Quince chicos y chicas encerrados en un salón en el área de consultorios de psiquiatría y psicología. Todos vigilados por un psiquiatra o un guardia, obligados a una terapia grupal.
Yo estoy entre esos chicos, bastante molesto e irritado con mi mirada fija en los ojos de Helena la cual quiere que hable por que le conviene quedar bien frente a los supervisores. No obstante, jamás hablare sobre mis "problemas" frente a un montón de personas desconocidas que pueden fácilmente utilizar mis debilidades a su favor.
Finalmente, un chico habla la hora y media completa sobre cosas sin sentido sin detenerse en ningún momento. Luego salimos rumbo al comedor, pero al entrar me quedo estancado en mí lugar.
Una chica y un chico amenazan a los guardias que los rodean con varillas afiladas pero cortas, que tienen una muy buena pinta de ser palos de escoba. Los guardias no pueden acercarse a los chicos sin obtener heridas, sin embargo, no pasa mucho para que uno de ellos logre dispararles con una pistola eléctrica. Se los llevan.
Todos estamos sorprendidos aún, pero el personal nos obliga a sentarnos. La comida esta sabrosa y luego de esa larga terapia es justamente lo que necesito para recuperar fuerzas. No despego la vista de mi bandeja, pero puedo darme cuenta del ambiente inquieto a mi alrededor.
No me topo con ninguno de mis amigos cuando iba rumbo a la sala de entretenimiento para tomar algunos chocolates. La sala es usada como cine y área de juegos, claro que es uno de los lugares más vigilados y a los que pocos rojos podían entrar.
El internado está sumamente concurrido. Pensé que era porque prohibieron las salidas pero en cuanto choco con una muy eufórica Thalia, se que no solo eso. Caminando a la par de Cambar hay dos mujeres, la primera parece tener unos cuarenta años y la segunda veinti-tantos, ambas rubias y esbeltas.
Observo con curiosidad cómo ellas evalúan el lugar como si se tratase de una inversión. Le entrego una de las tabletas de chocolate a mi novia, la cual no para de hablar sobre sus amigas. Thalia presiona sus labios contra los míos en un casto beso, supongo que en modo de agradecimiento.
La rubia más joven ríe mientras que la otra aprieta con sus dedos su tabique, escandalizada.
—Axel, ellas son mi madre y mi hermana. Maia, mamá, él es Axel Ferrara; mi novio— nos presenta Thalia.
La mujer me observaba de arriba a abajo, evaluándome. Extiendo mi mano y ella la estrecho con desconfianza, decido no darle importancia; no es la primera vez que alguien me observa de esa forma.
—Un gusto conocerla, señora...
—Cambar, señora Cambar— asiento, curioso por el hecho de que mi novia porte el apellido de su madre de primero— ¿Eres del pueblo? No reconozco tu apellido.
—Sí, soy del pueblo— respondo cortante, tratando que no indagara más en el tema.
Extiendo mi mano a Maia, con la esperanza de que esta experiencia no sea igual que con su madre. Maia aparta mi mano para darme un fuerte abrazo. Gruño incomodo y a mi lado Thalia ríe para luego apartar a su hermana.
—Soy Maia Cambar, un gusto— hace una pausa y saca a relucir una sonrisa traviesa— Eres muy apuesto y encantador, Ferrara. Veo porque mi hermana cayó en tus brazos— suelto una risa y volteo a ver la sonrojada castaña a mi lado
—¡Maia, deja a mi chico en paz! — Thalia reclama en defensa.
Paso mi brazo por la cintura de la castaña para acercarla a mí, ella se aproximó feliz, pero con cuidado por la muleta que se interpone entre nosotros. Ellas siguen hablando entre sí, realmente no estoy prestando atención debido a que estoy pendiente de aquel guardia que nos sigue de cerca y de la gran cantidad de adultos que circula por los pasillos junto a pacientes.

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Hurt
Roman pour AdolescentsLa salud de Axel es inestable, por esto es enviado a los diecisiete a un internado de salud. El mismo al que ha asistido por cuatros extenuantes años. Este último año es decisivo para él pero siquiera ha puesto un pie dentro de la helada edificación...