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Parte 1

Parte 1

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2:55 A.M del 2 de Octubre de 1943.

1 año, 10 meses antes de la catástrofe de Nagasaki.


"— Por favor no me dejes, Izu-chan."


Los débiles rayos del sol penetraban a la luna iluminando de forma sutil y siniestra la habitación donde dormía. Las gotas de sudor rodaban por mi frente mientras que mi pecho subía y bajaba de manera frenética por culpa de mi respiración, mis manos se encontraban aferradas a la manta que protegía mi cuerpo del frío y una horrible sensación de amargura se esparcía dentro de mi paladar.

Sin dudarlo, me senté sobre la cama y frote mi rostro con ambas manos en un intento de eliminar todo rastro de preocupación y terror.

Estaba acostumbrado a tener toda clase de sueños extraños desde que me uní por completo a la milicia. Pero últimamente las pesadillas se hacían cada vez más insoportables al punto de que comenzaron a existir noches donde no podía dormir más de dos horas debido a las horribles voces que me obligaban a recordar los episodios de mi vida que creía ocultos.

El tener que entrenar a primera hora de la mañana, encargarse del papeleo asignado y de las estrategias que se llevaría en las islas, dormirse hasta tarde con tal de tener todo listo y para sumarle a esto, tenía que buscar a un chico que todavía no daba señales de vida en los registros.

Me sentía agotado.

Aturdido, me levante de la cama y salí de la habitación. Necesitaba estar solo, necesitaba alejarme de todo lo que me asfixiaba por un momento para que pudiese recobrar la cordura, necesitaba estar lejos de todo lo que me ataba al idiota de mi padre.

Tome el saco que reposaba sobre el perchero de la sala junto con las llaves que se encontraban asentadas sobre el pequeño traste de vidrio de la entrada y salí del edificio. Metí ambas manos en los bolsillos del gran saco queriendo protegerme del frio de la madrugada en lo que llegaba a mi auto aparcado a un costado de la casa que compartía con Momo.

Al llegar, no lo pensé dos veces y entre al vehículo para después arrancar y poder huir de la horrible casa que me recordaba al sucio juego de amante que tenía que fingir con tal de que los Yaoyorozu's cumplieran con su parte del trato.

Las foros iluminaban las calles de forma leve al igual que la luna y las estrellas, los edificios se escondían dentro de la oscuridad de la noche y el ruido de las tabernas de la zona resonaban por todo el lugar al igual que las risas que provenían de lugares cercanos.

Continúe manejando hasta que los faroles desaparecieron y solo tenía a los astros para iluminar mi camino, los edificios fueron sustituidos por la vegetación típica de Japón y las escandalosas risas de los borrachos ahora no eran más que pequeños susurros que la naturaleza me regalaba.

1945; TodoDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora