Voy al baño. Leslie grita por ayuda tras de mí, a pesar de mis intentos por calmarla. Me volteó a encararla y tomó sus hombros. La sangre fluye en mayor cantidad.
—Si una enfermera viene voy a pasar todo el día en la enfermería y no podré llamar a mi hermana— ella está a punto de llorar por la situación.
—Eso no importa, Axel— asegura y se va en busca de alguien.
Aprieto otra vez mi nariz.
Odio el sabor a sangre en mi boca.
Corro al baño, pero piso mal y la pierna izquierda se dobla. Caigo de lado. Siquiera puedo ser autosuficiente. Soy un desastre. Me siento ahí con la mirada fija en el pequeño charco carmesí del piso, el cual deje al levantarme. Creo estar cerca de la administración, pienso mientras me saco el jersey para intentar parar la sangre.
Logró escuchar unos pasos apresurados a mi derecha. Volteó intentando darles nitidez a las siluetas. Una enfermera se agacha frente a mí y aparta mi mano con la tela.
—Súbanlo a la camilla.
Me dejan en la camilla y luego la hacen rodar hasta el elevador. Las luces pasaban como fogonazos encima de mí. Apreté más cuando sentí que la sangre manchaba mi mano nuevamente. A mi lado, tratando de mantener el ritmo de los enfermeros, esta Leslie.
Cuando llegamos a la enfermería, me trasladan a otra camilla y colocan una vía intravenosa en mi antebrazo. No se molestaron en pedir mi nombre solo ven la pulsera.
— ¿Te golpeaste, Axel? — cuestiona una enfermera rubia mientras alumbra mis ojos con una lamparita.
—No.
—Llamen al doctor Rakaj e infórmenle de la situación. Necesito que te sientes— ordena ahora a mí.
Aparta mi mano y procede a parar el sangrado con ayuda de otra enfermera. Mientras ellas trabajaban yo fijo mi vista en Leslie sentada en la camilla de al lado, observando todo.
— ¿Puedes hablar con Johanna y decirle que voy a tratar de llamarla luego? Por favor— le pido mientras le extiendo el papel con el número de mi hermana— ¡No le digas nada de esto, Leslie! Te lo pido.
—Está bien— ella se va.
—Chico, estamos removiendo los coágulos. No te muevas— gruñe la pelirroja. Yo asiento.
Ellas terminan y yo tomo mi jersey. Lo que antes fue tela gris ahora es rojo. Suspiro temblando por el frío.
— ¿Puedo ir a limpiarme? — pregunto a la enfermera que está suministrándome un líquido por la bolsa de suero.
—Claro, pero no puedo desconectarte. Perdiste mucha sangre— noto que la voz le tiembla. No tiene esa cara de querer asesinar a nadie, así que probablemente sea nueva.
—No te preocupes, puedo llevarme el atril.
El espejo del baño me ofrece una vista lamentable. La sangre seca esta sobre mi barbilla, labios, nariz y manos, en los antebrazos y el pecho no tanto. Me quito los vendajes y parches de los brazos y abro el grifo.
La sangre no me incomoda, la he visto toda mi vida. La primera vez (según recuerdo) fue cuando me hicieron una operación en las piernas, las suturas solían soltar un poco de esta.
Mi familia antes era muy atenta a mi salud. Como Johanna, que solía dormir conmigo después de mis operaciones o cuando tenía hemorragias como esta. Mamá ponía trapos húmedos en mi frente en los episodios fiebre y no dormía en toda la noche. Papá siempre me ayudaba con las vendas de las piernas y me arropaba cuando me quedaba dormido en el mueble por el cansancio.

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Hurt
Teen FictionLa salud de Axel es inestable, por esto es enviado a los diecisiete a un internado de salud. El mismo al que ha asistido por cuatros extenuantes años. Este último año es decisivo para él pero siquiera ha puesto un pie dentro de la helada edificación...