Prólogo

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—La fiebre ya está bajando, estarás mejor en un par de horas— exclama aliviada la mujer agachada en el lecho de sus hijos.

Acaricia el cabello oscuro de su hijo mayor de siete años, mientras el pequeño observa a su madre con sueño, pero con la curiosidad que lo caracteriza aun brillando en sus ojos. La niña acostada en la misma cama que su hermano se acomoda más cerca del cuerpo caliente.

—Sabes que no me gusta que Johanna duerma contigo cuando estás así, cariño, podría enfermarse también— Charlotte remoja en agua el paño para dejarlo nuevamente en la frente de Axel.

— No pasará nada, mamá, lo prometo— trata de convencerla sin querer que lo separen de su hermana.

La madre termina asintiendo, incapaz de negarle algo esa noche a sus hijos. Los cubre con la frazada sabiendo que nada los despertaría hasta que el alba hiciera acto de presencia. Antes de cerrar la puerta de la pequeña habitación susurra un "los amo" y percibe un "te amo" en respuesta. Axel se duerme al instante, incapaz de hacerle frente al cansancio. Charlotte se dirige a la ventana de la sala para dar un vistazo al exterior encontrando solo nieve silenciosa, la decepción crece en ella.

Quiere verlo caminar a través de los otros remolques, entonces la última oportunidad que ella le había dado no sería desperdiciada, pero como esperaba nunca sucedió. Desea poder llorar por él y así demostrarse que le importa, aunque sea un poco, pero dentro de ella el amor por Bruce murió de la misma forma que se enamoró; lentamente y luego de golpe.

Pasea la vista por lo que se ha convertido en su antiguo hogar, nunca le llegó a gustar ese lugar. En su antigua casa de dos pisos los objetos encajaban a la perfección, pero ahora todo ese esplendor se había reducido a casi nada, como su vida. Suelta una risa amarga.

Va a su habitación para tomar los bolsos de ella y de su hija. Deja la nota que escribió hace días en lo que fue su almohada. Antes de cerrar la puerta, su mirada gris se fija en la foto enmarcada de sus dos hijos sobre la mesa de noche. Fue fotografiada hace no mucho y en ella ambos eran felices y sanos. Un nudo se formó en su garganta, tomó la foto por culpa.

De forma rápida, negándose a pensarlo mucho, sale de allí solo para entrar a la otra habitación y así separar a los hermanos. Levanta en brazos a su hija antes de inclinarse a besar la mejilla de su pequeño. Para ella, lo que le estaba haciendo a esa pequeña criatura no tenía perdón, pero llevarse a Axel significa matarlo. Charlotte ahora empezaría una nueva vida, por lo tanto, no podría costearle sus tratamientos y él estaba tan delicado.

—Regresaremos por tu hermano— aseguró a una Johanna dormida en el asiento de los pasajeros.

Si solo tuviera el dinero.

Aferra el volante del auto con fuerza, dejando escapar el sollozo que tanto había retenido. La falta de dinero hizo que su esposo trabajara horas extra y que ella se consiguiera un trabajo de medio tiempo en la madrugada. La falta de dinero hizo que Bruce se involucrara en el tráfico de drogas y es que el dinero siempre hacía falta. La póliza del seguro de Axel costaba mucho y, sin embargo, a veces no lo cubría todo. Además, estaban los gastos cotidianos y las grandes cantidades de alcohol que consume Bruce para "despejarse".

El alcohol lo convirtió en otro hombre, uno desconocido para ella. Charlotte trató de hacer volver a aquel muchacho del que estuvo enamorada, pero de él no quedaba rastro alguno, así que se dio por vencida y decidió hacer su propia vida. Afirma su pie en el acelerador, confiada en que el futuro le sonreiría.

Bruce llega después del amanecer, pero para entonces su familia ya estaba rota desde hace muchas horas. No se encontraba tan ebrio al entrar a su hogar, sin embargo, al no encontrar a su esposa e hija, todo rastro de alcohol se esfumó de su organismo. Deja el abrigo en su cama y toma la nota en la que solo ponía: "Lo siento, no pude seguir. He ido a formar una nueva vida con mi hija, prometo volver por Axel." —Charlotte.

Siente algo que ni siquiera tenía una palabra para definirlo. Un dolor fulminante que, combinado con la frustración e ira, hicieron que cayera al suelo con la respiración entrecortada. Bruce solo recuerda haber llorado en tres ocasiones: en su boda y en el nacimiento de sus hijos. Pero en comparación al pasado, estas lágrimas son de tristeza y no de felicidad. Corre a tientas, aún ciego por ese nuevo sentimiento, a la habitación de sus pequeños, incapaz de creérselo.

Allí solo encuentra a Axel, aún dormido, ajeno a la catástrofe. Lo mueve una y otra vez con desesperación. El niño despierta confundido, tanteando el lugar vacío a su lado donde estuvo su hermana. —¿Qué pasa? —pregunta.

El hombre lo toma de los hombros y hace que se levante. Observa el miedo de primera mano, pero no le importa. Axel piensa que aquel no era su padre, sino alguien haciéndose pasar por él; su papá nunca se comportaría así. —¿Dónde está? ¿DÓNDE ESTÁN? —Bruce grita esperando una respuesta.

—¿Quienes?

Entonces comprendió que Charlotte no le había dicho nada a su niño. ¿Para qué hacerlo? Mejor dejarle aquella responsabilidad a él. Abraza el pequeño cuerpo de su hijo y se deja caer al suelo, balanceándolos en un tétrico arrullo. —¿Y mamá? ¿Y Johanna?

Axel siente el miedo ante lo desconocido subiendo a través de su garganta y formando algo doloroso ahí. Las lagrimas encontraron su camino finalmente.

HurtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora