Capítulo 30: Desconcertado

559 40 16
                                    

Cielo: Enserio que no puedo creer todo lo que me cuentas.- Dijo sonriendo de manera maliciosa.- Y yo que pensaba que esas tierras eran una pocilga, resulta que son un tesoro incalculable.

Nacho: Así es, por eso tenemos que unirnos a Anselmo.- Dijo agarrándole el mentón a ella.

Cielo: Yo no pienso hacer negocios con ese imbécil.- Dijo levantándose de la cama.- El tuvo que ver con la muerte de mi abuelo, y aunque me convino de una manera u otra su muerte, era la única familia que me quedaba.

Nacho: Ay por favor, Cielo.- Dijo sonriendo.- Si tu ni siquiera eres familia de Arcadio.- Dijo con burla.- No creas que no me di cuenta de que eres una recogida.- Dijo y ella trató de golpearlo, pero el la tomó de las manos.- Quietecita te ves más bonita.

Cielo: Estúpido.- Dijo soltándose.

Nacho: Relájate preciosa.- Y no, yo no tuve que ver con lo que le pasó al indio Arcadio. Hay un pez gordo detrás de todo esto, y te digo, no nos podemos jugar con él.- Dijo serio.

Cielo: Ya lo sé.- Dijo pasándose la mano por la frente.- Pero yo quiero vengarme de Marifer, y él es el único que puede ayudarme.- No me voy de este país hasta verla hundida.- Dijo con rabia.

Nacho: Pues yo no quiero que la lastimen, pero, negocios son negocios y ella es la única que puede proclamar esas tierras.- Dijo mirando a Cielo.- Así que, ¿tenemos un trato?.- Le preguntó mientras le extendía la mano.

Cielo: Tenemos un trato.- Dijo estrechando su mano con la de él.

Ámbar: Profesor, creo que ahora que estamos en Los Ángeles podré ir a visitarlo así nos ponemos a trabajar y le puedo mostrar lo que habíamos averiguado Marifer y yo.- Dijo mientras hablaba por teléfono.- Perfecto, creo que pasaré por allá en esta semana.- Dijo antes de cortar.

Don Justo: Buenos días, muchacha.- Dijo mientras se acercaba a ella.

Ámbar: Buenos días, Don Justo.- Sonrió con amabilidad.

Don Justo: ¿Pudieron descansar?

Ámbar: Sí, gracias por todas sus atenciones. Y me puede decir Ámbar.

Don Justo: Por nada, Ámbar.- Sonrió.- Mi nieto me dijo que María Fernanda y tú son biólogas y que trabajaban en un pequeño laboratorio allá en la selva.

Ámbar: Este, sí. Trabajábamos conjunto al profesor Miguel Ortiz, es un biólogo que nos impartió clases a Marifer y a mí en la universidad de México.

Don Justo: Ummm entiendo.- Se quedó pensativo.- Necesito pedirte un favor, y creo que serías de muy buena ayuda en lo que quiero hacer.

Ámbar: Sí, claro, ¿qué necesita?

Octavio: Buenos días.- Dijo entrando al Chalet de Marifer.

Marifer: ¿Qué haces aquí Octavio?.- Preguntó seria.- ¿Por qué no tocas antes de entrar?

Octavio: Toqué, pero al ver que no me abrías, entré. ¿Dormiste bien?

Marifer: Sí, dormí bien.- Dijo seria. Por más que lo intentó no pudo sacar de su cabeza las palabras de Romina.- Y si eso era lo que querías preguntar, pues te puedes ir.

Octavio: Tampoco tienes que ser tan grosera conmigo.- Dijo serio.- Solo me preocupo por ustedes.

Marifer: Pues no tienes que preocuparte tanto. Mira Octavio, si me quedo en esta casa, es solo porque de alguna manera u otra, no conozco a nadie más en este y país, y necesito proteger a mi curumi, pero te quiero pedir que por favor, te mantengas alejado de mí. No quiero que tu esposa nos vea y malinterprete las cosas.

Utopía de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora