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- ¡Sho-chan! - Desvíe la mirada del libro entre mis manos después de escuchar mi nombre.

Su cabellera lograba confundirse entre las grandes enredaderas del pasto. Moviendo sus rulos de un lado a otro siguiendo el ritmo de sus pasos ignorando por completo la fuerza del viento, brillando y jugando con todas las plantas que se topaba en su camino colina arriba, robando la atención y el suspiro de todas las flores que anhelaban ser igual de bellas que mi preciado Izuku.

- ¡Atrápame! - El chico no lo pensó dos veces y se lanzó sobre mí con los brazos abiertos una vez que la distancia entre nosotros fuese mínima.

- ¡¿I-zuku!?

Los dos caímos contra el suave pasto debido al peso. La contagiosa risa de Midoriya resonaba como la mejor de las canciones por toda la colina, esparciéndose con ayuda del cálido viento de primavera que miraba gustoso lo infantil y puro que podía ser un primer amor.

Mi primer amor.

No pude evitar sonreír al notar el tierno movimiento que su pequeña nariz hacía con cada armonía que solo él sabía producir. Sus pecas desaparecían por momentos ante la linda ola carmín que inundaba sus mejillas, sus ojos se enchinaban de felicidad y sus pestañas brillaban con el sol al igual que su salvaje melena verde.

Tome con una de mis manos un par de mechones que caían sobre su frente y los acomode detrás de su oreja. De un momento a otro dejo de producir tan endulzante sonido, nuestros orbes se conectaron en lo que pareció ser un instante infinito, cada uno de nosotros intentaba ver más allá del alma del otro, como si solo de esta manera fuéramos capaces de hablarlo todo y a la vez nada.

- Te extrañe. - Admití. Mi pecho ya no dolía, las heridas de mis manos sanaron en un instante al igual que la fea quemadura sobre mi rostro. Solo era mi viejo yo disfrutando del único buen sueño que le quedaba antes de morir.

- Yo también te extrañe, Sho-chan. No es divertido jugar a los héroes con mamá sino estas. - Sus orejas enrojecieron levemente. Amaba ver cada faceta de él, cada gesto, cada palabra... deseaba poder atesorar estos sentimientos toda mi vida.

- No volveré a irme, lo prometo. - Su expresión... cambio en un instante. Izuku se sentó sobre el pasto quedando justo frente mío, y aunque el bochorno seguía ahí, sus orbes entristecieron el ambiente y se convirtieron en la peor de las tormentas.

- Mientes. - Lagrimas de dolor descendían por sus mejillas, una tras otra en lo que parecía un sufrimiento eterno. Me incliné hacía él y extendí mis manos hacia su rostro para evitar que las lágrimas dejaran de caer. Pero él se levantó del pasto con la mirada dolida. - ¡NO CUMPLISTE TU PROMESA!

1945; TodoDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora