Rakaj lentamente fue quitando el yeso. Soy incapaz de ver el estado de mi pierna por miedo a lo que significa el no haber mejorado, así que aparto la vista de golpe fijándola en uno de los tantos diplomas de Zyad.
— ¡Esta genial! — exclama feliz el rubio.
Sonrió abiertamente y observo mi pierna sobre la camilla; el fijador externo me lo habían quitado los primeros días después de la operación ya que no era nada grave fue cuando me pusieron el gran yeso para que nada se moviera y cocieron las heridas que había dejado el fijador. Luego de varios años podía distinguir si algo estaba mal o estaba bien, y esto estaba bien; los puntos estaban casi curados y la piel no se veía hinchada.
—¿Puedo dejar la silla de ruedas? — cuestione ansioso como un niño.
Rakaj rio y palmeo mi hombro.
—Si.
Celebre, lo abrace, agradecí y si pudiera levantarme hubiese destruido la silla de ruedas.
—¡Al fin! — suspire con alivio.
El doctor negó con una sonrisa en su rostro. Termino de limpiar la zona y fue a por algo entre sus cosas.
—Pero tendré que ponerte otro yeso por precaución.
Mis hombros cayeron al igual que mi entusiasmo. Él sin esperar respuesta se puso a trabajar, y en unos minutos tenía un yeso nuevo, aunque más pequeño que el otro. Le agradezco.
...
Vuelvo a mi habitación luego del desayuno con la ayuda de mis muletas para terminar de arreglar el teléfono que me dejaron el viernes como encargo, solo le faltan unos ajustes más para que quede como nuevo. Siendo domingo es muy poco probable que alguien se dé cuenta de lo que estoy haciendo.
Me pongo en ello apenas me siento en mi escritorio, sintiéndome como pez en el agua. Estoy a nada de terminar con mi trabajo cuando entra una enfermera empujando el carro de medicinas, empujo todas las herramientas rápidamente a una de las gavetas y abro uno de mis libros.
—¿Por qué no vas afuera, cariño? — pregunta sin darse cuenta—. Hay una terapia de grupo y como son pocos van hacer una dinámica nueva, además es un día hermoso.
La observo detalladamente. Se trata de una enfermera relativamente joven a comparación de sus colegas, morena y bajita además de portar un sobresaliente aire maternal. Había hablado con ella antes y según lo que me comentó es nueva aquí. No puedo recordar su nombre, soy muy malo aprendiéndome los nombres, por más que lo intento.
Como si fueras bueno en algo.
—Estoy bien aquí— me encojo de hombros posando mis ojos en el libro frente a mí.
—Bueno, no es como si te pudiera obligarte a ir, pero no te haría ningún mal tomar un poco de sol; estas algo pálido.
—Es parte de mi faceta de muerto viviente— sonrió ampliamente y ella me devuelve una mueca.
Esta enfermera se está convirtiendo en mi favorita luego de Margaret. Coloca el tensiómetro en mi escritorio empujándome levente con su cuerpo, hago un sonido de molestia solo para fastidiarla. Mientras ella hace su trabajo leo algunos párrafos retomando mi lectura.
—Tu garganta esta algo irritada— dice luego de revisar la misma con ayuda de una de esas molestas paletas.
—Espero que para mañana eso mejore— admití, pero fingiendo la voz de Margaret.
Ella rio. Me entrego el nuevo tratamiento (hierro, vitaminas y antidepresivos) y espero que las tomara para irse. Desde mi asiento alcanzo ver el cielo azul y los arboles de la cerca, confirmando así las palabras de la enfermera. Volví a mi trabajo restándole importancia.

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Hurt
Novela JuvenilLa salud de Axel es inestable, por esto es enviado a los diecisiete a un internado de salud. El mismo al que ha asistido por cuatros extenuantes años. Este último año es decisivo para él pero siquiera ha puesto un pie dentro de la helada edificación...