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 —¿Un trato?

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 —¿Un trato?

—Te sacaré de aquí, cumpliré con el objetivo inicial de nuestro contrato, pero quiero algo a cambio. — Dio unos cuantos pasos hacia adelante provocando que aquella ola de adrenalina que creí desaparecida en el campo de batalla, volviera.

—Sabes cuál es el castigo de ayudar a un traidor, ¿Aún estas dispuesto hacerlo?

—Mi sentencia ha sido firmada desde hace un par de años. —Inhaló todo el aire que sus pulmones le permitían. Metió sus manos dentro de los bolsillos de su chamarra y sin despegar el dolor de su cuerpo, frunció el ceño trayendo de vuelta al viejo Bakugo Katsuki por pocos segundos.

—¿Qué es lo que quieres a cambio?

—La libertad de Kirishima Ejiro, eliminarás todos sus cargos y harás que el ejército deje de buscarlo—Asentí con la cabeza.

—De acuerdo.

—Aun no termino. — Desvió la mirada al suelo como si estuviese encontrando las palabras suficientes para hablar, cuando creyó haberlas encontrado, levantó la mirada con un peso de arrepentimiento sobre sus ojos. — Cuando muera, busca a Uraraka Ochaco y entrégale todos mis bienes, mi familia no tiene por qué saberlo.

Lo observe fijamente sin vacilar, la idea de morir no se iría fácilmente de su cabeza, pero en tiempos como estos, la idea de continuar viviendo lucía más como un viejo sueño más que una realidad.

Estiró su mano hacia mí de la misma forma que yo lo había hecho la primera vez que firmamos el contrato que ahora nos unía en un último trabajo, no dude ni un segundo en estrecharla con firmeza provocando una sonrisa en el rostro de Bakugo.

—Haz firmado tu sentencia, Todoroki Shoto. — Le devolví la sonrisa sintiendo una leve pizca de esperanza.

—Es mejor que seguir encerrado.

El camino que fui obligado a seguir desde niño, todo se encontraba cambiando a una velocidad sorprendente y yo, todavía seguía sin acostumbrarme a lidiar con tantos sentimientos contradictorios.

Pero aquello, era lo que hacia la vida más plena.

Cuando era niño, solía escaparme de mi habitación mientras todos dormían

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Cuando era niño, solía escaparme de mi habitación mientras todos dormían. Me escabullía por los pasillos silenciosamente hasta llegar a la puerta del almacén de la cocina donde una pequeña puerta de emergencia yacía cerrada con candado, mis padres nunca supieron que yo poseía la llave de repuesto de Natsuo para lograr salir.

Las noches de mi infancia siempre fueron más cálidas que el día. Izuku y yo solíamos encontrarnos en secreto cerca del árbol de cerezas del fondo de mi jardín, la débil barda que existía en ese momento entre nuestras casas es lo único que nos separaba de vernos, pero gracias a la ayuda del árbol, solía treparme a través de sus ramas hasta llegar al patio de Izuku donde solíamos jugar hasta que el amanecer estuviese cerca.

Las estrellas corrían con nosotros en silencio, siendo testigos de las mil historias que solíamos inventarnos hasta que la luna diera la orden de irse. El pasto crecido de ese momento nos ayudaba de camuflaje cuando jugábamos a las escondidas y las flores del árbol eran usadas para adornar el cabello de Izuku con una linda diadema que Fuyumi me había enseñado hacer.

Nos habíamos conocido gracias a nuestros padres, en esa época el viejo trabajaba como teniente menor de la armada mientras que el padre de Izuku trabajaba como consejero real, era normal verlos en los eventos de invierno que el emperador realizaba personalmente para todos sus leales trabajadores y sus familias, en las fiestas importantes del país y en ceremonias de premiación del ejército.

Todo iba bien entre nuestras familias, solo nos veíamos de vez en cuando. Pero, no fue hasta que decidió establecerse en Tokio que el mundo se tiñó en los colores más brillantes que hubiese visto.

Al principio, la madre de Izuku venía acompañada de su hijo para tomar el té. Aunque fue molesto tener que hablar con alguien más por órdenes de mi familia, poco a poco, el ambiente que nos envolvía a ambos fue cambiando.

Deje la pluma sobre el escritorio antes de releer por última vez la carta que le llegaría a Izuku en la mañana. Una vez terminado de leer, sonreí con dicha antes de doblar el papel y guardarlo en el sobre donde un par de fotografías antiguas descansaban dentro, las había encontrado por casualidad en mi habitación detrás del ropero y no pude reprimir las ganas de enseñárselas también; la imagen era algo borrosa, pero era lo suficientemente clara para reconocer su cabellera adornada con la corona de flores que antes solía hacerle.

Izuku no jugaba como los otros niños, incluso parecía tener dos pies izquierdos a la hora de correr o bailar. Se lastimaba con facilidad y lloraba por cualquier raspón o suceso "triste" que ocurriera; si una flor se marchitaba lloraba porque las demás flores iban a extrañar a su amiga, si la lluvia era fuerte lloraba porque los animales no tienen donde refugiarse, y era peor cuando íbamos al zoológico.

Se la pasaba leyendo o estudiando, escribiendo notas extrañas en un cuaderno diferente cada semana y murmurando ideas poco comprensibles, Izuku nunca fue como el resto de los niños de la academia y tampoco cumplía con la idea de hijo bien portado que el viejo me había enseñado.

Pero era autentico, incluso si es extraño, era él mismo.

Algo que nunca pude comprender hasta que lo vi llorar por mí. Incluso detrás de sus libros, había notado que algo no andaba bien conmigo y mi familia, su corazón fue lo suficientemente amable por llorar por alguien como yo, me ofreció su mano y un mundo nuevo.

Su mundo.

Quizás el viejo estaba acostumbrado a no verme feliz que cuando me vio sonreír, supo que algo andaba mal.

Nos prohibieron vernos, los Midoriya nunca volvieron a poner un pie en nuestra casa. Incluso en los eventos importantes, era como si la amistad entre nuestras familias se hubiese derrumbado por algo que ni Izuku y yo entendíamos en ese momento.

Y por primera vez en tanto tiempo, decidí ignorar las reglas del viejo.

Nos prometimos las estrellas y un mundo de fantasía donde ninguno de los dos tendría que llorar ni sentirse triste por la más mínima cosa, un lugar donde podríamos robarnos pequeños besos justo como solíamos hacerlo antes que nuestras dos familias se enemistaran.

Pero ese mundo nunca existió.

La familia de Izuku se mudaría una vez más por culpa de los fraudes que Hisashi llevaba haciendo desde que se convirtió en consejero real, tenían que huir rápidamente antes que la ley intentará quitarles el honor que tanto presumían durante las fiestas del emperador.

Todo lo que ocurrió después fue demasiado rápido.

Apague la vela sobre el escritorio antes de acostarme sobre el futón. El silencio de la habitación de mi infancia me llenaba de tantos recuerdos que siempre quise borrar pero que de alguna u otra forma, siempre terminaban regresando a mí. Tomé la almohada del futón y la abrí encontrando la fotografía de nuestra primera navidad juntos.

Sonreí con nostalgia antes de abrazar la imagen intentando brindarme aquel calor que los rayos de primavera le regalaban al mundo durante el día. A pesar que las cosas finalmente comenzaban a marchar bien, continuaba teniendo miedo del pasado.

Quizás lo mejor, sea que Izuku nunca pueda recordar de nuevo.

1945; TodoDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora