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Parte 1

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7 de Julio de 1931

Prefectura de Nagasaki, Japón

5 años de edad

-Mamá, ¿todavía falta mucho? - Mire a la mujer de largos cabellos castaños quien me sonrió dulcemente antes de colocar una de sus delgadas manos sobre mi cabeza y revolver cariñosamente mis cabellos.

-Ya estamos por llegar, ¿emocionada? -Asentí efusivamente con la cabeza.

-¡Ya quiero conocer a Midoriya-kun! -Me acomodé una vez más sobre el extraño asiento de cuero estirando por quien sabe vez mi vestido blanco intentado disimular mi emoción. - ¡Quiero jugar a las escondidas y trepar árboles con él!

Pero, el rostro de mi madre cambio de un momento a otro.

-Sobre eso... -Desvió la mirada y miró el paisaje que se extendía frente a nosotras. Casas en su mayoría de color blanco con grandes jardines y calles pavimentadas, era un paisaje totalmente diferente al campo. - El joven Midoriya es diferente a los otros niños, quizás no quiera jugar o trepar los árboles como los demás niños en nuestro hogar.

-¿Por qué? ¿Está enfermo? -Y sin siquiera notarlo, el auto se detuvo frente una pequeña casa con el tradicional estilo de la región: la entrada estaba hecha de madera al igual que el resto de la casa, del tejado de tonalidad oscuras colgaba un pequeño adorno en forma de campana de color dorado con un pequeño pergamino que no alcanzaba a ver por completo y a comparación del resto de las casas, el patio delantero únicamente constaba en una diminuta área verde donde un par de arbustos yacían tapando ligeramente la entrada.

Mi madre asintió con la cabeza antes de bajar del auto y ayudarme a bajar.

-Es un poco difícil de explicar. -Su mano tomo la mía guiándome a través del único sendero de concreto que llevaba al frente. - Por eso debes tener cuidado y no ser tan ruda con él, no queremos empeorar las cosas.

Asentí con la cabeza sin entenderlo del todo. ¿Qué tan feo debe ser lo que tiene para no poder jugar? En el campo no importa que tan fuerte sea el resfriado, los adultos y los niños continúan trabajando en el pastizal y cuidando a las gallinas, incluso mamá y papá lo hacen a no ser que tengan fiebre y tengan que estar en cama, ¿quizás él tenga lo mismo?

Observe como la puerta fue abierta por una mujer delgada con largos cabellos atados en un pequeño moño. Su kimono de cuadros resaltaba con su blanca tez y sus largas pestañas negras, sus manos lucían frágiles y suaves a comparación a las de mi madre que al tocarlas podían sentirse un poco rasposas, sus ojos eran de un verde precioso y sus labios brillaban en un color rosado un poco pálido.

-Uraraka-san, es un placer vernos nuevamente. -La mujer sonrío levemente al vernos sin ocultar un brillo de tristeza entre sus ojos. - Por favor entren, mi esposo espera en la sala.

Sin soltar mi mano, caminamos por el estrecho pasillo de madera que se encontraba casi a oscuras hasta llegar al salón donde parecía que la primavera había sido encerrada.

-Qué bonito...

El sol iluminaba por completo la sala con lindos colores de la tarde a través de los grandes ventanales que daban con vistas al jardín donde dos grandes arboles se mecían haciendo el sonido más bonito que hubiese escuchado en toda mi vida. Varias flores adornaban la sala con pequeñas macetas hechas a mano y con creativos dibujos que iban desde algunos soles de diferentes tamaños hasta el dibujo de un par de niños tomados de las manos con expresiones sonrientes.

1945; TodoDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora