Consejo e intentarían condenarla con ellos? Morgan abrió los ojos aterrada cuando su cabeza le ganó la batalla y su momento de paz se esfumó.

-Oh, bella gacela, tan joven y con la maternidad más asentada que a cualquier otra que mujer que haya visto jamás.- Pattel se inclinó a su lado y le dio un pequeño beso en la cabeza.

-No debería hacer eso, Erín no es muy agradable cuando está celosa.- bromeó Morgan, dejando un eco de incomodidad al aire.

-Ella sabe que contigo es diferente.- se burló, sentándose a su lado.- Erín sabe que jamás te tocaría, porqué eres demasiado valiosa para eso.- la miró de reojo.

Morgan sonrió cuando aquella sensación intensa volvió a ella, en un delicioso recuerdo. Abel.
La joven no se sentía muy orgullosa de lo que había hecho meses atrás, sin embargo, no se arrepentía. Era de noche, mientras la mayoría dormía y otros conversaban dentro de las carpas, porque el frío de fuera era muy fuerte.

-Ya deberías saberlo Morgan, no te sirve de nada desear volver con Abel, si en cuanto llegues a esa maldita casa, te van a hacer un agujero en la cabeza.- Erín expulsó el humo por la boca, muy lentamente.- Deberías acostumbrarte al sitio, es divertido.- sonrió coqueta, mirando al patriarca, que platicaba con Hasel a unos metros.

Morgan elevó una ceja burlona y se mordió el labio para evitar soltar un mal comentario. Eso molestó a Erín.

-Bueno, no me sorprende en lo más minímo qué estés comenzando a amargarte sin Abel, después de todo, él era el único que se había fíjado en tí y que te hacía parecer interesante.- soltó otra calada de humo, junto con su veneno.- Y ahora, Zeyla ha asegurado que tienes un consumidor de vida dentro de tí. ¡Vaya!, tu clímax fue con Abel y ahora ya ha pasado. Triste.

Morgan pudo sentír como su orgullo herido sacaba las púas para defenderse y se levantó del césped lentamente, como un León apunto de atacar. No le sorprendía que Erín estuviera insoportable ahora que era la amante del jefe al mando, porqué para ella había sido igual. ¿Morgan no se estaba comenzando a ahogar en el poder qué Abel le proporcionaba? Para Morgan, el dinero y el poder juntos era como un liquido caliente que le atravesaba el cuerpo deliciosamente. Era adictivo y sacaba lo mejor y peor de ella. Pero en caso de Erín, siempre sacó el ser despreciable que era.

-Soy joven y bonita, sólo debes mirarme para darte cuenta de eso. Mi climax, va a durar toda una vida, y eso no me lo va a arrebatar ni siquiera un "Consumidor de vida".- alargó la mano y le acarició un mechón de cabello.- En cambio tú, comienzas a marchitarte debido a la miserable vida que llevaste por años y dónde jamás tuviste ni un solo intento de clímax.

Erín le quitó la mano de un golpe seco y no pudo evitar tocar su rostro con cierta preocupación. Morgan le había dado al punto y estaba orgullosa de eso.

-Si logré que uno de los hombres más poderosos del mundo se pusiera delante de mí, dispuesto a protegerme ante El Consejo, aún después de haberlo hecho compartirte con un simple trabajador. Puedo hacer lo que quiera con cualquier hombre.- sacudió su cabello hacía atrás y comenzó a quítarse su vestido.- Pero eso ya deberías saberlo.

Se sacó el vestido por abajo, después lo sumergió en un charco de lodo y se lo pegó al cuerpo. Intentando falsamente de cubrir su perfecto cuerpo semi-desnudo y después, caminó lentamente hacía su carpa, que estaba cruzando al lado de los hombres que conversaban. Erín se hizo pequeña cuando Pattel siguió a Morgan con los ojos hasta que se metió a la carpa, y aún peor, no permitió que Hasel la viera. El patriarca disfrutó las piernas torneadas de Morgan, su trasero y la curva marcada que se formaba justo arriba de el, y su abdomen plano que guardaba una importante vida. Ése día, Morgan volvió a sentír esa sensación que le recordaba a Abel Phoenix y se prometió hacer lo que fuera para no olvidarla. Mientras que Erín, aprendió a no jugar con Morgan, porqué entendió que con esa niña no se jugaba, ella jugaba contigo.

-Dentro de una semana vamos a irnos hacia el norte, mucho más allá.- Pattel señaló un punto cualquiera en el cielo.- En verdad espero y sigan con nosotros.

-Ese es el plan.- mintió.

-Me alegro. La vida es demasiado corta como para desperdiciarla en un sólo sitio.- acarició el vientre de Morgan.- Cuando salimos de Brasil, supe que estábamos destinados a cosas grandes. Salvar vidas, mostrarles a las personas actúales que éste estilo de vida no se ha extinguido. Siempre quise que esos jóvenes con sus poderosas mentes abiertas supieran que aquí si son aceptados.
*Dios existe.*Dios no existe.*Venimos del mono.*La ciencia es el poder superior.*La religión lo es. ¡Al carajo! ¡Nosotros somos nuestros malditos Dioses!- gritó fuerte, causando que todos se desgarren la garganta con la misma intensidad, mostrando su acuerdo.

Morgan observó como Pattel manejaba a esas personas como un cantante manejaba a sus fanáticos en pleno concierto. Él se movía, ellos lo hacían, él se quedaba quieto, ellos lo repetían. Para ella, siempre estuvo en duda ese libre albedrío del que Pattel siempre hablaba.
Pattel comenzó a cantar una melodía que Morgan desconocía, pero enseguida los niños y el resto de los que nadaban en el río lo siguieron. Morgan se levantó con cuidado y se alejó, caminando hasta el campamento que estaba un poco alejado. Siguió hasta que las voces fueron haciéndose ecos. Y de pronto, la melodía se volvió un grito desgarrador.

-¡Patríarca!

Morgan logró entender uno de los gritos, porque enseguida muchísimos más comenzaron a distorsíonarlos todos.

El Placer De Morír En Tus Brazos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora